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Obama, 'go home': la izquierda de la pegatina airea el antiamericanismo
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Javier Caraballo

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Obama, 'go home': la izquierda de la pegatina airea el antiamericanismo

Pese a la fijeza de los que protestan contra la presencia del mandatario estadounidense, al final lo único que se recordará serán los gestos de una visita marcada por la tragedia

Foto: El TTIP y la presencia de Obama resucitan las 'Marchas de la Dignidad'. (EFE)
El TTIP y la presencia de Obama resucitan las 'Marchas de la Dignidad'. (EFE)

La pegatina es el símbolo absoluto. Hay quien no entiende la izquierda sin la pegatina, refugio último de la utopía, de la batalla final, de la lucha contra el opresor, de la rebeldía social frente al tirano. Todo eso en un trozo de papel que se adhiere al lado del corazón. Los pegatineros siempre están de guardia, en guardia, y el fin de semana que va a pasar en España Barak Obama se les ha presentado como maná caído del cielo. Ahí está ese presidente negro, café cortado, con una bola del mundo entre las manos, con la apariencia de una hamburguesa, a la que el opresor le está dando un mordisco. Y con letras grandes y rojas, el grito siempre esperado: “¡Obama, go home!”.

Todos los tópicos antiyanquis se han reunido este fin de semana para recibir a Obama y complacer las almas pegatineras, que siempre necesitan de esta adrenalina. O como dicen con una ingenuidad que causa ternura, “para que Obama conozca en persona nuestras reivindicaciones”. El domingo, cuando Obama ya esté haciendo las maletas, dos protestas en Madrid y en Sevilla, además de en otras ciudades, desplegarán en un solo acto todo el catálogo de consignas: “Contra el Imperialismo”, “Por la soberanía de los pueblos”, “Contra el pago de la deuda”, “Abajo el FMI y el Banco Mundial”, “¡OTAN no!”, “Bases fuera”, “Abajo el TTIP”. Son las “Marchas de la Dignidad”.

De todos los frentes de ese abanico de tópicos, el más llamativo siempre es el que tiene que ver con la guerra, con las guerras, y es el que suscita mayor número de eslóganes pegatineros. Los argumentos que se utilizan tienen el tamaño justo para que puedan servir por igual para una pintada en la fachada de un edificio, en un mensaje que vuele por las redes sociales o en una frase para las tertulias de la radio o de la tele. “Haz el amor y no la guerra”. En la cadena de tópicos, quizá esta leyenda juvenil será la más inocente, la más justificable, pero, ¿habrá algo más repetido y más insustancial? Como si la elección fuera entre polvos y trincheras. Como si alguna de las guerras más estúpidas de la historia no las hubiera desencadenado un revolcón.

Otra: “En una guerra perdemos todos”. ¿Puede haber una generalización más dañina que esa, más ignorante que esa? Pero sigue la secuencia: “La guerra nunca ha solucionado nada”, como le oí decir en una tertulia a un dirigente de Izquierda Unida con más trienios que la Pasionaria. ¿Cómo que ninguna guerra ha solucionado nunca nada? Ya hay que tener desahogo intelectual para resumir la historia con una patada así, como si el progreso del que disfrutamos ahora no fuera consecuencia de tantas guerras contra la represión, batallas por la libertad; como si la civilización no se hubiera construido sobre los cadáveres de quienes han luchado, se han sacrificado, para acabar con privilegios y prebendas.

La cadena de tópicos en las pegatinas de protesta contra Obama, el imperialismo estadounidense y las bases en suelo español es digna de estudio

Luego están las bases norteamericanas en España, de Rota y de Morón, que se han fortalecido extraordinariamente por los acuerdos alcanzados con los gobiernos de Zapatero y de Rajoy. El año pasado se cumplieron 30 años de la marcha a Rota y para celebrarlo los convocantes echaron el resto en el cartel. El hongo de humo de una bomba nuclear aparecía sobre el pueblo de Rota, sereno y dormido tras una extensa playa de arena fina. Pues ni el apocalipsis de los carteles logró movilizar a la gente; como viene sucediendo, a esa marcha no van más que los convocantes, un centenar o dos de personas de la decena de asociaciones, partidos y sindicatos que la convocan. La llaman ‘histórica’ por la persistencia pese al fracaso, pero no porque haya movilizado a los roteños ni aún en los mejores tiempos de la marcha, cuando Izquierda Unida lograba reunir allí a varios miles de personas. Tanto es así que en 2014, hasta Podemos se desmarcó de la protesta. La asamblea local de Podemos se reunió para analizar su participación en la marcha y decidió ponerse de espalda para defender “los puestos de trabajo que genera en todos los municipios colindantes y la actividad económica que se crea en la comarca”.

