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La política en cinco frases
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Javier Caraballo

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La política en cinco frases

Cosas así, que no dicen nada en realidad pero que contienen algunas palabras o expresiones clave como “consenso” o “poner en valor”, que forman parte de todo discurso político

Foto: Mitin central de la campaña del PP en Las Rozas, Madrid. (EFE)
Mitin central de la campaña del PP en Las Rozas, Madrid. (EFE)

Se extendió hace unos años una especie de ‘sopa de palabras’ con la que se podía componer un discurso político con la sola combinación de todas las expresiones que allí aparecían. Lo de menos era la pregunta porque siempre se podía contestar cogiendo palabras de aquí y de allí. “Se trata de un asunto de crucial importancia que estudiaremos con todo detenimiento. Necesitamos poner en valor todo aquello que nos une para sacar adelante un proyecto de consenso, acorde con las necesidades reales de los ciudadanos y ciudadanas que desatiende este Gobierno y con las que mi partido se compromete”. Cosas así, que no dicen nada en realidad pero que contienen algunas palabras o expresiones clave como “consenso” o “poner en valor”, que forman parte de todo discurso político. Ocurre lo mismo con otro tipo de expresiones que siempre se pueden oír en los discursos políticos. En algún momento, todos los dirigentes políticos han utilizado estas frases en sus discursos para dar imagen de campechanía, de responsabilidad de Estado o de contundencia legislativa.

1.- “La gente me pide por la calle…”

Es un clásico. Para aparentar una cercanía que no existe, y un contacto con la calle que no es real, casi todos los dirigentes políticos, no importa el partido, han utilizado en alguna ocasión esta expresión. “La gente me pide por la calle”, dicen, como si fueran por las aceras, parándose con los vecinos y oyendo sus opiniones. A Esperanza Aguirre la gente le pedía por la calle que se presentara a la Alcaldía de Madrid; a Susana Díaz, la gente le pedía por la calle que no me fuera, "que primero arregle esto”; a Alberto Garzón la gente le pedía por la calle “que nos unamos, me lo pide todo el mundo y todo el rato”.

Así podría seguirse hasta completar todo el arco político, con la curiosa coincidencia de que la gente siempre pide aquello que los políticos anhelan. El no va más de “la gente me pide por la calle” hay que adjudicárselo, no obstante, al ministro de Educación, Iñigo Méndez de Vigo, cuando dijo: “La gente me pide por la calle un gran pacto en Educación”. En una derivada patética del contacto inventado con la gente, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, tiene por costumbre mencionar a una joven que, según dice, se le ha acercado antes de subir al atril para contarle su problema laboral. Una vez se llama Valeria, otras veces Juana. Pero siempre es mujer, siempre joven y siempre tiene el mismo problema de trabajo.

2.- “No hemos sabido explicarlo…”

Cada vez que un Gobierno aprueba una ley que levanta ampollas en la ciudadanía, que subleva al personal, la explicación más recurrente es esa: “No hemos sabido explicarlo”. Es un giro curioso, que lo que evidencia, sobre todo, es la desconsideración que se tiene con la ciudadanía, a la que trata como un cuerpo social inmaduro, infantil. Pero la realidad es otra: cuando se aprueba una subida de impuestos desmesurada o cuando se recortan derechos básicos y la gente se subleva, no es que no lo entienda; lo entiende perfectamente y por eso se cabrean. Pero se dice eso, “no lo hemos sabido explicar”, y parece que lo que se exige en la calle no es que se derogue esa medida sino que se lo adornen con más palabras. Es la forma más sutil y grosera de tomarnos por tontos, porque es igual que decir “no has sabido entenderlo”.

3.- “No es casualidad que...”

Frase típica de la corrupción. Cuando un partido político se ve sorprendido por un caso de corrupción, la reacción más corriente de sus dirigentes es intentar establecer una relación entre la denuncia y un interés oculto, para así aparentar que existe una conspiración en marcha. En Andalucía, en numerosas ocasiones los dirigentes socialistas han vinculado con esa fórmula las investigaciones policiales con la cercanía de algunas campañas electorales o con un intento espurio de “ganar en los tribunales lo que se pierde en las urnas”.

