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¿Quién trabaja menos, Susana Díaz o Teresa Rodríguez?
“Se odian y no pueden ocultarlo”, repiten una y otra vez los cronistas parlamentarios. Un choque de trenes previsible en el que, quizá, nunca hubo cortesías ni medias tintas
Si no fueran mujeres y si las dos no fueran de izquierda, este enfrentamiento no sería posible. Si Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía y líder de los socialistas andaluces, y Teresa Rodríguez, portavoz y líder de Podemos en el Parlamento andaluz, fueran otras personas, no sería posible la tensión que se desata, como una tormenta eléctrica, violenta e inesperada, cada vez que una de ellas toma el micrófono en el Parlamento andaluz y la otra espera su turno para responder.
“Se odian y no pueden ocultarlo”, repiten una y otra vez los cronistas parlamentarios andaluces que han seguido la evolución de una enemistad anunciada, un choque de trenes previsible en el que, quizá, nunca hubo cortesías ni medias tintas. En la pelea, las dos emplean las armas más letales, el juego sucio hasta donde lo permite el reglamento. Y la cuestión es que si no fueran mujeres y no fueran de izquierda, las acusaciones que se cruzan se interpretarían como un peligroso discurso contra la actividad política, un insulto del trabajo sindical y, desde luego, una clara demostración de machismo.
Podría decirse que todo arranca de la primera vez que Teresa Rodríguez se subió a la tribuna del Parlamento andaluz y la brearon a insultos para desconcentrarla. Mientras hablaba, desde las filas de la mayoría socialista le decían: “Cállate, bonita, que callada estás más guapa”. Al poco, se sumaron también los del PP: “No tienes ni puta idea”, le decían mientras hablaba. Cuando salió del pleno, Teresa Rodríguez se mostró perpleja, como si le hubieran gastado una inocentada en el primer día de curso: “Al parecer es lo normal… Si yo lo hubiera sabido, habría ido un poco más preparada para enfrentarme a ese 'bullying', que parecía 'bullying' de instituto”. A partir de aquel día, perdida la ‘inocencia’ de la bronca parlamentaria, la relación entre estas dos mujeres fue un 'in crescendo' sostenido hasta alcanzar la tensión explosiva de ahora.
Para descalificar a Podemos, Díaz aseguró que eran “los hijos de Anguita”, que le hacían “el juego sucio a la derecha” y que su motivación era “el odio al PSOE”
¿Quiere decirse que es la primera vez que las fuerzas de izquierda en Andalucía se llevan mal? En absoluto, más bien al contrario: en una tierra como la andaluza, en la que el partido mayoritario siempre ha sido el socialista, la rivalidad política más tensa no se ha dado entre izquierda y derecha, sino entre la propia izquierda. Lo vimos bien hace poco, en vísperas de las últimas elecciones generales de junio. Para descalificar a Podemos, Susana Díaz recurrió a una imagen gráfica que pudieran identificar todos los electores de izquierda y aseguró que eran “los hijos de Anguita”, que le hacían “el juego sucio a la derecha” y que su única motivación era “el odio al PSOE”. Le respondió Anguita con sorna: “Yo maté a Manolete y fui el que inició la Segunda Guerra Mundial, se han quedado cortos”.
En la anterior legislatura andaluza, inmediatamente antes que Teresa Rodríguez, el líder andaluz de Izquierda Unida, Antonio Maíllo, acabó también achicharrado en su relación con Susana Díaz, a pesar de ser socios de gobierno. Lo poco que hablaban, en público o en privado, estaba marcado por la desconfianza y la antipatía: no se podían ver. “A Susana Díaz le puede la 'hybris'. Es un concepto griego: arrogancia, soberbia, desmesura”, dijo Maíllo.
