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De cómo Ayuso fortalece a Susana Díaz
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Javier Caraballo

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De cómo Ayuso fortalece a Susana Díaz

Las dudas de ahora de Pedro Sánchez son las certezas de Susana Díaz para su estrategia en la batalla que ambos libran por el liderazgo del PSOE de Andalucía

Foto: La presidenta del PSOE-A, Susana Díaz. (EFE)
La presidenta del PSOE-A, Susana Díaz. (EFE)

El instinto político de Susana Díaz se sobresaltó el martes pasado, el 4 de mayo, cuando los madrileños acudían a las urnas y en el PSOE se animaba aún a la participación masiva del electorado, confiados aún en poder doblegar los malos augurios de las encuestas. Susana Díaz no tuvo esa confianza, sino la contraria: el batacazo del PSOE en Madrid será histórico, hará temblar los cimientos de la Moncloa y pondrá a cavilar a Pedro Sánchez sobre la levedad de la política, esos giros inesperados que convierten en cenizas la estructura de poder que se creía más sólida. Pedro Sánchez lo sabe bien, él mismo lo ha experimentado, aunque hasta ahora siempre a favor. Igual que Susana Díaz, por sus trayectorias políticas paralelas y sus juramentos de combatir hasta el final, cuando el otro caiga abatido y no pueda levantarse más.

Las dudas de ahora de Pedro Sánchez son las certezas de Susana Díaz para su estrategia en la batalla que ambos libran por el liderazgo del PSOE de Andalucía, aquel partido que fue hegemónico en la comunidad durante cuatro décadas y aspira a volver a serlo. Tan inescrutable es el destino de la política que el 4 de mayo, gracias a la intuición anticipada de que Isabel Díaz Ayuso arrasaría, Susana Díaz tuvo claro que las elecciones de Madrid se iban a convertir en el momento de mayor debilidad de Pedro Sánchez; por tanto, el momento político preciso para actuar contra él. Por eso, ese día en que todo el mundo miraba para Madrid, Susana Díaz movió en Andalucía una pieza inesperada en el tablero para dejar constancia de dos cosas: que no va a permitir que le sigan marcando la agenda política desde la ejecutiva federal del PSOE y que sigue conservando intacto su instinto político para dominar la poderosa agrupación socialista andaluza.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el momento de votar. (EFE)

El movimiento de piezas propiciado por Susana Díaz puede parecer algo irrelevante —de hecho, en otras circunstancias, debería inscribirse en lo que denominamos ‘micropolítica’, sin interés alguno para los ciudadanos— si no fuera por el mar de fondo que conlleva. Desde hace meses, el sector del PSOE de Andalucía que se alinea con Pedro Sánchez está presionando para que se convoquen antes del verano unas elecciones primarias para elegir al próximo candidato de los socialistas a la Junta de Andalucía. Susana Díaz, secretaria general del PSOE-A, lo ha negado hasta ahora porque pretende ganar tiempo y, en todo caso, no verse forzada a que le marquen la estrategia: su intención es que primero se celebre el congreso regional, en el que salga reelegida, y posteriormente las elecciones primarias, ya en 2022, cerca del final de esta legislatura que preside Juanma Moreno, líder del PP andaluz.

Pero el batacazo de Pedro Sánchez en Madrid lo ha cambiado todo, drásticamente. ¿Primarias en junio? Perfecto, se acabó la presión. Y ahora que Pedro Sánchez se exponga a perderlas frente a Susana Díaz después de sus tres tropiezos de este año, la amarga victoria de Salvador Illa en Cataluña, el esperpento de la moción de censura de Murcia y la debacle de Madrid. La misma noche de las elecciones madrileñas, los fieles de Susana Díaz lanzaron por sus redes de WhatsApp un mensaje desafiante: “Hoy vivimos la demostración de que los candidatos impuestos son espadas de doble filo. Ferraz no está para dar lecciones”. Espadas, que es como se apellida el alcalde de Sevilla, el teórico rival que se enfrentará a ella en esas elecciones primarias de junio para elegir al próximo candidato socialista a la Junta de Andalucía.

Pero ¿será así? ¿Lo sucedido en Madrid no cambia los planes de Pedro Sánchez para sustituir a Susana Díaz y que Juan Espadas sea el elegido? El ánimo alicaído en el entorno de la ejecutiva federal del PSOE es menos relevante en estos momentos que la angustia que provoca la posibilidad de dar un nuevo paso en falso. Pedro Sánchez, en fin, no solo no puede tener ya ningún tropiezo más, sino que tiene que replantearse, con más perspectiva, cómo se plantea el resto de legislatura, en la que ya solo se convocarán unas elecciones autonómicas, las andaluzas del otoño de 2022.

Tras lo sucedido en Madrid, lo que empieza a generalizarse en el PSOE sanchista es la sensación de que en Andalucía no puede repetirse el error y que el candidato que se enfrente a Juanma Moreno debe ser la mejor opción posible. Y Juan Espadas suscita dudas de que sea la mejor opción. Por dos motivos fundamentales: perder ante Susana Díaz —que puede perder, según se constata en este momento— lo debilita como alcalde de la capital andaluza y, en segundo lugar, su perfil político no es el más combativo para agitar al electorado de izquierda contra el Gobierno andaluz de centro derecha. Con lo cual, una idea comienza a extenderse: hace falta un auténtico revulsivo, que una a todo el partido; el error de no haber forzado a Margarita Robles a ser la candidata en Madrid se ha pagado muy caro, con lo que no puede volver a suceder lo mismo con la ministra de Hacienda y portavoz, María Jesús Montero, añorada por muchos para que sustituya a Susana Díaz y dispute la Junta de Andalucía al Partido Popular.

El instinto político de Susana Díaz se sobresaltó el martes pasado, el 4 de mayo, cuando los madrileños acudían a las urnas y en el PSOE se animaba aún a la participación masiva del electorado, confiados aún en poder doblegar los malos augurios de las encuestas. Susana Díaz no tuvo esa confianza, sino la contraria: el batacazo del PSOE en Madrid será histórico, hará temblar los cimientos de la Moncloa y pondrá a cavilar a Pedro Sánchez sobre la levedad de la política, esos giros inesperados que convierten en cenizas la estructura de poder que se creía más sólida. Pedro Sánchez lo sabe bien, él mismo lo ha experimentado, aunque hasta ahora siempre a favor. Igual que Susana Díaz, por sus trayectorias políticas paralelas y sus juramentos de combatir hasta el final, cuando el otro caiga abatido y no pueda levantarse más.

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