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A los emigrantes andaluces. Mentiras catalanas (y III)
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Javier Caraballo

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A los emigrantes andaluces. Mentiras catalanas (y III)

Conviene desarmar algunos tópicos del independentismo. Porque se puede ser emigrante andaluz y defender la independencia; lo que no se puede es mentir y sobre esa mentira justificar un voto

Foto: El diputado socialista Manuel Pezzi muestra una bandera de Andalucía. (EFE)
El diputado socialista Manuel Pezzi muestra una bandera de Andalucía. (EFE)

[A principios de la década de los setenta del siglo pasado, en Cataluña vivían 840.000 personas nacidas en Andalucía, fruto del que, quizás, ha sido el mayor flujo de emigración vivido en España. En la etapa de la Transición democrática, la población andaluza en Cataluña superaba el millón de habitantes. Tan importante ha sido, y es, la influencia de la emigración andaluza en Cataluña que en aquellos años se la conocía como “la novena provincia andaluza”. En el llamado ‘procés’ de independencia, las referencias despectivas hacia Andalucía han sido continuas. Conviene, por tanto, en esta campaña electoral del 27-S, desarmar algunos tópicos del independentismo catalán. Porque se puede ser emigrante andaluz y defender la independencia de Cataluña; lo que no se puede es mentir y sobre esa mentira justificar un voto. Ningún emigrante andaluz debe sentirse acomplejado por mentiras sobre su origen]

Sobre Cataluña, su identidad y sus anhelos de pueblo, existe una gran verdad, tantas veces ignorada en el resto de España, y muchas falsedades construidas a partir de esa realidad para legitimar privilegios o maquillar fracasos políticos. La verdad que tantas veces se le niega a Cataluña es que sus anhelos de pueblo son muy superiores a los que, históricamente, han expresado otras regiones de España. Lo han admitido y proclamado así muchos historiadores, políticos e intelectuales pero, acaso por el sentido de este artículo dirigido a los emigrantes andaluces, fijémonos en lo que acaba de decir aquí mismo un nacionalista histórico como Alejandro Rojas Marcos, fundador del único partido nacionalista, el Partido Andalucista, que ha tenido representación en dos parlamentos autonómicos, el andaluz y el catalán en los primeros años de la autonomía. Sostiene Rojas Marcos: “Cataluña, su identidad, su conciencia de pueblo… El poder catalán que existe en España es enorme. Cataluña es un cañón como pueblo, y va a más. Yo quisiera para Andalucía el grado de conciencia de pueblo que tiene Cataluña”.

La ‘oleada independentista’ es la última expresión de rechazo a un modelo de descentralización que se considera humillante para las aspiraciones catalanas

Esto lo dice ahora Rojas Marcos y si esa apreciación tiene un gran valor político es porque, como queda dicho, esta verdad se ignora con mucha frecuencia en el resto de España, por una mezcla de antipatía y de hartazgo, pero, sobre todo, porque nos conduce directamente al origen del conflicto que se vive en la actualidad: la insatisfacción de Cataluña con el Estado autonómico actual. Y ahí es donde empiezan las mentiras. La actual ‘oleada independentista’ de Cataluña es la última expresión de rechazo, la más extrema, a un modelo de descentralización territorial que se considera humillante para las aspiraciones catalanas: el ‘café para todos’.

Cuando, tras el referendo andaluz del 28 de febrero de 1980, se rompieron los pactos constitucionales que existían para dotar de autonomía plena solo a Cataluña y al País Vasco, los nacionalistas catalanes comenzaron a sentirse agredidos, humillados. Eso de que La Rioja o Murcia, que son las regiones que suelen citar siempre los irritados catalanistas, tuvieran derecho a una autonomía similar a la de Cataluña no lo han podido superar jamás. Y es cierto, vamos a repetirlo una vez más, que la voluntad de pueblo que se palpa en Cataluña no existe en la inmensa mayoría de las regiones de España, pero qué daño le provoca a Cataluña, en qué la limita, el hecho de que murcianos y riojanos tengan también autonomía. ¿Puede explicarlo alguien? ¿Ese es el problema de fondo cuando se habla del ‘encaje de Cataluña’ en España, que no se soporta la similitud con sus vecinos? ¿Aun gozando la autonomía catalana de un nivel competencial superior a las demás, al igual que el País Vasco, es necesario privar de autonomía a las demás regiones para satisfacer la ‘singularidad’ catalana?

¿Ese es el problema de fondo cuando se habla del ‘encaje de Cataluña’ en España, que no se soporta la similitud con sus vecinos?

