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SOS: los narcos retan a Marlaska
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Javier Caraballo

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SOS: los narcos retan a Marlaska

“Ningún atentado a un hombre o mujer de la Policía Nacional o la Guardia Civil quedará impune”, dijo, y los narcos contestaron con otro atropello más de policías

Foto: El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. (EFE)
El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. (EFE)
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Lo llamaron el ‘sheriff de Cádiz’ cuando acudió a la provincia como paracaidista en las listas del PSOE y, desde entonces, los narcos actúan en la provincia como esos forajidos descarados y desafiantes en los poblados del lejano oeste. A Fernando Grande-Marlaska le han plantado cara los jefes del narcotráfico en la costa andaluza y quieren burlarlo. Es un claro desafío, una guerra abierta en la que se juega el poder real en la provincia, quién manda, e, incluso, quién tiene más apoyo en las ciudades y barrios más infiltrados por el narcotráfico, desde la Costa del Sol hasta el Campo de Gibraltar, concebidos como las columnas que marcan una de las principales puertas de entrada de la droga que se consume en Europa.

Como el ministro, a través de muchos sumarios judiciales, conoce la extraordinaria complejidad de la lucha contra el tráfico de droga, lo primero que hizo al tomar posesión de su cargo, en junio de 2018, fue enviarles un mensaje claro a los jefes de esas bandas: una de sus prioridades iba a ser desmantelarlas todas y acabar con la impunidad con la que se pavoneaban. “Tiene usted que devolverles a los agentes el principio de autoridad, que aquí se ha perdido completamente”, le aconsejaron a Marlaska porque esa es, precisamente, la expresión más cruel de esta lucha. El desafío de los narcos se constata en que, muchas veces, son los policías y los guardias civiles los que tienen que temer a los narcotraficantes, no al revés. Y la gente, desde los más inocentes a los más trillados, grandes y pequeños, lo saben, lo ven, y asisten a ese ‘nuevo orden’ con estupefacción, otros con desencanto, y muchos con aceptación. Es la ley del más fuerte.

El desafío de los narcos se constata en que son los policías y guardias civiles los que tienen que temer a los narcotraficantes

Fijémonos en un hecho, ocurrido poco antes de que Marlaska tomara posesión, que pudo ser un punto de inflexión en esta lucha contra el narcotráfico, y en lo que ha pasado posteriormente. Sucedió en febrero de 2018: la policía detuvo en un control a uno de los narcos más buscados de La Línea de la Concepción y, cuando lo llevaron a un hospital para que lo atendieran de algunas heridas, llegaron veinte encapuchados en sus ostentosos cuatro por cuatro, recorrieron los pasillos buscando, habitación por habitación, y cuando lo encontraron, apartaron a los policías que lo custodiaban, liberaron al narco y se fueron. Solo hay que pensar en la cara que pusieron médicos y enfermos cuando contemplaron aquello. El principio de autoridad, claro, era eso.

Marlaska lo que hizo fue aumentar sensiblemente los medios y recursos de las fuerzas de orden público y, en solo un año, consiguió detener a más personas que nunca en esa zona. Tres mil detenidos en total; uno de los primeros, aquel narco que se fugó del hospital y que se mantenía oculto en una casa de campo protegido por ‘soldados’ de la mafia calabresa.

Foto: Imagen de archivo de agentes de la Policía Nacional  tras incautar droga en La Línea de la Concepción. (EFE)

Pasado el paréntesis del confinamiento por la pandemia del coronavirus, el conflicto ha vuelto a estallar estos días con más violencia que nunca. Los narcos han ampliado a otros municipios de la costa de Cádiz y Málaga su campo de acción y, además, ha aumentado la violencia contra los agentes de Policía y de Guardia Civil: solo en lo que llevamos de septiembre trece agentes han resultado heridos, muchos de ellos de gravedad. Casi siempre, los enfrentamientos se producen de la misma forma: cuando los narcos se ‘tropiezan’ con un control policial, embisten contra los policías o guardias civiles, los arrollan. O contra los patrulleros, hasta que consiguen darse a la fuga. “Es una guerra desigual —repiten siempre los sindicatos policiales—. Manejan muchísimo dinero, cuentan con vehículos más potentes, de alta gama, lanchas rápidas y una extensa red de vigilantes para informarles de los movimientos de las fuerzas de seguridad del Estado”.

