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El cura y el obispo, no todo es robar
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Javier Caraballo

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El cura y el obispo, no todo es robar

A saber qué pensará Dios de quienes gestionan su Iglesia, porque lo único que está claro es que han desaparecido 300.000 euros…

Foto: El obispo de Cádiz, Rafael Zornoza. (Foto: Diócesis de Cádiz y Ceuta)
El obispo de Cádiz, Rafael Zornoza. (Foto: Diócesis de Cádiz y Ceuta)

El cura era un despilfarrador hasta que lo sorprendió el obispo de Cádiz, monseñor Zornoza; solo él podría haberlo desenmascarado para denunciar la doble vida que llevaba el sacerdote. No, no era el cura, el problema siempre ha sido el obispo de Cádiz, un obispo ultraconservador y autoritario, que ha conseguido el récord de odios entre los propios sacerdotes de su diócesis. ¿El cura o el obispo? A saber qué pensará Dios de quienes gestionan su Iglesia porque lo único que está claro es que han desaparecido 300.000 euros… Pero, entonces, ¿quién ha robado el dinero?

Esta es una historia con dos finales, según la cuenten unos u otros, así que lo mejor será comenzar por el principio. O por el final, para volver luego sobre un relato lleno de misterio que se conoció hace justo un año, en enero de 2019, sin que en todo este tiempo se haya podido esclarecer qué ha ocurrido. Pero también es una historia que habla de las diferencias internas de algunos obispos españoles con el papa Francisco por su intento de abrir la visión Iglesia a los nuevos tiempos, sacarla del encasillamiento conservador en muchos asuntos. Y es una historia, por último, de la España profunda y sencilla, de los feligreses de un pueblo dispuestos a luchar por su sacerdote desde que conocieron que el Obispado lo dejó sin parroquia. Así que vamos paso a paso: el cura y el obispo, primera parte.

Una historia de la España sencilla, de los feligreses de un pueblo dispuestos a luchar por su sacerdote desde que el Obispado lo dejó sin parroquia

La primera noticia que se tiene de este extraño caso se produce en agosto de 2018, cuando el Obispado de Cádiz decide apartar al sacerdote Antonio Casado de la parroquia del Divino Salvador de Vejer de la Frontera, en la provincia de Cádiz, uno de los pueblos más bonitos de España, enclavado en la cima de un monte que, a lo lejos, parece una preciosa miniatura de casas encaladas y tejados de barro cocido. El obispo fulminó al sacerdote coincidiendo con la velada en honor de la patrona del municipio, la Virgen de la Oliva Coronada, lo que llenó de estupor a los feligreses. Se organizó una recogida de firmas, encabezada por el boticario del pueblo, Antonio Morillo Crespo, que también fue alcalde, pidiendo explicaciones y protestando porque le hubiesen quitado a su párroco, pero nadie les contestó.

Seis meses después, se enteraron por los periódicos de los motivos: Su venerado, admirado y respetado sacerdote estaba acusado de haber sisado 300.000 euros de la Iglesia. El dinero desapareció del fondo que tiene la Iglesia con lo que recibe del alquiler de numerosas fincas que posee en aquel pueblo, donadas por los fieles a lo largo de los años. Los feligreses, sin embargo, no se lo creían: “Nuestro párroco ha realizado en Vejer una labor ejemplar, extraordinaria, y se le ha condenado sin haber sido juzgado. El papa Francisco se echaría las manos a la cabeza si se enterase de lo sucedido”, dijo el boticario. “La parroquia de Vejer se merece un respeto y una explicación”, remachó.

