Es noticia
Borbolla: "Ni presos políticos ni políticos presos, lo que hay son delincuentes"
  1. España
  2. Matacán
Javier Caraballo

Matacán

Por

Borbolla: "Ni presos políticos ni políticos presos, lo que hay son delincuentes"

José Rodríguez de la Borbolla y Camoyán se convirtió en presidente de la Junta de Andalucía y, además de las experiencias del cargo, aprendió en un instante la fugacidad de la política

Foto: José Rodríguez de la Borbolla y Camoyán. (Fotos: J. Caraballo)
José Rodríguez de la Borbolla y Camoyán. (Fotos: J. Caraballo)

Lo han llamado Pepote desde que se lo puso una compañera de partido, Ana Navarro, en los años de la clandestinidad, cuando comenzó a militar en el PSOE, “Pepote, muchacho noblote”; Pepote, a secas, quizá por abreviar o quizá para disimular tanto apellido distinguido en un partido de izquierdas: José Rodríguez de la Borbolla y Camoyán (16 de abril de 1947). Fue, en aquellos años, aún con el dictador vivo, cuando empezó a interesarse por el modelo territorial de España y dejó escritos, de aquella época, algunos artículos en 'El Socialista' en los que hablaba de la descentralización de corte federal que siempre ha defendido ese partido para el futuro que estaba por llegar, que se ansiaba. Con el paso de los años, se convirtió en presidente de la Junta de Andalucía y, además de las experiencias del cargo, aprendió en un instante la fugacidad de la política: un día, se inclinó el dedo pulgar de Alfonso Guerra y su cabeza cayó rodando. Un alcalde de pueblo le explicó con dos frases algo que debería figurar en las enseñanzas de todo político, de cómo los apoyos de hoy se transforman en lanzas mañana: “A ver, Pepote, que todos te apreciamos, pero queremos seguir siendo alcaldes mañana”. Su bisabuelo fue dos veces ministro de Alfonso XIII y alcalde de Sevilla, que es lo que Pepote quizá siempre deseó y nunca ha podido ser.

PREGUNTA. Hace 40 años, ¿cuáles eran las inquietudes autonomistas que había en España? Quiero decir que existe la impresión de que solo Cataluña y el País Vasco tenían deseos de autonomía y que el resto fue a remolque…

RESPUESTA. Esa es la idea que han querido vender algunos, pero no era así. La reivindicación de ‘Libertad, amnistía y Estatuto de Autonomía' se extendió por toda España, no desde una perspectiva nacionalista sino de descentralización del Estado y de acercamiento del poder político a los ciudadanos. En 'El Socialista', que se editaba en Sevilla antes de que se muriera Franco, ya habíamos escrito editoriales y artículos reivindicando la autonomía por igual para toda la población.

El primero que aceptó el 'café para todos' fue Tarradellas. Pero como siempre, los catalanes reinventan la historia

P. Insisto: la idea existente es que fue el ‘café para todos’ lo que dinamitó el modelo territorial que estaba pensado y el que acaba rebelando a los nacionalistas catalanes, que lo ven como un agravio comparativo.

P. Vamos a ver, el primero que aceptó el ‘café para todos’ fue Tarradellas: llegó a Madrid a negociar con Adolfo Suárez el restablecimiento de la Generalitat de Cataluña y, junto con Martín Villa, lo primero que le dijeron es que la autonomía tenía que reconocerse a todos los territorios. Tarradellas dice en sus 'Memorias': ‘No era ésta la idea que yo tenía, pero la acepté’. Le estoy hablando de algo que sucede antes incluso de que se apruebe la Constitución. El problema del nacionalismo catalán no es ese; el problema es que han generado una concepción distorsionada de su autonomía a partir de una historia inventada. Los catalanes han reinventado la historia. Como dice Gaziel, al que tanto citan ahora muchos nacionalistas, la historia de Cataluña es la historia del sueño de Cataluña, elaborado por una clase social y por unos historiadores al servicio de esa clase social, pero nunca ha sido un Estado. Repito: Nunca. También Pierre Vilar, un gran santón de la historiografía catalana, sostiene lo mismo, que aplicado a la época medieval en Cataluña, “el término ‘Estado’ es, cuando menos, discutible”.

