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Javier Caraballo

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Los nuevos indignados

Con Podemos la desproporción existe desde el principio. Más allá de la critica, o incluso de la sátira por las cosas que hacen o dicen, han localizado en ese partido al maligno. Son los nuevos indignados

Foto: Manuela Carmena, con los reyes de la cabalgata de Madrid. (EFE)
Manuela Carmena, con los reyes de la cabalgata de Madrid. (EFE)

Existe una llamativa propensión en España a exagerar todo aquello que rodea a Podemos. El fenómeno es llamativo porque el objetivo teórico de la exageración es debilitar a Podemos y, por lo que se está viendo desde el principio, lo único que consigue es lo contrario, su afianzamiento. Como ahora, con la ridícula ofensiva contra la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, por la cabalgata de Reyes de la capital. A ver, para aclararnos desde el principio, es evidente que esa cabalgata puede parecerle a muchos hortera, disparatada o provocativa, igual que a otros les parecerá original, colorista e innovadora, pero no se trata de eso; la historia es la trascendencia que se le concede. ¿De verdad que alguien piensa que una cosa así supone un hachazo mortal a la inocencia de los niños? ¿De verdad? ¿Por el hecho de que el rey mago vaya vestido de mago se destroza la infancia de los niños de Madrid? ¿Acaso las cabalgatas de las otras ciudades son más religiosas?

Eso es lo ridículo, la desproporción. Y con Podemos sucede desde el principio. Más allá de la critica política, o incluso de la sátira política por las cosas que hacen o dicen, han localizado en ese partido al maligno. Son los nuevos indignados. Todo lo que haga Podemos y todo lo que no haga, todo lo que piense o todo lo que piensen que se piensa, es motivo de indignación.

La última ha sido esta de la cabalgata de Madrid, que todavía se arrastra. Aquí mismo, en El Confidencial, una de las portavoces de la oposición en el Ayuntamiento de Madrid, Begoña Villacís, repetía una escena de aturdimiento familiar que han repetido otros, mientras pasaba la cabalgata y ella la presenciaba junto a sus hijas menores de edad. La letra de un villancico fue lo que perturbó a la portavoz de Ciudadanos, porque el villancico en cuestión decía: “Vengo de moler de los molinos, de en medio duermo con la molinera, y no me cobra si trabajo, no lo sabe el molinero y olé”. De cosas como ésta, extrae la ciudadana Villacís algunas conclusiones severas: la Navidad estaba ausente de la cabalgata, que se ha convertido en un escenario político, hurtándosela a los niños.

Volvemos a lo anterior: de acuerdo en que la cabalgata de Madrid prescinde casi al completo, en la escenografía, de la religiosidad, pero, ¿de verdad cree Begoña Villacís que ha sido la primera en hacerlo? Este mismo año, en Sevilla, la carrozas más celebrada ha sido la de Star Wars. Desde que soy niño, el mundo Disney es el que prevalece en las carrozas de Reyes Magos, no el de la religiosidad. He vestido a mis hijos en la cabalgata de pirata, de pato Donald, de conejito o de doncella mora. Y si algo ha influido en su religiosidad, no ha sido, precisamente, la cabalgata de Reyes.

¿Y el villancico verde? Pues eso, que si Begoña Villacís se sonroja con lo que oyó en Madrid, es porque no conoce Jerez. Allí se cantan villancicos como el de La Micaela: “Estando la Micaela sentadita en su balcón le ha dado una fatiga y llamaron al doctor. Le puso el doctor la mano en la frente y dijo Micaela: 'Ay, doctor, que estoy caliente. Le puso el doctor la mano en la boca y dijo Micaela: 'Ay, doctor, que me vuelvo loca'. Le puso el doctor la mano en el pecho y dijo Micaela: 'Por ahí se va derecho. Que dale, que toma, que azúcar y canela que no hay quién le dé con el mal a la Micaela”. ¿Por qué nadie ha puesto el grito en el cielo con la pérdida de religiosidad de los jerezanos? Sencillamente, porque nadie es tan bobo como para confundir la fiesta con los altares.