¿Esta batalla contra el narcotráfico, podría ganarse, por lo tanto, si se aumentan mucho más el número de agentes y de medios en la zona? Esa es la pregunta más compleja de responder porque, evidentemente, el aumento de las dotaciones de policía es una condición indispensable, pero no es suficiente. Los refuerzos, policiales y judiciales, que se han incrementado desde la llegada de Marlaska al Ministerio del Interior, deben concluir ahora con una medida excepcional, similar a la adoptada para combatir a la banda terrorista ETA.

Es una guerra desigual. Manejan muchísimo dinero, cuentan con una extensa red de vigilantes para informarles de nuestros movimientos

“Es algo parecido a lo que se hizo en su día en el País Vasco y Navarra, con más medios y más ventajas para los funcionarios públicos que sean destinados al Campo de Gibraltar”, defiende Francisco Mena, el presidente de las asociaciones contra la droga. Es evidente que una medida así, acompañada de otras equivalentes de carácter judicial, aumentaría la eficacia de la lucha contra el narcotráfico, pero también serán insuficientes si, al mismo tiempo, no se aborda con planes específicos la enorme lacra de toda esta zona: el desempleo. De los cinco municipios españoles de más de 40.000 habitantes con más paro, cuatro son de Cádiz; el quinto es Ceuta. El primero de todos, La Línea de la Concepción, que roza el 38% de parados. Contemplado con una mínima lejanía, se van sumando características y peculiaridades, y se deduce al instante que estamos ante un problema mayúsculo que, en sí mismo, forma un círculo vicioso en el que los narcos siempre encontrarán las mayores ventajas para ganar la batalla.

placeholder Funcionarios de Vigilancia Aduanera de la Agencia Tributaria han aprehendido 16 fardos de hachís, con un peso total de 500 kilos, que fueron arrojados al mar. (EFE)
Funcionarios de Vigilancia Aduanera de la Agencia Tributaria han aprehendido 16 fardos de hachís, con un peso total de 500 kilos, que fueron arrojados al mar. (EFE)

A Fernando Grande-Marlaska lo apodaron el ‘sheriff de Cádiz’ cuando se supo que el PSOE había decidido colocarlo como cabeza de lista por esta provincia. Es verdad que en Cádiz ocurre como en Bilbao, que gaditanos y bilbaínos nacen donde quieren y, de ahí, esa empatía sociológica que se plasma hasta en una marca turística oficial, ‘Euscádiz’, en reconocimiento del turismo vasco en esta provincia. Todo eso es cierto, pero en el caso de Marlaska, su llegada a Cádiz es un reto profesional y político, el ministro frente a los narcos; acaso uno de los más importantes de su gestión y también el más arriesgado.

El lunes pasado, tras un terrible comienzo de mes, unos guardias civiles tiroteados en una plantación de marihuana, unos policías arrollados en un control de carretera, el ministro del Interior se fue hasta Cádiz y fue tan breve su visita que estaba claro que, en realidad, lo único que pretendía era dirigirse, desde allí, a los narcos para poder decirles como si los mirase a la cara: “Ningún atentado a un hombre o mujer de la Policía Nacional o la Guardia Civil quedará impune”. Los narcos le contestaron dos días más tarde con otro atropello más de policías. La guerra continúa.

Lo llamaron el ‘sheriff de Cádiz’ cuando acudió a la provincia como paracaidista en las listas del PSOE y, desde entonces, los narcos actúan en la provincia como esos forajidos descarados y desafiantes en los poblados del lejano oeste. A Fernando Grande-Marlaska le han plantado cara los jefes del narcotráfico en la costa andaluza y quieren burlarlo. Es un claro desafío, una guerra abierta en la que se juega el poder real en la provincia, quién manda, e, incluso, quién tiene más apoyo en las ciudades y barrios más infiltrados por el narcotráfico, desde la Costa del Sol hasta el Campo de Gibraltar, concebidos como las columnas que marcan una de las principales puertas de entrada de la droga que se consume en Europa.

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