En Cataluña, recientemente, el “no es casualidad” se ha convertido en un lugar común y cada vez que se amplía la investigación por la trama de los Pujol o por las comisiones ilegales de Convergencia, surge un Homs o un Mas que tiene claro que “lo que ha pasado hoy no es casual, otra vez en un día crucial” del proceso independentista. En otras muchas ocasiones, en vez de el “no es casualidad” lo que se dice ante una denuncia de corrupción es que se trata de “un montaje”, con idéntico objetivo: crear confusión. Luego, se añade eso de “tolerancia cero contra la corrupción”, se le añade un poco de “caiga quien caiga”, y ya está solventado el problema.

4.- “Se trata de un hecho puntual”

Cuando se le quiere quitar importancia a algo, los políticos dicen eso. Un accidente laboral que, de pronto, sorprende por la falta de medidas de seguridad y los fallos de la inspección: “es un hecho puntual”. Un profesor denuncia la agresión de unos padres, “es un hecho puntual”. Y así se evitan las críticas a la degeneración del sistema educativo. Un enfermo se muere esperando en los pasillos o por las listas de espera, lo mismo: “es un hecho puntual”. A menudo, el “hecho puntual” se acompaña de un verbo al alza en política: “criminalizar. Por un hecho puntual, no se puede criminalizar nada. En el lenguaje político, criminalizar, que es atribuir a alguien un hecho criminal, se utiliza en lugar de “culpar”, que sería lo suyo, pero suena menos contundente. “No se pude criminalizar a la Sanidad por un hecho puntual”. Y así.

5.- Debemos poner en valor

Odio ese galicismo. De todas las expresiones, cada vez que un dirigente político incluye en su discurso que se trata de “poner en valor” alguna cosa, doy un brinco en la silla. Hasta el rey Felipe VI dijo el otro día, en su discurso de Navidad, que lo que tenía que hacer España era “poner en valor lo que hemos construido juntos”. Está tan achicharrada la expresión, tan manoseada, tan vulgarizada, que se ha convertido ya en una alerta de mediocridad. Porque se suelta y ya no hay que explicar nada más.

¿Qué hay que hacer con el turismo? “Pues que hay que ponerlo en valor” ¿Qué piensa de la cultura? “Hay que ponerla en valor” Los ayuntamientos prometen “poner en valor” desde las piscinas municipales hasta el patrimonio que tienen abandonado. Se ponen en valor los parques, las carreteras, los ambulatorios, los festivales de música y los procesos industriales. En el aniversario de un poeta olvidado, el compromiso es el de “ponerlo en valor”. Se ponen en valor las cerezas del Jerte y los pepinos de Almería. La Fundeu BBVA, pese a todo, asume que “poner en valor” es una expresión correcta y preferible a algunas atrocidades como “valorizar”, que también se usa mucho en política. Mi recomendación va más allá: ‘poner en valor’, además de una plaga del lenguaje, es una muestra evidente de mediocridad y falta de ideas.

Se extendió hace unos años una especie de ‘sopa de palabras’ con la que se podía componer un discurso político con la sola combinación de todas las expresiones que allí aparecían. Lo de menos era la pregunta porque siempre se podía contestar cogiendo palabras de aquí y de allí. “Se trata de un asunto de crucial importancia que estudiaremos con todo detenimiento. Necesitamos poner en valor todo aquello que nos une para sacar adelante un proyecto de consenso, acorde con las necesidades reales de los ciudadanos y ciudadanas que desatiende este Gobierno y con las que mi partido se compromete”. Cosas así, que no dicen nada en realidad pero que contienen algunas palabras o expresiones clave como “consenso” o “poner en valor”, que forman parte de todo discurso político. Ocurre lo mismo con otro tipo de expresiones que siempre se pueden oír en los discursos políticos. En algún momento, todos los dirigentes políticos han utilizado estas frases en sus discursos para dar imagen de campechanía, de responsabilidad de Estado o de contundencia legislativa.

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