P. Estado, no; nación sí…

R. Pues depende de lo que se entienda por nación.

¿Un sentimiento de identidad? Vale. Pero, más allá, hablar de la España plurinacional es jugar a las casitas, jugar intelectualmente a las casitas desde el punto de vista de la historia seria de España.

placeholder Rodríguez de la Borbolla.
Rodríguez de la Borbolla.

P. Disculpe, pero ¿no fue el PSOE, su partido, el que ‘inventó’ lo de la España plurinacional?

R. El PSOE, en el congreso de 1976, aprobó una ponencia, de la que yo fui ponente, en la que se decía: “Nacionalidades y regiones constituirán, en pie de igualdad, el Estado federal que preconizamos”. Aquí tiene usted toda la documentación porque yo, en este tema, quiero remarcar que no hablo de memoria en nada. Aquí está.

P. A ver, entonces, ¿es usted el padre de la fórmula de ‘nacionalidades y regiones’? Se lo digo porque hay quien sostiene que esa fórmula ambigua es la causante de los actuales problemas del modelo territorial.

R. No, yo soy padre de lo que se subraya: “En pie de igualdad”. Eso lo puse yo, de acuerdo con un socialista segoviano, que vivía en México, Anselmo Carretero, que sí decía que España era una ‘nación de naciones’ y eso lo llevaba al extremo de concluir que Segovia era casi una nación... En fin, que de lo que se trataba era de respetar, en pie de igualdad, las peculiaridades de cada cual. Desde la lengua catalana al régimen de conciertos del País Vasco, que puede generar una desigualdad pero que, como venía de atrás, se respetó. Es más, recientemente, en la comisión creada en el Congreso con motivo del aniversario de la Constitución, tres de los padres constitucionales, Pérez Llorca, Herrero de Miñón y Roca, han dicho allí que no hubo diferenciación entre autonomías de primera y de segunda; todos han afirmado que lo que existe ahora es lo que se pretendía.

El independentismo es una mezcla explosiva compuesta por elementos tan dispares como la jerarquía eclesiástica, la burguesía y los anticapitalistas

P. Decía antes que el independentismo ha inventado la historia. ¿Hasta qué punto no se ha asumido en España esa invención?

R. El nacionalismo catalán, basándose en una manipulación que ha ido decantándose y siendo aceptada, es hoy una mezcla explosiva. El fenómeno que hoy vemos es fruto de elementos muy dispares: la invención romántica del pasado por parte de la burguesía catalana, el fundamentalismo de la jerarquía eclesiástica y el clero catalán, el oportunismo del PSUC, en busca de legitimación social y opciones electorales, y el mimetismo posterior del PSC. Todos esos elementos, unidos al último elemento que se incorpora, que es el populismo y el anticapitalismo, da como resultado una mezcla explosiva. Piense solo una cosa: ¿quién es capaz de liderar todo eso? Nadie, esa bomba amorfa no la controla nadie. Es imposible. El nacionalismo catalán se ha quedado sin bandera dirigente, se han desmantelado. Lo que queda de Convergéncia, que representaba a la sociedad ‘benestante’ catalana, acabará desapareciendo como partido político; no digo que no tenga votos, digo que si no hay partido, estructura, no se puede aspirar a dirigir una sociedad, Y ahora, todo eso está en manos de un señor atrabiliario. Tampoco los herederos del comunismo existen ya como partido.

P. Mire, en cada entrevista sobre el conflicto de Cataluña, traslado la misma perplejidad: la transformación de la sociedad catalana, una de las más desarrolladas de España en los setenta y ochenta, hasta asumir esos postulados de irracionalidad.