"¿Usted tiene algún sitio al que volver?”, le espetó Teresa Rodríguez a Susana Díaz. “El cortijo de la Junta de Andalucía apesta a corrupción”, añadió
Sin embargo, los enfrentamientos públicos entre la presidenta andaluza y el líder de IU no llegaron nunca a la tensión actual; solo Teresa Rodríguez parece que consigue sacar de sus casillas a Susana Díaz. Y eso es porque desde aquel primer día de ‘gamberradas’ parlamentarias, la líder de Podemos va directa a donde más le pueda doler a Susana Díaz: su dependencia de la política. Es posible que no haya sesión plenaria en la que Teresa Rodríguez no deslice que la única ocupación laboral de Susana Díaz ha sido la política. Hace unos meses, en una de esas refriegas, Podemos presentó una propuesta para regenerar la vida política con eliminación de privilegios y limitación de mandatos, para que nadie se pudiera perpetuar. Están en esas y, en un momento determinado, sucede: gira la cabeza y se cruzan las miradas como balas en un duelo del oeste. “Señora presidenta, cuando tenga su edad volveré a ser profesora de Educación Secundaria. ¿Usted tiene algún sitio al que volver?”, le espetó Teresa Rodríguez a Susana Díaz. De por medio puede haber quedado colgando alguna ráfaga más: “El cortijo de la Junta de Andalucía apesta a corrupción”.
Cuando Susana Díaz le contesta, siempre utiliza dos argumentos que, según intuye, también descolocan a su rival. Le menciona a su pareja, José María González, ‘Kichi’, el alcalde de Cádiz, lo llama mentiroso, y luego le reprocha que más que profesora lo que ha sido siempre es liberada sindical. Y es verdad, Teresa Rodríguez es licenciada en Filología Hispánica y tiene plaza fija en un instituto de Mijas, pero antes de incorporarse a la política estaba como liberada de un sindicato andaluz de educación, Ustea.
Igual que Kichi, también profesor de Historia y también liberado por el mismo sindicato. “Cobrando sin trabajar”, como dijo una vez Susana Díaz de Íñigo Errejón en el Parlamento andaluz por lo de la polémica de la Universidad de Málaga. La cuestión es que dice Susana Díaz esas cosas y es cuando Teresa Rodríguez se revuelve: “Claro, lo que pasa es que usted no podría ser liberada sindical de ningún trabajo porque no ha trabajado en la vida”. “Cuando quiera —le respondió la presidenta andaluza— le doy lecciones de trabajar, de trabajar mucho desde hace muchos años”. Y ahora volvemos a la pregunta inicial. ¿Qué pasaría si estas acusaciones no surgieran entre dos mujeres que son dirigentes de izquierda? ¿Qué dirían los sindicatos? ¿Qué dirían las asociaciones feministas?
‘Armas de mujer’, aquella película de los ochenta en que una ejecutiva agresiva, Sigourney Weaver, le hizo la vida imposible a una prometedora becaria, Melanie Griffith, dejó algunas frases que, desde entonces, han seguido repitiéndose casi más que la propia película. Está la frase más célebre, aquella de “tengo una mente para los negocios y un cuerpo para el pecado, ¿hay algo de malo en eso?”, pero en otro momento, en plena disputa, cuando la becaria se rebela contra su jefa, dice: “No estoy dispuesta a pasarme el resto de mi vida trabajando como una cabrona para nada solo porque hay que seguir ciertas reglas que no fui yo quien estableció”.
A Teresa Rodríguez, que es la recién incorporada a la política andaluza, la advenediza, se le debe haber pasado alguna vez por la cabeza una frase similar cuando contemplaba, en los bancos de enfrente, a Susana Díaz, fiel heredera de la hegemonía socialista y representante clásica de la izquierda en Andalucía. Quizá no fue un lapsus cuando, tras las últimas elecciones andaluzas, Teresa Rodríguez dijo en una entrevista que faltaba un mes para que Susana Díaz fuera “embestida”, en vez de investida. Lo dijo y así ha sucedido. Como ella misma exclamó una vez desde la tribuna del Parlamento: “¡Chúpate esa!”.
Si no fueran mujeres y si las dos no fueran de izquierda, este enfrentamiento no sería posible. Si Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía y líder de los socialistas andaluces, y Teresa Rodríguez, portavoz y líder de Podemos en el Parlamento andaluz, fueran otras personas, no sería posible la tensión que se desata, como una tormenta eléctrica, violenta e inesperada, cada vez que una de ellas toma el micrófono en el Parlamento andaluz y la otra espera su turno para responder.