Es noticia
Matar a Blas Infante
  1. España
  2. Matacán
Javier Caraballo

Matacán

Por

Matar a Blas Infante

Lo mejor de su pensamiento fue la defensa de un nacionalismo humanista, razonable e integrador; un regionalismo que busca la justicia, no la confrontación ni el egoísmo

Foto: Estatua de Blas Infante. (EFE)
Estatua de Blas Infante. (EFE)

Lejos del símbolo, Blas Infante puede ser un disparate. Lo mejor de la vida de Blas Infante fue su entrega a Andalucía, su rabia ante el subdesarrollo andaluz que se le quedó grabado en la mente desde que era un niño: "Yo tengo clavada en la conciencia, desde la infancia, la visión sombría del jornalero. Yo los he visto pasear su hambre por las calles del pueblo; los he contemplado en los cortijos, desarrollando una vida que se confunde con la de las bestias; los he visto dormir hacinados en sus sucias gañanías, comer el negro pan de los esclavos, esponjado en el gazpacho maloliente, y servido, como a manadas de siervos en el dornillo común, trabajar de sol a sol, empapados por la lluvia en el invierno, caldeados en la siega por los ardores de la canícula. El escándalo de su existencia miserable ha traspasado las fronteras, para vergüenza de España y de Andalucía".

Blas Infante quiso rescatar el orgullo de ser andaluz, la necesidad de abrir un camino distinto. La posibilidad de cambiar la historia. El símbolo se completó después con su muerte, su asesinato, en las inmediaciones del cortijo de la Gota de Leche, por soldados franquistas, fascistas incendiados por el odio, por el fanatismo. Era la madrugada del 10 al 11 de agosto de 1936.

El símbolo se completó después con su muerte, su asesinato, en las inmediaciones del cortijo de la Gota de Leche, por soldados franquistas

Por aquel simbolismo, Blas Infante fue reconocido con justicia como el 'padre de la patria andaluza' en el Parlamento andaluz y, posteriormente, en el Estatuto de Autonomía. Si de lo que se trataba en 1975 era de buscar entre todos un nuevo modelo de Estado que pudiera resolver las tensiones territoriales de España, si lo que se pretendía era restaurar y encauzar el sistema autonómico que se truncó con la Guerra Civil, no había otra persona en la historia del andalucismo con más merecimientos que Blas Infante.

Andalucía convertida en una comunidad autónoma moderna, con poderosas instituciones para su autogobierno, dentro de España y de Europa. El estandarte de ese logro es Blas Infante y el único problema que surge es que, a medida que nos alejamos del simbolismo y nos adentramos en la obra, lo que se deteriora es el símbolo mismo. Tanto quienes lo mitifican como quienes lo detestan, pueden encontrar en la obra de Blas Infante textos para ensalzarlo o para hundirlo, porque existen.

Lo mejor de su pensamiento fue la defensa de un nacionalismo humanista, razonable e integrador; un regionalismo que busca la justicia, no la confrontación; la solidaridad, no el egoísmo: "Mi nacionalismo, antes que andaluz, es humano". Lo peor, sus delirios de Al Andalus, como si la verdadera Andalucía se hubiera quedado allí, como si Andalucía solo fuera eso, como si Andalucía no tuviera raíces de 3.000 años de profundidad.

De lo que se trataba en 1975 era de buscar entre todos un nuevo modelo de Estado que pudiera resolver las tensiones territoriales de España

"El pueblo andaluz fue arrojado de su Patria por los reyes españoles y unos moran todavía en hermanos pero extraños países, y otros, los que quedaron y los que volvieron, los jornaleros moriscos que habitan el antiguo solar, son apartados inexorablemente de la tierra que enseñorean aún los conquistadores. Y es preciso unir a unos y otros. Los tiempos cada día serán más propicios. En este aspecto, hay un andalucismo como hay un sionismo. Nosotros tenemos, también, que reconstruir una Sión", escribió Blas Infante en sus tiempos de ensoñación musulmana.