La cuestión es que, en todos estos años, tras ese malestar inicial del independentismo por el sistema autonómico del ‘café para todos’, se han ido acuñando, como si fueran verdades absolutas, los términos de ‘desapego’ y ‘problemas de encaje’ para definir la relación de Cataluña con el resto de España. Pero se trata solo de los eufemismos que se han utilizado para ocultar las verdaderas razones de la oposición del catalanismo al sistema autonómico español.

Porque ni el centralismo ha perjudicado a Cataluña en la historia reciente más que a otras regiones de España -más bien ha sido al contrario-, ni durante la democracia el sistema de financiación autonómica ha castigado a los catalanes, porque durante muchas legislaturas también ha sido lo contrario. De hecho, el pactismo de la clase política catalana ha exprimido durante cuatro décadas la desafección, con amenazas constantes que tampoco son nuevas en la historia ni en las Cortes españolas. Como dijo Ortega y Gasset en el Congreso de los Diputados, en mayo de 1932, en un debate sobre el estatuto catalán, se trata de amagar para obtener. Ortega lo hizo citando a Unamuno, un pájaro de la pampa argentina y unos versos de Martín Fierro: los nacionalistas catalanes “hacen como los teros. / Para esconder sus niditos, / en un lado pegan los gritos / y en otro tienen los huevos.”

Cuando el pactismo anual, en los Presupuestos del Estado, ha sido insuficiente para tapar el desastre de gestión del Gobierno autonómico catalán, acuciado por la crisis económica, es cuando ha sobrevenido el órdago independentista de estos días. Los problemas de los catalanes, se dice ahora, se deben a que Cataluña ha estado atada de pies y manos por el Estado español. Por eso, la independencia resolverá todos los problemas. Y muchos emigrantes andaluces, y muchos de sus hijos y nietos, acaban creyéndose el discurso de la desafección, como aquellos que se presentaron, hace un par de años, en un vídeo de la Asamblea Nacional Catalana, a compás de flamenco, y que sirven de exponente de la profundidad de calado de la propaganda independentista.

Cataluña ha gozado del mayor autogobierno de toda su historia. Y para tapar la una mala gestión, se agitan la ''desafección'' y los ''problemas de encaje''

Un reconocido historiador catalán, Jaume Vicens Vives, reflejó en su libro ‘Noticia de Cataluña’ la peculiar forma que tenían los catalanes de rebelarse contra los problemas. Decía así: “Cuando la realidad nos disgusta, surgen la añoranza y el vapuleo. La añoranza es echar de menos algo que nos ha cautivado. Vapulear es dar la espalda a todo lo que ocupa nuestra existencia, sean acertadas las razones esgrimidas o no. La añoranza y el vapuleo llevan hacia la ruptura, fase precursora de la rauxa. (…) Cuando nos hemos cerrado en banda, no ha sido posible avanzar ni retroceder. Nos hemos obcecado y nos hemos preparado para dar las coces de la rauxa. Esto ha sido un mal a lo largo de nuestra vida colectiva, porque ha sido una actitud contraria a nuestra tradición pactista y ha preparado el advenimiento del todo o nada”.

Por eso, a los emigrantes andaluces en Cataluña, una sola certeza: el momento histórico de ruptura que se vive en Cataluña ni es nuevo ni se debe a ninguna opresión del Estado español en democracia. Eso es mentira. Cataluña ha gozado en estos 30 años del mayor autogobierno de toda su historia. Y para tapar la realidad de una mala gestión del autogobierno, se agitan la “desafección” y los “problemas de encaje”. Es la frase de antes de Vicens Vives en forma de bucle: “Cuando la realidad nos disgusta, surgen la añoranza y el vapuleo”.

[A principios de la década de los setenta del siglo pasado, en Cataluña vivían 840.000 personas nacidas en Andalucía, fruto del que, quizás, ha sido el mayor flujo de emigración vivido en España. En la etapa de la Transición democrática, la población andaluza en Cataluña superaba el millón de habitantes. Tan importante ha sido, y es, la influencia de la emigración andaluza en Cataluña que en aquellos años se la conocía como “la novena provincia andaluza”. En el llamado ‘procés’ de independencia, las referencias despectivas hacia Andalucía han sido continuas. Conviene, por tanto, en esta campaña electoral del 27-S, desarmar algunos tópicos del independentismo catalán. Porque se puede ser emigrante andaluz y defender la independencia de Cataluña; lo que no se puede es mentir y sobre esa mentira justificar un voto. Ningún emigrante andaluz debe sentirse acomplejado por mentiras sobre su origen]

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