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Marta del Castillo, de la tragedia al show
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Javier Caraballo

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Marta del Castillo, de la tragedia al show

Se confirmó la expectativa: Delante de los cámaras se colocó un tipo vestido de negro y unas gafas de sol. En ese instante, se había convertido en un show televisivo, mendaz y cruel

Foto: El padre de Marta rodado de cámaras de televisión. (EFE)
El padre de Marta rodado de cámaras de televisión. (EFE)

La puerta de la Audiencia de Sevilla, acaso como los soportales y las explanadas de entrada de otros muchos palacios de justicia de España, tiene días en los que el trasiego normal de gente que va y que viene, togados, ladrones y curiosos, se convulsiona con un acontecimiento superior, un juicio que ese día incorpora a la rutina diaria decenas de cámaras de televisión, fotógrafos y periodistas. Suelen ser siempre juicios políticos, la declaración de un corrupto que llega altanero y chulesco, o los procesos por un asesinato que ha conmocionado a la sociedad, y se espera la llegada del furgón policial en el que llega el asesino, cabizbajo, con las manos esposadas a la espalda y una camisa sobre la cabeza para ocultar la cara. El lunes pasado fue uno de esos días. Desde primeras horas de la mañana, los periodistas apostados en hilera a las puertas de la Audiencia hacían presagiar que era un día de juicios importantes. Al poco, se confirmó la expectativa: Delante de los cámaras se colocó un tipo vestido de negro, capucha, una polaina que le cubría la cara y unas gafas de sol.

Definitivamente, en ese instante, la tragedia enorme de Marta del Castillo se había convertido en un show televisivo, mendaz y cruel. Ni el tipo que dice ser un infiltrado ha sido jamás un infiltrado de la Policía, ni su interés es el de colaborar con la Justicia ni las pruebas que dice poseer aportan nada a una investigación que, desde noviembre de 2011, está cerrada con sentencia firme. Y una sola pieza abierta para mantener viva la búsqueda del cadáver que el asesino ha mantenido oculta y camuflada con sucesivas versiones.

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El padre de Marta del Castillo, Anonio del Castillo. (EFE)

¿Un infiltrado? “Nunca lo ha sido”, sostienen, contundentes, a El Confidencial quienes han dirigido, desde hace seis años, las investigaciones por el asesinato de Marta del Castillo, en los juzgados y en el Grupo de Menores de la Policía. La figura como tal, de infiltrado, que puede ser común en las investigaciones policiales, no se corresponde con quien dice serlo y se planta en las televisiones, vestido de negro, afirmando lo contrario. Su versión es que, de acuerdo con la Policía, se mantuvo dos años y medio infiltrado en el entorno de uno de uno de los implicados en el asesinato, el llamado ‘Cuco’, un menor que fue condenado por encubrimiento. La verdad es otra. El ‘falso infiltrado’ es, en realidad, un confidente de la Policía, anterior al asesinato de Marta del Castillo, que, cuando se produce el asesinato, se ofrece voluntario para aportar alguna información que pueda obtener. Como suele suceder con otros confidentes, el historial de este confidente está plagado de antecedentes policiales. Estafa, falsificaciones, robo, tráfico de drogas

“Marta del Castillo desaparece el 24 de enero de 2009 y, en cuanto se estrecha el círculo sobre los responsables del asesinato, comienzan a presentarse ante la policía personas que dicen que quieren colaborar y que pueden ofrecer algunos testimonios o pruebas”, afirman los investigadores. “Como sucede en estos casos, la mayoría de estos testimonios son desechables, bien porque no son creíbles o porque son irrelevantes, mientras que otros sí son de una gran utilidad. El ‘falso infiltrado’ es una de las 600 personas que se presentan a la Policía para colaborar”.

De acuerdo con este relato, el ‘falso infiltrado’ colabora con la Policía desde octubre de 2010 hasta marzo de 2011. Lo que, según los investigadores, desvela en ese tiempo son detalles, más o menos procaces y groseros, de la familia de El Cuco pero que, en realidad, no aportan ninguna información relevante a la investigación. En una ocasión, incluso, aporta un cd con grabaciones de la madre de El Cuco, como ahora, pero con idéntico resultado: nada relevante. Por ello, en marzo de 2011, el “falso infiltrado” deja de colaborar con la Policía que investiga el asesinato de Marta del Castillo porque los investigadores deciden centrarse en otros testimonios que sí aportan información valiosa para la investigación.

El ‘falso infiltrado’ sigue haciendo grabaciones en el entorno de El Cuco con el ánimo previsible de comercializarlas posteriormente

Lo más llamativo de todo, lo más significativo, se produce a partir de ese momento. Pese a no estar colaborando ya con la Policía, el ‘falso infiltrado’ sigue haciendo grabaciones en el entorno de El Cuco con el ánimo previsible de comercializarlas posteriormente. Es lo que sucede cuando, a principios de septiembre pasado, irrumpe en algunas televisiones de la mañana como una gran exclusiva periodística. La línea argumental parece un misil a las investigaciones: un infiltrado que tiene información relevante para esclarecer completamente el asesinato de Marta del Castillo. Pero sólo se trata de un ardid, en realidad el único interés del ‘falso infiltrado’ es rentabilizar su mercancía en los magacines de televisión de la mañana. Tan clara está su intención que, de hecho, lo único que oculta el ‘falso infiltrado’ es que se negó a entregar las grabaciones a la Policía. Porque si lo hubiera hecho, a principios de septiembre, cuando aparecieron las primeras noticias, no hubiera podido estirar la ‘gran exclusiva’ durante casi dos meses.

