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Junta de Andalucía, la casa de los fantasmas
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Javier Caraballo

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Junta de Andalucía, la casa de los fantasmas

No debe haber otra administración pública en el mundo que haya generado una actividad paranormal que se parezca a la de la Junta

Foto: La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. (EFE)
La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. (EFE)

Era la ‘Segunda Modernización’ lo que los gobernantes socialistas le prometieron a los andaluces, pero, pasados años, la realidad de la administración andaluza se parece más al ‘cuarto milenio’, fenómenos paranormales, misteriosos o inexplicables. Esto, por ejemplo: “Descubren fantasmas en edificios de la Junta de Andalucía”. Si ese titular aparece en un medio de comunicación en cualquier otro lugar del mundo, lo único que puede esperarse el lector es que se refiera a almas perdidas, que vagan de noche por los pasillos, muebles se mueven de sitio, psicofonías sobrecogedoras. En Andalucía, cuando aparece una noticia con ese titular no se refiere a ese tipo de fantasmas, sino a otro tipo: un fantasma en Andalucía es alguien o algo que no existe formalmente pero que se nutre de dinero público.

Los fantasmas de la Junta de Andalucía han nacido con la autonomía y, en estos cuarenta años de hegemonía socialista, han proliferado por todos los campos y sectores. Por eso es tan fácil ver titulares en la prensa andaluza que hablan de “fondos fantasma”, de “empleados fantasma”, de “altos cargos fantasmas”, de “empresas fantasmas” y hasta de “edificios fantasmas”. No debe haber otra administración pública en el mundo que haya generado una realidad paranormal que se parezca a la de la Junta de Andalucía.

Foto: La presidenta de la Junta, Susana Síaz, en un evento en Francia. (EFE)

Unos de los últimos fantasmas que han aparecido en la Junta de Andalucía, los encontró la Cámara de Cuentas cuando se puso fiscalizar la gestión del año 2016. La fiscalización de toda cuenta pública es a los fantasmas administrativos lo que el exorcismo a los fantasmas reales; acaba con ellos. Pues bien, en este caso lo que descubrió la Cámara de Cuentas es que el Gobierno andaluz, después de que estallaran los escándalos de los ERE y los cursos de Formación, decidió paralizar los fondos que se destinaban en los presupuestos a ese tipo de programas. En ese año de 2016 (Susana Díaz ya llevaba tres años en la Presidencia andaluza), los presupuestos de la Junta de Andalucía consignaron 935 millones de euros para ayudar a los emprendedores pero dejó sin invertir casi el 70 por ciento de esa cantidad. Es decir, los fondos existían, estaban en el presupuesto, pero decenas o cientos de emprendedores o de empresas no pudieron acceder a ellos porque no se concedían. Fondos fantasma, por tanto: existen los fondos pero no se ejecutan supuestamente por miedo a que, dentro del descontrol administrativo, acabasen en los tribunales, como ocurrió con los ERE.

Lo excepcional es que los fondos fantasma también generan intermediarios fantasma. Ese es el gran descubrimiento de la Cámara de Cuentas

Lo excepcional, en cualquier caso, es que los fondos fantasma también generan intermediarios fantasma, ese es el gran descubrimiento de la Cámara de Cuentas: aunque el dinero no llegó a los emprendedores y empresas que se te tendrían que haber beneficiado de ellos, existe un pago a intermediarios por valor de cinco millones de euros. ¿Cómo va a haber intermediarios ni no había nada que intermediar? Ese es el fenómeno de política paranormal. Tampoco es nuevo: cuando lo de los ERE, llegó a salir un titular de prensa que daba cuenta de una ‘empresa fantasma’, que no tenía actividad, y que había recibido hasta nueve expedientes de regulación de empleo. ¡Nueve!

