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Alcàsser, la prensa y el feminismo
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Javier Caraballo

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Alcàsser, la prensa y el feminismo

El ‘caso Alcàsser’ ha experimentado una singular transformación con el paso del tiempo, veintiséis años después ha generado un despropósito equivalente a la basura que produjo

Foto: Imágenes de Alcàsser. (Netflix)
Imágenes de Alcàsser. (Netflix)

El ‘caso Alcàsser ha experimentado una singular transformación con el paso del tiempo, veintiséis años después ha generado un despropósito equivalente a la basura que produjo en el origen. El disparate infame del circo televisivo de los primeros años se ha convertido ahora en un desvarío de corrección feminista que nos presenta lo sucedido como un episodio de represión machista de la sociedad.

Es decir, que en vez de revisar lo sucedido y aprender de los errores, todo aquello se sepulta con la manta de un despropósito nuevo, la interpretación de que lo más grave que sucedió fue el intento de la sociedad de reprimir la libertad sexual de las mujeres, utilizando la trágica desaparición y asesinato de tres jóvenes, Toñi, Miriam y Desirée, cuando hacían autostop para ir a una discoteca.

Desaparecieron el 13 de noviembre de 1992 y, dos meses y medio después, el 27 de enero del año siguiente, un apicultor encontró semienterrado uno de los cadáveres. A partir de aquel hallazgo, una investigación defectuosa que, como suele suceder, deja una estela de insatisfacción, grandes lagunas y dudas que se resuelven con la proliferación de teorías conspirativas. Hasta ahí, la historia repetida de la investigación criminal.

Veintiséis años después, el ‘caso Alcácer’, ha generado un despropósito equivalente a la basura que produjo en el origen


Las diferencias del ‘caso Alcàsser comienzan con dos fenómenos que, aunque no se pueden considerar nuevos, sí adquirieron entonces una relevancia nunca vista. El primero es la cobertura periodística, especialmente televisiva, del suceso que traspasaba la línea del amarillismo, del sensacionalismo, para recrearse en el morbo, la escatología y la especulación sin límites. Quizá fue entonces cuando se acuñó el término ‘telebasura’ en España; las televisiones privadas eran un fenómeno reciente y el asesinato de esas tres jóvenes desató las más bajas pasiones por la búsqueda de audiencia.

El segundo fenómeno fue la transformación de uno de los familiares de las víctimas en un personaje famoso, reconocido y admirado en toda España, que acaba creando una fundación y recaudando ingentes cantidades de dinero. El personaje público resultante, padre de una de las asesinadas, se convierte en un elemento fundamental en la espiral de la telebasura, trasciende de su papel de víctima, y acaba confundido con otras partes del montaje televisivo.

Foto: Joan Oleaque.


La plataforma televisiva Netflix ha elaborado, con motivo del 25 aniversario del triple crimen, una serie documental en la que se repasan aquellos excesos que siguen ruborizando, tantos años después. Pero, a partir de esa relectura crítica de lo sucedido, lo que ocurre es que se incurre en el mismo vicio que se denuncia: la utilización de un crimen horrible para ponerlo al servicio de otros intereses. En el caso de la serie de Netflix, el interés añadido es la corrección política feminista. Tanto es así, que el documental acaba con imágenes de las manifestaciones feministas de los últimos años en España y sus críticas “a los tribunales de justicia patriarcal”.

Quien introduce el argumento en la serie es una de las profesoras de las tres jóvenes asesinadas, la también escritora Carme Miquel quien, por cierto, desgraciadamente, falleció, con 74 años, poco después de grabarse la serie. Lo que esta profesora mantiene en la serie es que existía un ataque soterrado y sibilino de los medios de comunicación para amedrentar a todas las mujeres: “El relato que los medios conforman viene a decir: ‘cuidado a las mujeres. Tenéis que estar en el sitio que os han otorgado. No salgáis de vuestro espacio porque sino ya veis lo que pasa’. Es decir, que las mujeres hagamos uso de nuestra libertad sea una cosa mal hecha porque hemos salido de nuestro huequecito que nos tenían asignado".

placeholder 'El caso Alcàsser' (Netflix)
'El caso Alcàsser' (Netflix)


La tesis no la mantiene sólo esta profesora en el final de la serie de Netflix; mucho más desarrollada está en un ensayo de la politóloga y activista feminista Nerea Barloja en el que se establece una relación directa entre el crimen de Alcàsser y Jack el Destripador, dos fenómenos, según sostiene, de represión de la lucha feminista. “Al igual que en el Londres de 1888, tras el crimen de Alcàsser se produjo una tendencia a resituar a las mujeres en sus casas y bajo la protección masculina.

De la misma manera, se les instó a proceder con más cautela si no querían ponerse a sí mismas en peligro. El crimen de Alcàsser irrumpe en una fase en la que las reivindicaciones feministas comenzaban a ser incorporadas, practicadas y asumidas principalmente por las mujeres”, sostiene Barloja en su libro.

La cobertura televisiva del suceso traspasaba la línea del amarillismo, del sensacionalismo, para recrearse en el morbo y la escatología


Que una tragedia así tiene una consecuencia inmediata en la sociedad es evidente, porque el miedo genera una ola expansiva devastadora. Pero que esa reacción social exista no implica que esté diseñada para crear ese efecto. Eso se puede pensar de un atentado terrorista, que tiene ese objetivo, pero cuando, por ejemplo, una banda de ladrones entra de noche en una vivienda y roba en un domicilio con los dueños dentro, también se produce una ola expansiva de miedo y de preocupación, pero ya no es achacable a la voluntad de los ladrones.

Si tres asesinos violadores secuestran a unas jóvenes cuando iban a bailar, cuando salen a correr al parque, o cuando paseaban al perro, el pánico se extiende a todas aquellas mujeres que suelen hacer lo mismo, pero no presupone que exista una mano negra machista que lo programe. Siempre existirán asesinos en nuestra sociedad. Y violadores. Y pedófilos. Nunca vamos a erradicarlos, pero si queremos que la lucha contra esas lacras y, por extensión, contra la violencia machista, sea cada vez más efectiva, los únicos caminos equivocados son los de la terrible experiencia de Alcàsser. El periodismo no es frivolidad. El feminismo tampoco. Esa debería ser la lección aprendida.

El ‘caso Alcàsser ha experimentado una singular transformación con el paso del tiempo, veintiséis años después ha generado un despropósito equivalente a la basura que produjo en el origen. El disparate infame del circo televisivo de los primeros años se ha convertido ahora en un desvarío de corrección feminista que nos presenta lo sucedido como un episodio de represión machista de la sociedad.

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