¿Qué ocurrió, entonces? Como queda dicho, durante los meses que colabora con la Policía no ofrece ninguna información relevante. Los investigadores le pierden el rastro hasta que, a principios de septiembre, se publican las primeras informaciones sobre la existencia de un infiltrado. “La Policía, de acuerdo con el titular del juzgado número 4, Francisco de Asís Molina, localiza al individuo y comprueba que se trata de un antiguo confidente, que colaboró en este caso, y del que nunca más volvió a saber nada. Una vez identificado, lo llama a declarar”, afirman. Primero llama a declarar, el 10 de septiembre, al padre de Marta, Antonio del Castillo, ya que también él aseguraba tener en su poder las grabaciones. La Policía le pregunta si ha oído las grabaciones y si de las mismas se puede deducir alguna prueba válida sobre el cadáver de Marta del Castillo. El padre de Marta, que ha oído las cintas o al menos parte de ellas, no concreta ninguna prueba de nada. Un día después, y esto es lo más relevante, la Policía llama a declarar al “falso infiltrado” y para sorpresa de los agentes, el tipo acude a la Policía con un abogado y se niega a declarar. Tampoco quiere entregar las cintas. Es normal: si lo hubiera hecho, habría arruinado dos meses de espectáculos televisivos.

El tipo acude con un abogado y se niega a declarar. Tampoco quiere entregar las cintas. Es normal: habría arruinado dos meses de espectáculos televisivos

Es justo por eso por lo que el juez se niega a recibirlo, cuando el lunes pasado, 20 de octubre, el ‘falso infiltrado’ convoca a todas las televisiones a la puerta del juzgado para entregar las cintas. “No íbamos a colaborar con el espectáculo”, dicen en el Juzgado. Entre otras cosas, porque cuando el ‘falso infiltrado’ decide entregar las cintas, casi un mes y medio después de que se negara a entregárselas a la Policía, ya ha troceado en distintos programas de televisiones privadas el supuesto contenido de sus grabaciones. ¿Y qué aporta? Una nueva versión, la octava o la novena, del paradero del cadáver de Marta del Castillo: el ‘falso infiltrado’ dice que conoció a un rumano que le contó que un compatriota suyo, que ya no está en España, le dijo que colaboró con Miguel Carcaño, el asesino confeso, en la desaparición del cadáver, después de descuartizarlo. Todo eso, en un relato plagado de contradicciones y divagaciones.

Desolación. Cuando, finalmente, las famosas 600 horas de grabación del ‘falso infiltrado’ lleguen a la Policía, que es a donde las remitirá el fiscal que las ha recibido, los investigadores las transcribirán y se incorporarán a un sumario que parece infinito. Esa es la desolación. Cuatro años después de la sentencia, el ‘caso Marta del Castillo’ se presenta ante la opinión pública como un caso no resuelto. Se habla del asesinato de Marta de Castillo como si fuera un caso pendiente de investigar y de resolver, cuando resulta que el asesino confeso está en la cárcel desde pocas semanas después de la desaparición de la joven y que está condenado a 21 años y 3 meses de cárcel. Pero aquel día, el lunes pasado, el ‘falso infiltrado’ acudió a la Audiencia de Sevilla con un decorado de incondicionales que exhibían carteles con la cara de la víctima y los lemas habituales que acompaña al “Todos somos Marta”: “Queremos Justicia ya”, “Leyes deficientes, justicia inexistente”. Y al otro lado, eso: un show televisivo cruel y mendaz.

La puerta de la Audiencia de Sevilla, acaso como los soportales y las explanadas de entrada de otros muchos palacios de justicia de España, tiene días en los que el trasiego normal de gente que va y que viene, togados, ladrones y curiosos, se convulsiona con un acontecimiento superior, un juicio que ese día incorpora a la rutina diaria decenas de cámaras de televisión, fotógrafos y periodistas. Suelen ser siempre juicios políticos, la declaración de un corrupto que llega altanero y chulesco, o los procesos por un asesinato que ha conmocionado a la sociedad, y se espera la llegada del furgón policial en el que llega el asesino, cabizbajo, con las manos esposadas a la espalda y una camisa sobre la cabeza para ocultar la cara. El lunes pasado fue uno de esos días. Desde primeras horas de la mañana, los periodistas apostados en hilera a las puertas de la Audiencia hacían presagiar que era un día de juicios importantes. Al poco, se confirmó la expectativa: Delante de los cámaras se colocó un tipo vestido de negro, capucha, una polaina que le cubría la cara y unas gafas de sol.

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