¿Pero el espíritu pegatinero puede convivir con ese pragmatismo? Por supuesto. De hecho, ese equilibrio ya ha quedado demostrado en situaciones más flagrantes, como cuando el alcalde de Cádiz, José María González 'Kichi' salió en defensa de la construcción de cinco fragatas en los astilleros gaditanos para Arabia Saudí. Utilizó el mismo argumento: “Se crea empleo directo, indirecto, e inducido para 10.000 familias y, además, si no lo hacemos nosotros lo hará cualquier otro país”. La solución está siempre en tapar el pragmatismo con otra pegatina. Los de Podemos de Rota lo que hicieron fue justificar su no apoyo a la marcha con “la inexistencia de un tejido industrial” en la zona que pudiera acoger los puestos de trabajo. “Con lo cual los trabajadores no se pueden liberar del yugo impuesto”. Ahí quedó. Es imposible encontrar más contradicciones en tan pocas líneas. Este domingo, seguro que Kichi sale otra vez de manifestación antiimperialista.

Las siglas más recientes de la protesta pegatinera son las del TTIP, que ya se repiten con una soltura extraordinaria, como si todo el mundo supiera qué diablos significan. Y es curioso porque una de las críticas más atinadas que se está haciendo a las negociaciones sobre el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Europa, que a eso corresponden las siglas, es la opacidad con la que se están llevando a cabo. Pero se conozcan detalles o no, un par de filtraciones ya sirven para incorporar las siglas al ‘eje del mal’ pegatinero, que también existe. A las alturas del año en las que estamos, lo más probable es que ese tratado nunca acabe firmándose porque Obama, que es quien lo quiere sacar adelante, ya está en ronda de despedidas, y porque Europa está como está, para todo menos para un acuerdo que suponga reunir a todos los parlamentos de los estados miembros para que voten a favor de algo. Pero bueno, con sus sombras legales, que existen, ya podrían los pegatineros aplicarle la misma lógica pragmática a un tratado de libre comercio con Estados Unidos, sueño y deseo durante decenas de años de importantes sectores comerciales e industriales españoles.

Podemos, una vez más, encuentra los giros necesarios para estar a favor de una cosa y de su contraria

Al final, en definitiva, vendrá Obama a España, pasarán los años y lo que se recordará será la visita truncada por la desgracia, la terrible paradoja de que la mayor oleada de enfrentamientos racistas de los últimos decenios se haya producido con un presidente negro en la Casa Blanca. Quedará la cara de Felipe VI, con gesto grave, cuando recibe al presidente en su visita recortada por la tragedia. Quedará la desilusión en Sevilla, con la sensación de ciudad asolada por el implacable sol del verano, con las calles baldeadas, vacías, por las que ya se imaginaba al presidente y a los vecinos en los balcones, lanzando vítores. Y Obama en la Giralda, saludando desde uno de los balcones. ¿Obama, 'go home'? Las pegatinas quedarán desparramadas por el suelo, en el remolino de aire que levante el Air Force One cuando despegue.

La pegatina es el símbolo absoluto. Hay quien no entiende la izquierda sin la pegatina, refugio último de la utopía, de la batalla final, de la lucha contra el opresor, de la rebeldía social frente al tirano. Todo eso en un trozo de papel que se adhiere al lado del corazón. Los pegatineros siempre están de guardia, en guardia, y el fin de semana que va a pasar en España Barak Obama se les ha presentado como maná caído del cielo. Ahí está ese presidente negro, café cortado, con una bola del mundo entre las manos, con la apariencia de una hamburguesa, a la que el opresor le está dando un mordisco. Y con letras grandes y rojas, el grito siempre esperado: “¡Obama, go home!”.

Barack Obama Rey Felipe VI Izquierda Unida