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Villancicos eróticos e intransigencia
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Javier Caraballo

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Villancicos eróticos e intransigencia

Todas las Navidades, en Jerez de la Frontera, se cantan estos villancicos eróticos, burlones, una tradición cuyo origen se pierde de vista y que tiene que ver con la tiesura y con el arte

Foto: Un grupo de niñas interpreta un villancico durante un concierto de Adviento. (EFE)
Un grupo de niñas interpreta un villancico durante un concierto de Adviento. (EFE)

Hay villancicos en los que los peces no beben y beben y vuelven a beber. En los villancicos más antiguos, el ‘fun, fun, fun’ tiene otro sentido, más onomatopéyico, más literal. Una señora que llama al médico en estado de excitación, la Micaela, más caliente que la badila de una chimenea; “Le puso el doctor la mano en la frente y dijo Micaela, ‘ay, doctor, que estoy caliente’. Le puso el doctor la mano en la boca y dijo Micaela, ‘ay, doctor, que me vuelvo loca’”. Un sacerdote que se metía en la cama con la criada, “y a los nueve meses parió la criada, parió la criada, y parió un curita con capa y sotana”.

¿Esas letras se cantan en el día en el que nace el Redentor? ¿Qué tiene que ver eso con la Navidad? Pues se cantan y tienen mucho que ver con la Navidad. Son los villancicos de las ‘zambombas flamencas’, irreverentes y picarones, y a ver quién es el primero que levanta el dedo, a ver quién es el que lanza la primera piedra, porque solo demostrará su ignorancia y su intransigencia, que suelen ir de la mano y proliferan en estos tiempos que vivimos. Siempre han existido, es verdad, pero nunca la necedad y el sectarismo se propagaron con tanta facilidad, ni nunca encontraron tanto eco, porque no existían internet y las redes sociales.

Todas las Navidades, en Jerez de la Frontera, se cantan estos villancicos eróticos, burlones, en las famosas ‘zambombas’, una tradición cuyo origen se pierde de vista y que, como otras tantas, tiene que ver con la tiesura y con el arte. Llegaba la Navidad, y en las casas de vecinos la gente se reunía en torno a una candela para compartir lo que tenían, el vino, los cocidos, los pestiños, el aguardiente. En torno a la fogata, sonaban las palmas y, por bulerías, se cantaban villancicos que, como sucede ahora, se transmitían de generación en generación.

En el caso de Jerez, lo que se ha demostrado es que las letras de estos villancicos tienen su origen en la Edad Media. Dos historiadores jerezanos, Miriam Orozco y Pablo Collado, son los que han analizado con más detalle el origen de esas letras y han comprobado que hasta cuarenta villancicos de las ‘zambombas’ jerezanas se corresponden con textos de literatura medieval de los siglos XIII o XIV. Se trata de fábulas satíricas, historias que cantaban los juglares, y que incluían historias divertidas, provocativas o anticlericales, con menos reparos para usar palabras como ‘coños’ o ‘vergas’ que los que imponen hoy las leyes implacables de la corrección política y el puritanismo religioso de algunos.

Es precisamente la pervivencia de esos villancicos de Jerez lo que nos recuerda el origen genuino de la Navidad y, acaso, su mensaje fundamental

De todas formas, lo más importante, lo que se desconoce, es que es precisamente la pervivencia de esos villancicos de Jerez lo que nos recuerda el origen genuino de la Navidad y, acaso, su mensaje fundamental. Porque Jesucristo no nació en esos días, como es sabido. A pesar de lo múltiples intentos, los historiadores jamás han logrado precisar en qué época del año pudo tener lugar aquel acontecimiento, ni siquiera a través de testimonios o textos sagrados. De lo que sí se tiene constancia es de que en el Imperio Romano se celebraban por estas fechas unas fiestas de un amplio arraigo popular, las Saturnales, que festejaban la llegaba del invierno y el triunfo del sol, Sol Invictus, coincidiendo con el 25 de diciembre, que es cuando de nuevo los días comienzan a ser más largos que las noches.

Lo que hace la Iglesia, en vez de condenar o reprimir las fiestas de adoración al Sol, es asumirlas, incorporarlas y adaptarlas a su credo. Hasta quinientos años después del nacimiento de Jesucristo no se establece oficialmente la fiesta de la Navidad en el seno de la Iglesia Católica. El propio papa Juan Pablo II reconoció el origen de las Navidades en la festividad pagana de las Saturnales, dedicadas al dios Saturno y caracterizadas por un ambiente generalizado de fiesta y de permisividad, con banquetes, regalos y bromas. “A los cristianos les pareció lógico y natural sustituir esa fiesta con la celebración del único y verdadero Sol, Jesucristo, que vino al mundo para traer a los hombres la luz de la verdad”, admitió Juan Pablo II.

El recuerdo de la historia debe servirnos para relajar tanta tensión como se acumula, la agresividad que conlleva el rechazo del distinto...

La mayor lección del cristianismo es la dignidad del ser humano, la igualdad, y, a partir de ahí, la integración; la tolerancia y la comprensión del otro. Esa es su mayor aportación a la humanidad: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. Dice el filósofo francés Luc Ferry que “el cristianismo aporta la idea de que la humanidad es esencialmente una y que todos los hombres son iguales en dignidad, idea inédita en la época y que nuestro universo democrático heredará en su totalidad”. Esa concepción revolucionaria planteada por Jesucristo la complementa luego la Iglesia con la adaptación de las fiestas paganas a su propio calendario, como esta Navidad que celebramos.

Por supuesto que ha habido otros muchos periodos en la historia en los que los mandatarios de la Iglesia han mostrado, hasta la aberración y la barbarie, la cara contraria, pero ese no era el mensaje de Jesucristo. En el siglo en el que andamos, el recuerdo de la historia debe servirnos para relajar tanta tensión como se acumula, la agresividad que conlleva el rechazo del distinto, la ceguera que surge de la retroalimentación constante del discurso propio, la ira que aparece con el agravio y el desprecio de los demás. Podemos concluir, como en el anuncio de Campofrío, que “algo que nos hace tanto bien, no puede ser un artículo de lujo”. Lo dice el gran Antonio de la Torre refiriéndose al humor; así que ya podemos calcular la falta que nos hace, además, la tolerancia y la comprensión del otro, que tampoco pueden ser artículos de lujo, sino productos de consumo de masas en esta sociedad que nos lleva. Con ese deseo, que nace del alma, Feliz Navidad a todos.

Hay villancicos en los que los peces no beben y beben y vuelven a beber. En los villancicos más antiguos, el ‘fun, fun, fun’ tiene otro sentido, más onomatopéyico, más literal. Una señora que llama al médico en estado de excitación, la Micaela, más caliente que la badila de una chimenea; “Le puso el doctor la mano en la frente y dijo Micaela, ‘ay, doctor, que estoy caliente’. Le puso el doctor la mano en la boca y dijo Micaela, ‘ay, doctor, que me vuelvo loca’”. Un sacerdote que se metía en la cama con la criada, “y a los nueve meses parió la criada, parió la criada, y parió un curita con capa y sotana”.