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Pasado y futuro del 'granero' andaluz
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Javier Caraballo

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Pasado y futuro del 'granero' andaluz

En Andalucía, aunque las elecciones ni siquiera están a la vista, ya han empezado las disputas entre todos los partidos políticos para obtener una porción del electorado que los socialistas, a su vez, quieren recuperar

Foto: La secretaria general del PSOE-A, Susana Díaz (i), y el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno (d). (EFE)
La secretaria general del PSOE-A, Susana Díaz (i), y el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno (d). (EFE)
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El granero andaluz está de obras. La izquierda quiere recomponer las mayorías electorales que, durante cuarenta años, garantizaban siempre una buena cosecha de votos en Andalucía. El PSOE era, en todos esos años, el eje de toda la política andaluza, el “partido natural de los andaluces”, como se repetía en todas las campañas electorales, como si formara parte de esta tierra como el río Guadalquivir, las playas de la Costa del Sol o el flamenco.

La franja electoral en la que se asentaba iba desde la misma frontera con la derecha hasta la izquierda comunista, que también ha gozado siempre en esta comunidad de una extraordinaria estabilidad, pasando por el andalucismo, que es un sentimiento más que un movimiento político nacionalista, pero que resulta imprescindible como marca electoral. Ese era el granero, así de amplio, y lo que menos se podía esperar –ni nadie se atrevió a vaticinar– es que llegaría un día en el que el ‘cortijo andaluz’ de los socialistas acabaría desvencijado. De modo que ahora, en Andalucía, aunque las elecciones ni siquiera están a la vista, ya han empezado las disputas entre todos los partidos políticos para obtener una porción de ese electorado que los socialistas, a su vez, quieren recuperar. Nadie renuncia, ni siquiera Vox, porque también piensa que puede atraer con su discurso rural a una buena parte del antiguo electorado andaluz de los socialistas.

Foto: Manuel Chaves y José Antonio Griñán, en una de las sesiones del juicio de los ERE. (EFE)

Lógicamente, el primer interesado en reconstruir el granero es su antiguo propietario, el PSOE, y para eso ha puesto en marcha la sustitución de Susana Díaz, la persona que les condujo a la pérdida de la Junta de Andalucía, pese a ganar en las elecciones autonómicas. Al margen de la rivalidad, tantas veces comentada, entre Pedro Sánchez y Susana Díaz, el diagnóstico que hacen los socialistas andaluces es que el cambio de liderazgo es necesario para poderle ofrecer a los andaluces una imagen renovada del PSOE. Desde tiempos de Manuel Chaves en la Junta de Andalucía, los socialistas vienen detectando un desgaste acusado de su electorado natural, entre la desmotivación y la apatía, que se agravó extraordinariamente cuando estallaron los grandes casos de corrupción en el Gobierno andaluz.

Solo hay que pensar en lo que ocurriría si es Susana Díaz la que vence en las primarias, la crisis interna que se desatará y que afectará a Sánchez

Por eso, se promovió la salida de Chaves de la Junta, en favor de José Antonio Griñán, de la misma forma que ahora se quiere desplazar a Susana Díaz. Es decir, lo mismo que ya venía haciendo el PSOE desde la década de los 80, cuando tumbó al presidente Rafael Escuredo, con la diferencia fundamental de que, entonces, los socialistas vencían holgadamente en las elecciones, fuera cual fuera su candidato, y que el partido, desde la ejecutiva federal de la calle Ferraz de Madrid, imponía los cambios en el liderazgo sin apenas oposición interna. Nada que ver con lo que ocurre ahora. Solo hay que pensar en lo que ocurriría si es Susana Díaz la que vence en las primarias, la crisis interna que se desatará y que afectará directamente a Pedro Sánchez.

En todo caso, en la intención de apartar a Susana Díaz del liderazgo, y sustituirla por Juan Espadas, alcalde de Sevilla, no subyace solo el enfrentamiento con Pedro Sánchez, sino que también se busca recomponer las alianzas del PSOE andaluz hacia la izquierda y hacia el centro. Lo que se piensa es que Espadas, por su talante personal y político, tiene más mucha más capacidad que Susana Díaz para alcanzar acuerdos, como ha demostrado en el Ayuntamiento de Sevilla, al pactar tanto con Podemos como con Ciudadanos. Esa capacidad de conciliación y de entendimiento es especialmente importante en el momento actual de división de la izquierda andaluza, más fracturada de lo que lo ha estado nunca.

Foto: Susana Díaz. (Cristina Quicler)

Desde los primeros años de la democracia, Andalucía ha sido la comunidad en la que han tenido más peso los partidos políticos que se situaban a la izquierda del PSOE. Curiosamente, la hegemonía socialista no solo no provocó su extinción, sino que fue en Andalucía donde encontraron una mayor proyección. De hecho, fue aquí donde nació el primer intento de agrupar a todas esas fuerzas políticas disgregadas (‘Convocatoria por Andalucía’ es el germen de Izquierda Unida, que el propio Julio Anguita acabó exportando cuando saltó a la política nacional desde el Parlamento andaluz), pero los años han demostrado que esa unificación es imposible.

Al no existir un sentimiento político nacionalista en Andalucía, el andalucismo se ha acabado convirtiendo en una etiqueta transversal

En la inmensa mayoría de las ocasiones, las rupturas y los cambios de siglas se producen por luchas de poder, pero también porque lo que no acaba de fructificar es la idea de un movimiento andalucista de izquierda, que es lo que se persigue. Como se decía antes, el andalucismo es sentimental o cultural antes que político, como atestigua la desaparición del Partido Andalucista de Alejandro Rojas Marcos, cansado de que los andaluces les dieran la espalda a los nacionalistas en las elecciones a pesar de que fueron pioneros en la lucha autonómica tras el franquismo. Al no existir un sentimiento político nacionalista en Andalucía, el andalucismo se ha acabado convirtiendo en una etiqueta transversal, utilizada de derecha a izquierda.

Ahí está Juanma Moreno, el presidente de la Junta de Andalucía, que proclama en cada discurso y en cada acción política su intención de construir en torno al PP un nuevo andalucismo, “moderado, inclusivo y sin trincheras ideológicas”, que se acerca más a la realidad sociológica andaluza, como supo interpretar perfectamente el PSOE desde la Transición. Esa es la razón por la que puede vaticinarse el fracaso o la limitación de la apuesta política de la exlíder andaluza de Podemos, Teresa Rodríguez, en su intento por crear una fuerza política que unifique el trotskismo de los anticapitalistas con el andalucismo de Blas Infante. Esa idea de un ‘andalucismo libertario’, que en realidad sería una superación de la versión jornalera de Sánchez Gordillo y Diego Cañamero, no encaja, ni siquiera, con el concepto de nueva izquierda que defiende Íñigo Errejón, cuya formación política, Más País, aspira a consolidar en Andalucía el salto cualitativo de Madrid.

El granero andaluz está de obras. La izquierda quiere recomponer las mayorías electorales que, durante cuarenta años, garantizaban siempre una buena cosecha de votos en Andalucía. El PSOE era, en todos esos años, el eje de toda la política andaluza, el “partido natural de los andaluces”, como se repetía en todas las campañas electorales, como si formara parte de esta tierra como el río Guadalquivir, las playas de la Costa del Sol o el flamenco.

Pedro Sánchez Susana Díaz Manuel Chaves José Antonio Griñán Juan Manuel Sánchez Gordillo Julio Anguita Íñigo Errejón Parlamento de Andalucía