Su venerado, admirado y respetado sacerdote estaba acusado de haber sisado 300.000 euros de la Iglesia. Los feligreses no se lo creían

El único ‘juicio’ que se celebró fue en el seno de la propia Iglesia, un juicio canónico celebrado en Sevilla, pero no ha trascendido la sentencia, si es que existe sentencia, ni las acusaciones concretas que se le hacían al cura. Lo único que se filtró, en enero del año pasado, es que la Guardia Civil pensaba que el párroco llevaba una doble vida y que ese era el motivo de la apropiación del dinero del Fondo del Clero. Pero ni se detalló en qué consistía la ‘doble vida’ ni se ha sabido más de esa investigación que se lleva a cabo en el Juzgado de Barbate a raíz, precisamente, de la denuncia que puso el propio párroco y que no tenía nada que ver con lo que se le acusa; el sacerdote acudió al juzgado a denunciar que estaba siendo chantajeado y acabó acusado de haber metido la mano en el cepillo. Después de un largo tiempo de silencio, hace unas semanas, el sacerdote se ‘confesó’ en una entrevista con el 'Diario de Cádiz'.

Su versión, que es la que sigue, es un puro misterio: En 1999, este sacerdote se fue de misionero a Malabo y, estando allí, como capellán de un orfanato de monjas Misioneras de la Inmaculada, conoce el caso de un niño, a punto de morir, si no recibe asistencia. Como tenía que volver a España, en unas breves vacaciones, el capellán se trae consigo al niño y lo ingresa en el Hospital de la Cruz Roja de Córdoba, primero, y en el Carlos III de Madrid, después. El pobre niño, aún débil, se queda en España con la madre del sacerdote y este vuelve a Malabo. En esas, llega a la colonia de misioneros una delegación de la Universidad de Alcalá de Henares y, al conocer el sufrimiento del misionero, una profesora de Derecho le dice que ella es experta en trámites internacionales para adopciones, que sería la solución definitiva. El sacerdote decide ponerse en sus manos y adopta al niño, que ya es mayor y vive con él en España, con un fantástico acento andaluz.

¿Dónde está el problema? ¿Qué tiene que ver todo eso con el desfalco? Pues, por lo que ha contado el sacerdote, a pesar de los años que han pasado, todavía no han dejado de extorsionarlo por la adopción del niño; por eso acudió al juzgado a poner una denuncia en agosto, el mismo mes que el obispo lo echó de la parroquia. Un sacerdote salesiano, que también estuvo en la misión, ha escrito una carta a 'Religión Digital' en la que da fe de lo ocurrido y dice que la profesora de la Universidad de Alcalá de Henares se ofreció a ayudar “y en seguida comenzaron a surgir los problemas, casi todos ellos de índole económica, diciendo que, al no haber acuerdos directos de adopción entre Guinea y España, los trámites eran más costosos”. ¿Mafias de la inmigración que también trafican con adopciones? ¿Y qué pintan en todo eso los profesores universitarios? ¿Por qué la Iglesia no respalda y apoya al sacerdote que está siendo extorsionado, en vez de apartarlo? También existe la posibilidad de que el actual obispo de Cádiz, al conocer lo que sucedía, no apruebe que uno de sus sacerdotes tenga un hijo, que no es propio de los representantes de Dios en la tierra.

Muchos sacerdotes de la provincia de Cádiz así lo piensan porque, de hecho, están enfrentados a Zornoza desde su llegada al Obispado y han trasladado su malestar a Roma en varias ocasiones. La cuestión es que 300.000 euros han desaparecido y, como se ve, no todo es robar. El cura acusado mira al cielo y se encomienda a Dios, a la espera del capítulo final: “Yo no busqué esta situación. Si he cometido errores, pido perdón. He vivido situaciones de mucho miedo, pero en todo momento he actuado con buena intención y obedeciendo a mi conciencia cristiana y mi vocación sacerdotal. Doy gracias a los que han rezado por mí. Pronto estaré ante el tribunal de Dios y os digo la verdad igual que allí la diré, y Dios la sabe”.

El cura era un despilfarrador hasta que lo sorprendió el obispo de Cádiz, monseñor Zornoza; solo él podría haberlo desenmascarado para denunciar la doble vida que llevaba el sacerdote. No, no era el cura, el problema siempre ha sido el obispo de Cádiz, un obispo ultraconservador y autoritario, que ha conseguido el récord de odios entre los propios sacerdotes de su diócesis. ¿El cura o el obispo? A saber qué pensará Dios de quienes gestionan su Iglesia porque lo único que está claro es que han desaparecido 300.000 euros… Pero, entonces, ¿quién ha robado el dinero?

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