R. Bueno, eso es lo que tiene más fácil demostración en la historia. Y no hace falta citar ningún caso ni establecer símiles. La manipulación del miedo y de los sentimientos de identidad de las sociedades produce monstruos; ese es el origen y el sustento de todos los fenómenos totalitarios. Y ya que menciona usted la sociedad catalana, le añadiré que eso es lo que me preocupa especialmente. Se lo diré más claro: los dirigentes políticos independentistas están provocando una confrontación civil en Cataluña. La circunstancia no es baladí, por un hecho constatable: en la España cristiana, el territorio catalán es el que más enfrentamientos civiles ha vivido; son los más proclives de toda España a la confrontación interna. Así que cuidado con esto… Desde el siglo XV para acá; desde la Guerra de los Remensas, entre 1462 y 1472, que enfrentó a payeses contra la nobleza catalana y el clero, hasta la propia Guerra Civil del 36, que degeneró en distintas confrontaciones civiles dentro de Cataluña, entre ellas comunistas contra anarquistas y trotskistas y nacionalistas de izquierdas contra catalanistas de derechas; Cataluña estuvo partida por la mitad luchando unos contra otros dentro de la Guerra Civil. Todo esto es historia, está ahí, y parece sensato que nos detengamos un momento a pensarlo.

placeholder José Rodríguez de la Borbolla y Camoyán.
José Rodríguez de la Borbolla y Camoyán.

P. Haber llegado a este extremo, la mayor crisis de la democracia en 40 años, no ha ocurrido por generación espontánea. Le preguntaba antes por la ausencia de un ‘relato de España’, como se dice ahora, durante todo el tiempo que se ha ido gestando esa mezcla explosiva.

R. A ver, el problema de España es que está condicionada por los demonios del pasado y necesita de forma urgente un exorcismo. Por un lado, la derecha española tiene que exorcizar el franquismo y, por otro lado, la izquierda y el progresismo español tienen que exorcizar la Segunda República y la Guerra Civil. Todo eso acabó hace muchísimos años y ninguno fue blanco y limpio en su totalidad. Exorcicemos el pasado, vivamos mirando al futuro, dejemos de pensar en el pasado que nos divide, porque así no se puede hacer nada. La Transición fue un bellísimo intento de superar el pasado y otra vez intentan retrotraernos con gravísimas y negativas consecuencias.

P. ¿Se refiere usted a la tumba de Franco?

R. Me refiero al pasado, a toda resurrección del pasado. No quiero criticar políticas concretas, porque no es mi papel. Digo que tenemos que aspirar a un debate sobre un modelo de futuro, centrarnos en cosas que tenemos que hacer y no en verdades eternas a predicar. Y cuando miremos al pasado, tenemos que sentirnos orgullosos de muchos, muchos episodios de la historia de España.

P. Y a partir de esta situación que describe, ¿cómo se puede construir el futuro? ¿Con el independentismo? Usted llamó ‘cerdos’ a sus dirigentes…

R. Lo dije como sinónimo de obscenos, de delincuentes, de desahogados… Son unos engañadores, personas de no fiar, profesionales del trile. Han violentado la ley en varias ocasiones y siguen con el mismo objetivo. Por eso hay quien está en la cárcel; ni presos políticos ni políticos presos, lo que hay son políticos delincuentes. En democracia, el respeto a la ley no es algo secundario: la legalidad democrática es el acuerdo básico de un pueblo y no se puede atentar contra ella impunemente. Eso es lo que han hecho, cagarse en la democracia. Y se reiteran, se refocilan, ni siquiera se les cae la cara de vergüenza por esos actos impúdicos y delincuentes.

La Transición fue un bellísimo intento de superar el pasado y otra vez intentan retrotraernos con gravísimas y negativas consecuencias

P. Habrá oído que hay intelectuales y políticos, algunos de su partido, que sostienen que sería preferible que no hubiera independentistas en la cárcel.

R. He leído que algunos dicen que sería más cómodo hacer política si los políticos independentistas no estuvieran en la cárcel… ¡Más cómodo! Claro, como sería más cómodo hacer política si no hubiera inflación, si no hubiera ladrones, si no hubiera maltratadores… Sería más cómodo hacer política si no hubiera nada que rompiera la convivencia, pero resulta que ni esa es la realidad ni a la política se llega para buscar la comodidad. Sería más cómodo si ellos no hubieran atentado contra la Constitución. A partir de ahí, si un presunto delincuente tiene que estar en prisión preventiva o no, quien tiene que decidirlo es el juez que lleve el caso. Y ese juez se guía por unas normas aprobadas por los legisladores, entre ellos, los legisladores socialistas.

placeholder José Rodríguez de la Borbolla y Camoyán.
José Rodríguez de la Borbolla y Camoyán.

