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No son feministas, son delincuentes
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Javier Caraballo

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No son feministas, son delincuentes

El feminismo es otra cosa que nada tiene que ver con la ilegalidad, con la falta de respeto, con la desconsideración general del hombre como un ogro del 'heteropatriarcado'

Foto: Patricia gonzalez, la mujer detenida por tener presuntamente secuestrada su hija. (EFE)
Patricia gonzalez, la mujer detenida por tener presuntamente secuestrada su hija. (EFE)

Dos mujeres han sido detenidas en España, en el último mes y medio, por secuestrar a sus propios hijos. Se llamaban feministas, hablaban como feministas, actuaban como feministas, pero no era verdad: hablaban y se comportaban como delincuentes. La policía las ha detenido a las dos y, a la espera de juicio, siguen creyendo, ellas y sus entornos, que las han encarcelado por feministas, por que la justicia española es machista, pero tampoco es verdad: están procesadas por sus actos delictivos y cuanto más tarden en reconocerlo más complicada será la reparación de sus vidas, de la relación de ambas con sus hijos.

No son feministas, son presuntas delincuentes. Y esto conviene decirlo alto para que se enteren quienes utilizan lo sucedido con intereses dispares y opuestos, algunas feministas radicales y quienes consideran todo feminismo como un abuso. Dirán que ese es el auténtico feminismo, su verdadera cara, pero ni unos ni otros tienen razón: el feminismo es otra cosa, por fortuna, que nada tiene que ver con la ilegalidad, con la falta de respeto, con la desconsideración general del hombre como un ogro representante del ‘heteropatriarcado’.

Foto: Bebe, durante una actuación en directo en Madrid (EFE/Víctor Lerena)

La primera detención se produjo el pasado dos de abril, una señora llamada María Sevilla llevaba dos años desaparecida; se fugó con su hijo después de perder la custodia, con sentencia firme. Para no entregarlo a su padre, al que había acusado falsamente abusos sexuales a su propio hijo, se escondió en el campo y cuando los policías la encontraron, el niño, asilvestrado, se acercó a olisquearlos. La segunda detención tuvo lugar hace unos días, el once de mayo. Una mujer, Patricia González, fue arrestada cuando la Policía la localizó en un pequeño pueblo de la Sierra Norte de Madrid.

placeholder Manifestación de la mujer en Santander el pasado marzo. (EFE)
Manifestación de la mujer en Santander el pasado marzo. (EFE)

También Patricia había denunciado falsamente a su ex marido de abusos sexuales y se fugó con su hija para que su padre no la viera nunca más. El patrón de conducta delictivo que ha llevado a la Policía a resolver los dos casos se relaciona con una asociación feminista, la Asociación Infancia Libre, que en su día fue referencia en algunos debates políticos sobre la eterna controversia sobre la relación de dos padres separados con sus hijos. La Policía cree que el vínculo común de los dos casos está en esa asociación, porque servía de adoctrinamiento y de tapadera a las mujeres para arrebatarle los hijos a sus exparejas, pero es muy probable que el origen de todo no esté ahí sino en una concepción deformada del feminismo.

Lejos de ser hechos anecdóticos, esos dos intentos de secuestro lo que nos muestran es el extremo disparatado al que conduce una concepción del feminismo que considera que la mujer, por el hecho de ser mujer, no puede ser cuestionada en sus decisiones sobre todo aquello que se relaciona con el género. La secuencia comienza con el “nosotras parimos, nosotras decidimos” que, más allá de la defensa del aborto, lo que propone es la abolición de toda norma, de toda ley, de todo control, y acaba con la pretensión de una justicia feminista en la que la mera palabra de la mujer sea considerada siempre como prueba de cargo: “Las mujeres tienen que ser creídas sí o sí”, como dijo en su día Carmen Calvo vicepresidenta del Gobierno.

Esos dos intentos de secuestro muestran el extremo al que conduce considerar que la mujer, por el hecho de serlo, no puede ser cuestionada

Esa fue la misma secuencia de ‘pensamiento feminista’ que, por ejemplo, ha destrozado la vida de una mujer, Juana Rivas, cuando en julio de 2017 se escondió con sus hijos para que no los viera su padre, del que también estaba separada. Entonces, en toda España, se jaleó a Juana Rivas, se la animó a desaparecer con sus hijos, a no entregárselos a su padre aunque la Justicia se lo hubiera ordenado; le hicieron creer que estaba actuando de forma correcta, que ese era el verdadero feminismo, pero lo único que hacían era invitarla a delinquir. Ahora está condenada a cinco años de cárcel, puede perder la custodia de sus hijos, pero ella sigue igual: hace unos días la fiscalía archivó hasta ocho denuncias contra su exmarido por presuntos malos tratos que no se han podido probar.

Foto: Letizia Dolera. (EFE)

En algunos de los chats de apoyo a estas mujeres se les sigue animando en la actualidad, como si fueran referentes del feminismo, víctimas de la represión heteropatriarcal, de la justicia machista. “El error está en compartir los hijos con una pareja”, he llegado a leer en uno de los comentarios, como si la arcadia feliz del feminismo fuera un mundo de madres solteras. Por eso es tan importante que ahora, tras la detención de estas dos mujeres, digamos en voz alta que eso no es feminismo, que no son heroínas, que no son feministas, que son delincuentes. El feminismo es otra cosa, el feminismo es justicia y es igualdad. El feminismo ayuda a las mujeres, no las condena. Esa deriva de radicalización que algunas mujeres pretenden solo conduce a la frustración.

Dos mujeres han sido detenidas en España, en el último mes y medio, por secuestrar a sus propios hijos. Se llamaban feministas, hablaban como feministas, actuaban como feministas, pero no era verdad: hablaban y se comportaban como delincuentes. La policía las ha detenido a las dos y, a la espera de juicio, siguen creyendo, ellas y sus entornos, que las han encarcelado por feministas, por que la justicia española es machista, pero tampoco es verdad: están procesadas por sus actos delictivos y cuanto más tarden en reconocerlo más complicada será la reparación de sus vidas, de la relación de ambas con sus hijos.

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