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Anguita, el último califa
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Javier Caraballo

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Anguita, el último califa

De aquellos años en los que fue alcalde de Córdoba se ganó un apodo periodístico, ‘el Califa Rojo’, que siempre le acompañó y que le sobrevivirá en la memoria

Foto: Fotografía de archivo (24 03 2019) del líder histórico de IU Julio Anguita. (EFE)
Fotografía de archivo (24 03 2019) del líder histórico de IU Julio Anguita. (EFE)

La primera vez que todo el mundo giró la cabeza hacia Córdoba fue al poco de constituirse las primeras corporaciones municipales de la democracia porque en aquella capital andaluza había un alcalde comunista que en la puerta de su despacho había colocado el cartel, con caracteres gruesos y letra bien negra: “No pidan al alcalde recomendación, favor o trato especial basándose en amistad, identidad política o cualquier otra argumentación. De antemano sepan que la respuesta será negativa”. El alcalde era Julio Anguita, que se nos ha muerto en este mayo extraño, de flores sin colores, de miedo y de incertidumbre. Se ha muerto Julio Anguita y conviene recordar al político, a la persona, porque no existe distinción en una vida como la suya, en la que la ideología no se entiende sin la coherencia personal y la persistencia; no se explican los principios sin la moral, sin la decencia. Se podrán discutir sus ideas y se podrá diferir de sus propuestas, pero nadie lo hará de su coherencia sostenida, de su honestidad. En Andalucía, frente a la fuerza arrolladora del PSOE, Julio Anguita ideó y experimentó con una nueva fuerza política de izquierdas, porque no entendía, ni compartía, que el Partido Socialista se presentara ante la sociedad como la única izquierda posible. En ‘Convocatoria por Andalucía’, que era un llamamiento a las fuerzas de izquierda distintas al PSOE, está el germen de Izquierda Unida y, posteriormente, de las alianzas que se han tejido en ese mismo espacio. Llegó un momento, en los años 90, cuando el PSOE se encharcó en la corrupción, que Julio Anguita, ya líder del PCE y de IU, soñó con el sorpasso. Entonces comenzó un acoso, intenso e implacable, hacia su persona y contra su liderazgo, primero sutilmente y, al final, groseramente.

Julio Anguita, en aquellos años, siempre repetía lo mismo, que no se dejaba guiar por las invocaciones genéricas del miedo a la derecha, que sus alianzas siempre estarían determinadas por lo concreto, “programa, programa, programa”; que las políticas de derecha no dejaban de ser tales por el mero hecho de que las aplicara un Gobierno del PSOE. Habló Anguita de “las dos orillas” y, en ese punto, y lo acusaron de aliarse con la derecha, de crear ‘una pinza’ con el Partido Popular, para destruir el PSOE. Felipe González dijo de él que era “la misma mierda” que Aznar y, con el revuelo que se armó, Carmen Romero, quizá ruborizada por el exabrupto de su entonces marido, se apresuró a aclararle a Julio Anguita que lo de la mierda se lo decía “en sentido figurado”. Como escribió luego Paco Umbral, la justificación fue incluso peor que el insulto. “¿Es que hay otra manera de utilizar esa expresión, que no sea en sentido figurado? Ni Aznar ni Anguita tienen una nariz hecha con mierda, una mano derecha de materia fecal, una rodilla de excrementos. Hay expresiones que no tienen otro sentido que el figurado, por eso la aclaración de doña Carmen es risible, obvia y lamentable en una profesora de letras”.

Foto: Julio Anguita, en una foto de archivo. (EFE)

De aquellos años en los que fue alcalde de Córdoba se ganó un apodo periodístico, ‘el Califa Rojo’, que siempre le acompañó y que le sobrevivirá en la memoria. Por eso, hoy, con tristeza, podemos decir que se ha muerto el último Califa, Julio Anguita, a los 78 años, con el corazón cansado de latir. Y, al leer sus palabras, sacadas de algunas de las veces que nos vimos, la mente acompaña la lectura con el tono, didáctico y exigente, de maestro antiguo que reñía a los electores en los mítines para zamarrear sus conciencias acomodadas o adormecidas. Se ha ido Anguita y siempre nos quedará su palabra:

Sobre la política y su liderazgo

"La política es un arte agrario, necesita el arado, la siembra, el riego, las esperas del sol y de la lluvia, las lunas. El campesino tiene tiempo para pensar, para rebinar, que es la palabra que se utiliza. En el momento en el que la política se convierte en un trantrán, en una foto o una pose, ya no hablamos de políticos sino de marionetas (…) Repasemos un momento qué ha ocurrido con alguna de mis afirmaciones y con aquellos que decían que yo estaba fuera de la realidad. ¿Qué ha pasado con la gente que estaba en Izquierda Unida y está hoy en el PSOE? ¿Y con algunos altísimos dirigentes sindicales, dónde están? ¿Quién llevaba razón en aquel pleito? ¿Qué ha pasado con las dos orillas? ¿No es verdad que PP y PSOE están en la misma orilla, con la misma política fiscal, con la misma reforma laboral, la misma política económica? (…) Lo pasé mal, sí, pero no sólo por el falso montaje de la pinza, que no se le hubiera ocurrido ni a Goebbels. Lo pasé mal por cómo aquella mentira acababa influenciando a mis propios compañeros, que sabían perfectamente que no había pinza alguna entre Izquierda Unida y el Partido Popular, y sin embargo parecían darle crédito a aquellas falsedades. La ‘pinza’ fue un invento de quienes creían, y creen, que Izquierda Unida debe ser la criada solícita en apoyo del PSOE. Nada importaba, además, que el PSOE acabara de atravesar sus peores años de corrupción.