Todo esto ocurre, como se puede imaginar, cuando una administración pública crece, como la andaluza, de forma exponencial y descontrolada durante decenios hasta alcanzar el estatus de ingobernable, magma inabarcable. Tanto es así que la misma Cámara de Cuentas se mostró impotente hace un par de años para determinar cuánta gente trabajaba en la Junta de Andalucía. Es literal, decía así: “No resulta posible conocer ni cuantificar los efectivos reales de la Junta de Andalucía al final de cada ejercicio a partir de la información contenida en las memorias de cumplimiento de los programas presupuestarios ni en la memoria, ambos estados incluidos en la Cuenta General rendida cada año”. ¿Cuántos funcionarios dependen de la Junta de Andalucía, incluyendo Sanidad y Educación? ¿250.000? ¿270.000? ¿Más o menos? Por ahí debe andar la cifra, pero nadie puede precisarla. Según los cálculos que ha hecho el Partido Popular, en uno de los últimos ejercicios fiscalizados había 13.000 empleados de los que figuraban en el Capítulo de Personal de los Presupuestos autonómicos; “13.000 empleados fantasma”, dijeron en una rueda de prensa y todo el mundo aceptó el término como si fuera algo normal, corriente y comprensible.

¿Cuántos funcionarios dependen de la Junta de Andalucía, incluyendo Sanidad y Educación? ¿250.000? ¿270.000? ¿Más o menos?

Pueden encontrarse infraestructuras fantasma, edificios fantasma, maestros fantasma, hospitales fantasma y trenes fantasma, pero los fantasmas más célebres son aquellos cargos públicos que se designan, que reciben su mensualidad y nunca se pasan por el despacho. Por ejemplo, un día aparece en el orden del dia del Consejo de Gobierno que se ha nombrado un nuevo director para un servicio concreto, dentro de Salud o de Educación, que, al cabo de los meses, se descubre que en realidad ya no existía. Pasó no hace demasiado con los directores de unos Laboratorios de Salud Pública que ya estaban desmantelados.

El sindicato de funcionarios CSIF explicó entonces, tras la denuncia, que se trata “de un proceder frecuente de la administración autonómica, que utiliza estos puestos que solo existen 'en los papeles' para 'compensar' a determinados funcionarios que consiguen, de esta forma, consolidar una categoría superior u otro tipo de derechos vinculados al destino, creando una 'red de destinos virtuales' sin correlación real con los trabajos realizados”.

Fantasmas, fantasmas, fantasmas… Lo mejor de todo, en cualquier caso, es que lo que sí es verdad es que en las instituciones andaluzas existen fantasmas reales, de los de verdad, que han sido suplantado por estos otros fantasmas administrativos. En el Parlamento andaluz, por ejemplo, como saben todos los cronistas parlamentarios de Andalucía, es famoso el fantasma de Sor Úrsula, una monja del siglo XVII que sigue recorriendo los pasillos de este edificio majestuoso que fue el Hospital de las Cinco Llagas. Y en Granada, hasta Iker Jiménez se ha mostrado sorprendido por la existencia del fantasma del Padre Benito en un antiguo edificio de la Diputación. De hecho, del Padre Benito hay una psicofonía famosa en la que se le oye decir: “¡Os arrepentiréis!”. ¿Mira que si el fantasma, ofendido, se refiere a los otros fantasmas?

Era la ‘Segunda Modernización’ lo que los gobernantes socialistas le prometieron a los andaluces, pero, pasados años, la realidad de la administración andaluza se parece más al ‘cuarto milenio’, fenómenos paranormales, misteriosos o inexplicables. Esto, por ejemplo: “Descubren fantasmas en edificios de la Junta de Andalucía”. Si ese titular aparece en un medio de comunicación en cualquier otro lugar del mundo, lo único que puede esperarse el lector es que se refiera a almas perdidas, que vagan de noche por los pasillos, muebles se mueven de sitio, psicofonías sobrecogedoras. En Andalucía, cuando aparece una noticia con ese titular no se refiere a ese tipo de fantasmas, sino a otro tipo: un fantasma en Andalucía es alguien o algo que no existe formalmente pero que se nutre de dinero público.

Susana Díaz Parlamento de Andalucía