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Ser antisistema y no saberlo
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Javier Caraballo

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Ser antisistema y no saberlo

Han sido el PSOE y el PP los partidos políticos que más daño han hecho a las instituciones, los que más han dañado la credibilidad del sistema político, de la política misma

Foto: Manifestación convocada por el movimiento 15-M. (EFE)
Manifestación convocada por el movimiento 15-M. (EFE)

“Quienes más daño han hecho al sistema político y a las instituciones en España han sido el Partido Popular y el PSOE. ¿No son esos, acaso, los objetivos teóricos de un movimiento antisistema?”. Lancé la pregunta al aire y el silencio solo duró unos segundos; a partir de esa leve pausa, el más moderado lo achacó a “un ataque de locura”, dijo, y me miró con los ojos de pesadumbre con los que un psiquiatra diagnostica una enajenación mental transitoria.

“¿Cómo se puede acusar al PP y al PSOE de ser partidos antisistema?”, se preguntaban ojipláticos, y es justo ahí donde está la confusión de origen porque lo que nadie puede poner en duda es la contribución de populares y socialistas a la consolidación de la democracia en España tras la muerte de Franco. Pero la Transición ya pasó y, por muy elevada que sea la valoración que tengamos de ese periodo en la historia, lo que no le concede a nadie ni a nada es un salvoconducto democrático para no tener que dar más explicaciones. La Transición no es un marchamo de infalibilidad democrática, que es lo que pretenden algunos sutilmente; la Transición es el mejor periodo de la historia reciente de España, pero hay quien la presenta como si fuera la ‘sacrosanta Transición’ para esconder vergüenzas posteriores.

"Cuando uno pide esfuerzos a la población, tiene que ser muy riguroso para no crear una irritación y no puede haber ninguna sombra de corrupción"

Que sí, que han sido el PSOE y el PP los partidos políticos que más daño han hecho a las instituciones, los que más han dañado la credibilidad del sistema político, de la política misma, y para decirlo así solo hay que poner en una misma frase, sujeto y predicado, lo que todo el mundo comparte ya en España. ¿O es que alguien discute a estas alturas las consecuencias devastadoras de la corrupción política en el sistema político español? Cuando llegó la crisis económica, la sociedad española solo tuvo que sumar dos y dos: los mismos dirigentes que estaban enfangados con la corrupción eran quien habían llevado el país a la quiebra. La consecuencia inmediata, tras esa simple ecuación sociológica, fue el descrédito de todo el sistema político existente, la máxima aspiración que se le calcula a un movimiento antisistema.

Podrá alegarse que la crisis que ha sacudido España venía de lejos, que se trataba de una crisis financiera internacional que no se le puede achacar a un país. Es cierto. Pero, en el caso de España, la secuencia que se produjo tuvo efectos letales que no se reproducen por igual en otros países, aunque la mayoría de los populismos que afloran por muchos rincones del mundo tienen un origen similar. Es un cóctel letal que contiene privilegios políticos, corrupción, crisis económica y recortes sociales.

Muchos han querido ver en Ciudadanos y Podemos una amenaza al sistema, como si fueran los recién llegados los causantes del deterioro político

Un afamado economista de Edimburgo, Angus Deaton, que fue Nobel de Economía en 2015, estuvo hace un par de semanas en Valencia, con motivo de los premios Jaime I, y se refirió en términos muy parecidos a la situación de España: “La combinación de pedir austeridad y después mostrar debilidad frente a la corrupción es una bomba social. Cuando uno pide esfuerzos a la población, tiene que ser muy riguroso para no crear una irritación y no puede haber ninguna sombra de corrupción”, dijo este premio Nobel.

Deaton, de todas formas, extendió el análisis más allá y aplicó la misma lógica a otros populismos, como el que se vive en Estados Unidos con un tipo como Donald Trump. “La clase trabajadora de Estados Unidos, sobre todo los blancos, ha visto cómo perdía poder adquisitivo a raíz de la crisis financiera. Y cómo algunos banqueros que cometieron delitos han salido libres o prácticamente sin ninguna condena. Esa mezcla ha sido lo bastante explosiva como para que ahora haya un sentimiento que busca una revancha desde el populismo”, afirmó Deaton.

Cuando han irrumpido en el panorama político español dos partidos políticos nuevos, como Ciudadanos y Podemos, muchos han querido ver en esos partidos una amenaza al sistema, como si fueran los recién llegados los causantes del deterioro político. Lo dicen y lo repiten muchos dirigentes de los partidos tradicionales del bipartidismo, pero también lo utilizan muchos veteranos periodistas españoles como argumento en sus análisis de la situación. "El peligro es lo nuevo", parecen decir en una invocación freudiana. Se trata, sin embargo, de una reacción de autodefensa que en algunos casos llega a lo que se decía antes, a la invocación de los protagonistas de la Transición como si tuvieran inmunidad democrática de por vida. Pero no es así.

Que el 15-M no se haya enquistado en la calle es un éxito de la democracia española, como una segunda transición callejera que nadie había programado

Si nos remontamos a las manifestaciones del 15-M, como primera expresión del hastío social hacia la clase política y origen de los nuevos partidos políticos, habremos de concluir que, al final, lo que han supuesto es la revitalización del sistema político, de la democracia misma, porque aquellos que se sentaban en las plazas y renegaban de las instituciones, aquellos que gritaban “no nos representan”, están ahora en esas instituciones. Que haya sucedido, que el 15-M no se haya enquistado en la calle, es un éxito de la democracia española, como una segunda transición callejera que nadie había programado cuando peor estaban las cosas. Gracias a que el sistema estaba resentido, pero no vencido, la democracia y el Estado de derecho han encauzado aquella protesta que no creía en las instituciones y ha sentado en los escaños a quienes se sentaban en las plazas.

Lo que tenga que venir en adelante, cuando se asiente el panorama político y, progresivamente, vaya confluyendo en un nuevo bipartidismo, el que surja de la confrontación actual de cuatro partidos, será un nuevo sistema político que habrá nacido de las cenizas del que ha imperado durante tres décadas en España. Y entonces solo habrá que confiar en que la clase política haya aprendido la lección. Ser antisistema y no saberlo es lo peor que puede pasar.

“Quienes más daño han hecho al sistema político y a las instituciones en España han sido el Partido Popular y el PSOE. ¿No son esos, acaso, los objetivos teóricos de un movimiento antisistema?”. Lancé la pregunta al aire y el silencio solo duró unos segundos; a partir de esa leve pausa, el más moderado lo achacó a “un ataque de locura”, dijo, y me miró con los ojos de pesadumbre con los que un psiquiatra diagnostica una enajenación mental transitoria.

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