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Prisa y PSOE, la misma cosa es
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Javier Caraballo

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Prisa y PSOE, la misma cosa es

Desde hace mucho tiempo, el PSOE y Prisa actúan como si fueran una misma cosa, prescindiendo a menudo de sus propias funciones para proteger una cadena de intereses compartidos

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

Desde hace mucho tiempo, en España no se sabe muy bien si lo que existe es un periódico dentro de un partido o un partido dentro de un periódico. Es una de las peculiaridades de este país, que va mucho más allá de la relación habitual que puede existir en cualquier país democrático entre los medios de comunicación y los partidos políticos. La diferencia es sutil y, a la vez, determinante: es razonable que los medios de comunicación tengan ideología, que la expresen en sus comentarios editoriales, pero es detestable que un medio de comunicación se convierta en correa de transmisión de un partido político, por la sencilla razón de que deja de cumplir la función que tiene encomendada como medio de comunicación. Y eso es justamente lo que viene ocurriendo desde hace mucho tiempo entre el PSOE y Prisa, que actúan como si fueran una misma cosa, prescindiendo a menudo de sus propias funciones para proteger una cadena de intereses compartidos.

Lo que ha ocurrido en las últimas semanas en el PSOE, con la operación de acoso y derribo de Pedro Sánchez, tiene mucho que ver con esa relación malsana que se traen entre los dos, y no es precisamente una coincidencia que esa batalla haya estado liderada por los socialistas de Andalucía, que son acaso los que más han intimado con el grupo. Aquella broma antigua que circulaba entre la base, cuando hablaban de la potente "agrupación socialista de 'El País", debió surgir en Andalucía, cuando se hacían recuentos de fuerzas ante cada congreso; contar con el apoyo de esa peculiar agrupación extraoficial era tan importante como contar con los votos de las federaciones socialistas de algunas regiones españolas.

De hecho, como se ha contado aquí en alguna ocasión, la relación del PSOE de Andalucía y de Prisa ha sido tan estrecha que incluso han hecho negocios juntos en la comunidad, como aquella operación oscura de Prensa Sur a principios de este siglo. El negocio consistió, como denunció entonces uno de los propios dirigentes del PSOE andaluz, José Manuel Martínez Rastrojo, exsecretario regional de Finanzas del partido, en venderle al Grupo Prisa la cadena de medios de comunicación, llamada Prensa Sur, que los socialistas crearon clandestinamente, utilizando desde comisiones ilegales hasta préstamos ocultos de las cajas de ahorro andaluzas, también dominadas por ellos. Martínez Rastrojo denunció intereses ocultos en la venta, acusó a Gaspar Zarrías de haber estafado al PSOE, pidió que se investigara en el seno del partido y lo que pasó, como es obvio, es que fue el denunciante el que acabó expulsado del Partido Socialista. Eso ocurrió en 2001.

Borrell denunció en la SER que se trataba de un golpe de Estado chusquero y remató diciendo: “Que yo sepa, Prisa no puede cesar al secretario general del PSOE”

A lo largo de los años posteriores, la operación se completó con la retribución a los distintos medios del Grupo Prisa de una cantidad ingente de publicidad institucional de la Junta de Andalucía, muy superior a la que se destinaba a otros medios de comunicación en Andalucía. ¿Es esa la normal y razonable relación que debe existir entre un medio de comunicación y un partido político? Evidentemente, no. Y quien intente camuflar esa sintonía con una mera coincidencia ideológica no pretende otra cosa que ocultar la verdad.

La misma grosera confusión se ha pretendido plantear con la operación de acoso y derribo de Pedro Sánchez. Es absolutamente legítimo que un medio de comunicación, cualquiera, pudiera estar en desacuerdo con Pedro Sánchez por su forma de dirigir el Partido Socialista o, sencillamente, por sus carencias como líder político. De la misma forma, en el seno del PSOE se podía estar en contra del secretario general porque, como ha sido evidente, no ha sabido frenar durante su mandato la sangría de votos que viene afectando al PSOE desde la caída del zapaterismo. Lo que no es legítimo es utilizar esos argumentos para envolver una campaña de acoso y derribo antidemocrática, de acuerdo a las normas internas del PSOE. Ingenuamente, un veterano socialista, Josep Borrell, denunció, en la propia Cadena SER, que se trataba de una suerte de ‘golpe de Estado chusquero’ y remató diciendo: “Que yo sepa, el Grupo Prisa no puede cesar al secretario general del PSOE”. Pues ya lo ha podido comprobar Borrell por segunda vez, así son las cosas; a él también se lo cargaron con una operación similar cuando ganó las elecciones primarias en el PSOE frente al candidato del aparato, Joaquín Almunia, y ahora ha vuelto a suceder lo mismo con Pedro Sánchez.

El fin nunca justifica los medios en democracia; eso pertenece a las alcantarillas

Insisto en que no se trata, en absoluto, de defender la labor de Pedro Sánchez como secretario general; se trata exclusivamente de señalar los métodos empleados, porque en una democracia, en todos los ámbitos de una democracia, las formas son más importantes que los contenidos. Las formas son el respeto de la legalidad, la tolerancia, la libertad, la transparencia; y, porque son los pilares de todo, están por delante de los argumentos. El fin nunca justifica los medios en democracia; eso pertenece a las alcantarillas. Numerosos lectores de 'El País' hicieron llegar sonoras quejas a la defensora del lector de ese periódico y hasta el comité de redacción se mostró en contra de los métodos empleados, pero la reunión con el director duró menos de un minuto. No hay explicaciones que dar cuando las explicaciones no son confesables.

En los meses que quedan por delante, lo previsible es que el PSOE acate en el comité federal la decisión de abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy y que, en la primavera del año que viene, un congreso elija secretaria general a Susana Díaz. Entre tanto, se tuercen los argumentos políticos con el desparpajo que solo conceden la soberbia y la prepotencia del ordeno y mando. Ahora, el mismo partido y el mismo medio que decían que un nuevo Gobierno de Rajoy era “dañino” para España, dicen que es “lo mejor para el país”. Y el mismo partido y el mismo medio que decían que el PP era el partido de la corrupción, lo pasan ahora por alto para no perturbar sus propios planes. Si al PSOE le ha hecho daño ese lema tan extendido de que “el PSOE y el PP, la misma cosa es”, esta otra alianza le puede costar aún más caro: “Prisa y el PSOE, la misma cosa es”. Aunque, como ya tenemos mucho camino recorrido en esta democracia, puede que, al final, el equivocado sea yo y todos los que pensamos que en política y en los medios de comunicación no todo vale.

Desde hace mucho tiempo, en España no se sabe muy bien si lo que existe es un periódico dentro de un partido o un partido dentro de un periódico. Es una de las peculiaridades de este país, que va mucho más allá de la relación habitual que puede existir en cualquier país democrático entre los medios de comunicación y los partidos políticos. La diferencia es sutil y, a la vez, determinante: es razonable que los medios de comunicación tengan ideología, que la expresen en sus comentarios editoriales, pero es detestable que un medio de comunicación se convierta en correa de transmisión de un partido político, por la sencilla razón de que deja de cumplir la función que tiene encomendada como medio de comunicación. Y eso es justamente lo que viene ocurriendo desde hace mucho tiempo entre el PSOE y Prisa, que actúan como si fueran una misma cosa, prescindiendo a menudo de sus propias funciones para proteger una cadena de intereses compartidos.

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