¿Disparató Blas Infante? Ya queda dicho, aunque sus desvaríos son meras fruslerías al lado de los de sus ‘semejantes. Por ejemplo, Sabino Arana, fundador del PNV y ‘padre’ de la patria vasca, hiperbólico en todas sus facetas: nacionalista, racista, machista… La constante adoración a la que el nacionalismo vasco somete su figura solo es posible si se entierran y se olvidan todos los disparates que dijo.

placeholder Retrato de Blas Infante.
Retrato de Blas Infante.

Por ejemplo: "¿Qué sería de la mujer si el hombre no la amara? Bestia de carga, e instrumento de su bestial pasión: nada más". Lo mismo puede decirse de Enric Prat de la Riba, 'padre' del catalanismo e inspirador del odio a lo español como catalizador de lo que él consideraba una religión: "la religión catalanista tiene por Dios a la Patria". Como Sabino Arana, también Prat de la Riba considera que el pueblo catalán es superior, más culto, más decente y hasta más limpio que los otros pueblos y, en función de ese delirio, lo justifica todo: "Los pueblos bárbaros han de ser sometidos de buen grado o a la fuerza. Las potencias cultas tienen el deber de expansionarse sobre las poblaciones retrasadas".

Los tres pertenecen a un mismo tiempo Sabino Arana (1865-1903), Prat de la Riba (1870-1917) y Blas Infante (1885-1936) y si no se les despoja de la literalidad, si no se les utiliza solo como meros símbolos para esta España nueva, descentralizada y democrática, siempre conducen a la majadería extemporánea y anacrónica. Ya vemos que los nacionalismos vascos y catalán persisten en la diferencia, en el enfrentamiento, en la adaptación deformada de sus referentes, mientras que el andalucismo jamás, en democracia, ha sido separatista ni excluyente. Sin embargo, es Blas Infante el único de los tres que se ve sometido de forma periódica a una polémica política en su tierra por parte de quienes parecen querer disputarse sus huesos.

Sin embargo, es Blas Infante el único de los tres que se ve sometido de forma periódica a una polémica política en su tierra

Por etapas, se le olvida, y ‘Blas Infante’ no pasa de ser una calle o un colegio, pero cuando conviene, se rescata su figura para arrojársela al contrario. Los hay en la izquierda andaluza que piensan que Blas Infante les pertenece, como si fuera un patrimonio suyo, y los hay en la derecha que se ceban cruelmente con insultos sobre la memoria de un hombre asesinado por gritar “Viva Andalucía libre”. Entre unos y otros, vuelven a matarlo otra vez. "He visto entregada esta tierra a aventureros de la política, a advenedizos que hacen de ella asiento de su cretina vanidad y base de su mezquino interés", dijo Blas Infante y, cuando lo decía, jamás hubiera pensado que Andalucía cambiaría tanto dentro de una España democrática y que algunos vicios de la clase política se mantendrían igual.

Lejos del símbolo, Blas Infante puede ser un disparate. Lo mejor de la vida de Blas Infante fue su entrega a Andalucía, su rabia ante el subdesarrollo andaluz que se le quedó grabado en la mente desde que era un niño: "Yo tengo clavada en la conciencia, desde la infancia, la visión sombría del jornalero. Yo los he visto pasear su hambre por las calles del pueblo; los he contemplado en los cortijos, desarrollando una vida que se confunde con la de las bestias; los he visto dormir hacinados en sus sucias gañanías, comer el negro pan de los esclavos, esponjado en el gazpacho maloliente, y servido, como a manadas de siervos en el dornillo común, trabajar de sol a sol, empapados por la lluvia en el invierno, caldeados en la siega por los ardores de la canícula. El escándalo de su existencia miserable ha traspasado las fronteras, para vergüenza de España y de Andalucía".

Sabino Arana Parlamento de Andalucía PNV