Foto: Imagen de archivo datada el 28 de septiembre de 1989 de Julio Anguita en Anchuras (Ciudad Real).

La dignidad y la soberanía de Izquierda Unida hacían daño, cla- ro, y por eso la atacaron de aquella forma, con una campaña orquestada por el PSOE y por los medios de comunicación del

señor Polanco. Diego López Garrido, entonces en Izquierda Unida, fue el que montó toda aquella patraña. ¿Que soy un iluminado? A mí todo eso me hace mucha gracia. ¿Qué iluminado quiere hacer de la política algo laico? Lo que no hago, desde luego, es prestarme a operaciones del tipo de ‘todos contra la derecha’. Eso sí que suena a iluminación, a cruzada. ¿Contra la derecha? Claro, pero a ver, primero todos con el programa, contra las políticas de derecha. Como la ‘pinza’ de la que nos acusaban con el único objetivo de ocultar que el PSOE de aquellos años era una ciénaga: corrupción, crimen de Estado, dimisión de ministros, encarcelamientos, financiación ilegal...

Sobre las ideologías

“Derecha e izquierda existen. Con los nombres que usted le quiera poner. A lo largo de toda la historia, la derecha es el poder económico y su intento será siempre que no cambien las cosas. La izquierda es la que busca y defiende cambios en la sociedad para que haya una mayor igualdad. Lo que ocurre es que los imperativos del mercado, los efectos de la globalización, ha llevado a la izquierda a ceder continuamente y los objetivos se reducen a la lucha por el poder. Pero que ésta sea la realidad no implica que la izquierda no exista, sólo que ha perdido su línea de combate. Yo, como hombre de izquierda, creo en la intervención pública del mercado como única forma de intentar frenar las diferencias enormes injusticias y desigualdades que provoca el capitalismo.

Foto: Julio Anguita. (EFE)

La globalización no es más que el desarrollo extremo del sistema capitalista. Lo que decían Marx y Engels. No hay ningún fenómeno nuevo que no esté en el Manifiesto Comunista. Otra cosa es las posiciones progres, el progresismo... Mire usted, se lo diré con mucha claridad, prefiero que se acuerden de mi padre y de mi madre a que me llamen progre. La progresía es, ni más ni menos, que el sumidero por donde se han ido las ideas de la izquierda. La progresía es quedarse en la reforma de una serie de aspectos sociales, como los matrimonios homosexuales o las medidas de discriminación positiva de la mujer, mientras que se deja intacta una realidad económica injusta (…) El terreno para una izquierda como la que pretendíamos al principio existe, sigue ahí y es inmenso. Pero es que, además, vivimos un momento en el que lo que se avecina es una crisis de caballo, y me preocupan los mileuristas, los parados, el precio de los alimentos, los jubilados (...) Mientras existan desigualdades e injusticias, yo seguiré pensando que hace falta el comunismo. También sé que mi partido fue el único que se enfrentó a un tal Francisco Franco. Y que en Stalingrado fue el único que venció al nazismo. Con grandes errores, y graves crímenes, como otras ideologías y religiones, pero sigue siendo un proyecto de liberación. Yo soy comunista de fondo”

La primera vez que todo el mundo giró la cabeza hacia Córdoba fue al poco de constituirse las primeras corporaciones municipales de la democracia porque en aquella capital andaluza había un alcalde comunista que en la puerta de su despacho había colocado el cartel, con caracteres gruesos y letra bien negra: “No pidan al alcalde recomendación, favor o trato especial basándose en amistad, identidad política o cualquier otra argumentación. De antemano sepan que la respuesta será negativa”. El alcalde era Julio Anguita, que se nos ha muerto en este mayo extraño, de flores sin colores, de miedo y de incertidumbre. Se ha muerto Julio Anguita y conviene recordar al político, a la persona, porque no existe distinción en una vida como la suya, en la que la ideología no se entiende sin la coherencia personal y la persistencia; no se explican los principios sin la moral, sin la decencia. Se podrán discutir sus ideas y se podrá diferir de sus propuestas, pero nadie lo hará de su coherencia sostenida, de su honestidad. En Andalucía, frente a la fuerza arrolladora del PSOE, Julio Anguita ideó y experimentó con una nueva fuerza política de izquierdas, porque no entendía, ni compartía, que el Partido Socialista se presentara ante la sociedad como la única izquierda posible. En ‘Convocatoria por Andalucía’, que era un llamamiento a las fuerzas de izquierda distintas al PSOE, está el germen de Izquierda Unida y, posteriormente, de las alianzas que se han tejido en ese mismo espacio. Llegó un momento, en los años 90, cuando el PSOE se encharcó en la corrupción, que Julio Anguita, ya líder del PCE y de IU, soñó con el sorpasso. Entonces comenzó un acoso, intenso e implacable, hacia su persona y contra su liderazgo, primero sutilmente y, al final, groseramente.

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