P. Ha mantenido usted en alguna ocasión que “si Cataluña respeta la Constitución, todo es posible”. ¿Eso incluye instaurar un Estado autonómico de dos velocidades, de dos clases?

R. Eso es absolutamente imposible. Lo diré otra vez: im-po-si-ble. ¿Y sabe por qué? Porque España ya no es la de hace 40 años, cuando se creó el Estado autonómico. No solo se han creado unas instituciones, sino que han crecido unas sociedades; ahora no s-lo existe la Junta de Castilla-La Mancha sino que hay una sociedad de Castilla-La Mancha. Y en el País Valenciano, igual, y en Cantabria, y en La Rioja… Tienen una representación institucional consolidada y una realidad propia de pesos y contrapesos de los distintos sectores sociales. Ninguna de esas comunidades va a aceptar ahora que la consideren de una categoría inferior, ni en lo económico ni en los derechos. Es que no se dan cuenta. Hay constitucionalistas que piensan que la Constitución española sigue siendo la de 1978 y se equivocan profundamente. Aquella Constitución nació virgen, pero ya no lo es; ha dado a luz una España distinta, compuesta de realidades nuevas que ya no se pueden borrar del mapa. Volver atrás no puede ser. Imposible. Lo que se quiera hacer tiene que ser dentro del orden jurídico y constitucional existente; por mucho que se vistan de bilaterales, las salidas bilaterales no valen en la España constitucional. La única salida posible está en una doble exigencia que se tiene que imponer el nacionalismo catalán: tienen que depurar sus historias falseadas, inventadas o enseñadas, y deberían ponerse a trabajar en una propuesta política para acabar con la confrontación en Cataluña.

P. ¿Andalucía debe liderar algún movimiento que aglutine a las comunidades autónomas ‘no nacionalistas’, como ocurrió en la Transición?

R. Esta no es la España del 78; ese papel protagonista lo deben jugar todos los territorios con una misma exigencia: equidad. El otro día se produjo un acontecimiento al que se le ha dado muy poca importancia y que, a mi juicio, es fundamental para entender el momento: Seis comunidades autónomas, Galicia, Asturias, La Rioja, Castilla-La Mancha, Castilla y León y Aragón, gobernadas por el PSOE y el PP, aprobaron un documento común de exigencias ante la reforma de la financiación autonómica. Sencillamente, eso no había ocurrido nunca. Son territorios que, junto con Cantabria, tienen una peculiaridad, la despoblación, a pesar de que ocupan más de la mitad del territorio español. Si hubiera estado Andalucía en esa cumbre, a lo mejor hubiera tenido más repercusión en la prensa, pero eso no resta importancia a lo sucedido: es fundamental. La mejor demostración de la España nueva, constitucional, que ha nacido y se ha hecho adulta en estos 40 años.

Lo han llamado Pepote desde que se lo puso una compañera de partido, Ana Navarro, en los años de la clandestinidad, cuando comenzó a militar en el PSOE, “Pepote, muchacho noblote”; Pepote, a secas, quizá por abreviar o quizá para disimular tanto apellido distinguido en un partido de izquierdas: José Rodríguez de la Borbolla y Camoyán (16 de abril de 1947). Fue, en aquellos años, aún con el dictador vivo, cuando empezó a interesarse por el modelo territorial de España y dejó escritos, de aquella época, algunos artículos en 'El Socialista' en los que hablaba de la descentralización de corte federal que siempre ha defendido ese partido para el futuro que estaba por llegar, que se ansiaba. Con el paso de los años, se convirtió en presidente de la Junta de Andalucía y, además de las experiencias del cargo, aprendió en un instante la fugacidad de la política: un día, se inclinó el dedo pulgar de Alfonso Guerra y su cabeza cayó rodando. Un alcalde de pueblo le explicó con dos frases algo que debería figurar en las enseñanzas de todo político, de cómo los apoyos de hoy se transforman en lanzas mañana: “A ver, Pepote, que todos te apreciamos, pero queremos seguir siendo alcaldes mañana”. Su bisabuelo fue dos veces ministro de Alfonso XIII y alcalde de Sevilla, que es lo que Pepote quizá siempre deseó y nunca ha podido ser.

Alfonso Guerra Generalitat de Cataluña