¿Qué le pasa a la Micaela?

De todas formas, por suerte, ni Begoña Villacís ni nadie de Ciudadanos se podría señalar como representante de los nuevos indignados. Ese movimiento es más reaccionario. Lo representa bien, por ejemplo, la exdiputada del PP Cayetana Álvarez de Toledo, erigida en su entorno como musa de las esencias españolas. Su tuit famoso, “no te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena. Jamás”, ha ascendido a la cumbre de la indignación impostada, ridícula en cuanto se observa lo sucedido con una mínima distancia objetiva.

Volvemos a lo de antes: vale que el traje del rey mago de Madrid pueda parecer estrafalario e inapropiado, pero ¿de verdad que justifica una reacción así? Es como ver a Cayetana sobre la Cibeles, proclamando a los cuatro vientos su maldición bíblica a la alcaldesa hereje. En la capital andaluza, uno de los reyes de la Cabalgata era el presidente del Sevilla Fútbol Club y se pasó el recorrido con una bufanda de su equipo, al igual que los pajes, y cantando sus himnos futbolísticos. ¿Habría algo más impactante para un niño, sumido en su inocencia, que comprobar que el rey mago era sevillista, del equipo rival, encima? En el esquema mental de los nuevos indignados, ese gesto sería totalitario, sectario, leninista, invasor de las tradiciones más seculares que nos sustentan como sociedad. Pero no ha pasado de la patochada, sin más relevancia porque no la tiene.

Los nuevos indignados espantan porque logran lo contrario de lo que buscan y, sobre todo, porque a España le sobra cainismo político y tensión social

Desde que Podemos irrumpió en la realidad política española, los nuevos indignados han alertado, por etapas, del comunismo venezolano que se venía encima. Pablo Iglesias ha sido un etarra camuflado, un dictador maquillado, un peligroso radical ansioso de poder, un separatista frívolo que quiere romper España. “Mientras haya un pirata enfrente como Estados Unidos, violando el derecho internacional y apretando a una pequeña nación llamada Cuba, el comandante Fidel y yo, en la misma trinchera, disparamos contra él. Y después, entre tiro y tiro, podemos discutir ciertas cosas en las que a lo mejor no estamos de acuerdo”. ¿Es para espantarse oír eso de boca de un dirigente político en España? Pues esa es la cuestión, que la parrafada anterior no es de nadie de Podemos, sino de Julio Anguita, hace bastante tiempo, y nadie ha considerado que la presencia de Izquierda Unida es una amenaza para la democracia en España.

Nada nuevo hay en el panorama político español con la llegada de Podemos con respecto a lo que ya existía. Y la repulsión de los nuevos indignados es idéntica a la que producen quienes, desde otros extremos, también buscan agitación, incertidumbre, miedos. Por eso espantan tanto. Además porque consiguen lo contrario de lo que buscan y, sobre todo, porque lo único que le sobra a España es cainismo político y tensión social. Quienes únicamente deben temer a Podemos son las fuerzas de izquierda, que están viendo en peligro su tradicional hegemonía electoral. Pero esa cuestión, en fin, que la ventilen ellos.

Existe una llamativa propensión en España a exagerar todo aquello que rodea a Podemos. El fenómeno es llamativo porque el objetivo teórico de la exageración es debilitar a Podemos y, por lo que se está viendo desde el principio, lo único que consigue es lo contrario, su afianzamiento. Como ahora, con la ridícula ofensiva contra la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, por la cabalgata de Reyes de la capital. A ver, para aclararnos desde el principio, es evidente que esa cabalgata puede parecerle a muchos hortera, disparatada o provocativa, igual que a otros les parecerá original, colorista e innovadora, pero no se trata de eso; la historia es la trascendencia que se le concede. ¿De verdad que alguien piensa que una cosa así supone un hachazo mortal a la inocencia de los niños? ¿De verdad? ¿Por el hecho de que el rey mago vaya vestido de mago se destroza la infancia de los niños de Madrid? ¿Acaso las cabalgatas de las otras ciudades son más religiosas?

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