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Del recelo a las mezquitas en España
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Javier Caraballo

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Del recelo a las mezquitas en España

¿Tan racistas somos los españoles? A pesar de todo lo anterior, la realidad es que los españoles, en comparación con otros países de nuestro entorno, no constituimos una sociedad racista

Foto: El Centro Cultural Islámico de Madrid, conocido como la Mezquita de la M-30. (EFE)
El Centro Cultural Islámico de Madrid, conocido como la Mezquita de la M-30. (EFE)

La sorpresa surgió por un titular de la prensa sevillana: "Sexto intento de la comunidad musulmana para disponer de una gran mezquita central". Resulta que los musulmanes de la capital andaluza llevan veinte años (¡veinte años!) intentando construir una gran mezquita en Sevilla y siempre que lo intentan, incluso después de llegar a acuerdos con las autoridades locales, acaban dando marcha atrás a consecuencia de la oposición vecinal. Comunicados, plataformas, protestas y manifestaciones hasta que consiguen tumbar el proyecto o alejarlo, que es de lo que se trata: nadie quiere una mezquita en su barrio, esa es la realidad subyacente que se pone de manifiesto no solo en Sevilla, claro, sino en otras muchas ciudades de España, sobre todo en ciudades de la mitad sureste de la península en la que se concentran más musulmanes.

Cuando se tira de ese titular, como el hilo de un ovillo, nos encontramos con la reclamación sorprendente de que los musulmanes que viven entre nosotros, que son más de dos millones, casi la mitad nacidos aquí, consideran que España tiene una 'deuda histórica' con ellos que debería saldarse. No se trata de exigencias paranoicas del pasado, nada que ver con resucitar Al Ándalus, simplemente piden que se cumpla la Constitución española y la consiguiente ley aprobada en 1992 que defiende y protege el derecho de la comunidad musulmana, concretamente la Ley 26/1992, de 10 de noviembre, por la que se aprueba el 'Acuerdo de Cooperación del Estado con la Comisión Islámica de España'.

En épocas de crispación generalizada, como la que vivimos, ese sustrato sale a la superficie en forma de desconfianza o, peor aún, racismo

El incumplimiento, o el entorpecimiento de esos derechos adquiridos por los musulmanes que viven en España, van desde la protección jurídica reconocida para sus mezquitas hasta la posibilidad de disponer de un cementerio acorde con el Corán para enterrar a sus muertos, pasando por la enseñanza religiosa islámica en los centros docentes. Todo eso, recogido en la mencionada ley, es el que lleva a la comunidad musulmana a expresar esa sensación de 'deuda histórica' que tiene España con ellos y que, lejos de mitigarse, la brecha se va ampliando con nuevos recelos.

Ocurre, además, que tampoco han contribuido a mejorar el ambiente algunos episodios recientes, como la crisis con Marruecos por la polémica de Brahim Ghali y la posterior 'invasión' programada de Ceuta, ni la utilización política de la inmigración que jalea constantemente la extrema derecha española, como ocurre en toda Europa. Todo ello, de hecho, llevó en julio a la firma de manifiesto por parte de más de 250 intelectuales en el que mostraban su preocupación por el deterioro de la convivencia por "una preocupante escalada verbal teñida de reproches y discrepancias, que nos retrotrae a épocas pasadas". Y añaden: "Recuperar las épocas de conflictos bélicos de nuestra historia común y destacar solamente la hostilidad es un camino peligroso que va en contra de la lógica humana y del patrimonio de convivencia interreligiosa e intercambio cultural que los pueblos ribereños hemos construido durante nuestras etapas históricas".

Foto: Miles de musulmanes celebran en Melilla la Fiesta del Sacrificio. (EFE)

Pero ¿qué ocurre si es, precisamente, el sustrato sociológico de esa historia común lo que subyace en los recelos hacia las mezquitas, además de la inquietud generalizada ante la aparición de posibles focos de fanatismo islamista? Ese cóctel es el que debe explicar que no haya noticia sobre la construcción de una mezquita, como esa de Sevilla, que no esté acompañada de un titular repetido: "los vecinos acogen con recelo…". Sí, quizá sobrellevamos una carga sentimental de recelo a las mezquitas que necesariamente tiene que ver con los siete siglos de dominación musulmana, que es mucho más tiempo que la historia de la mayor parte de los países contemporáneos. Y en épocas de crispación generalizada, como la que vivimos, ese sustrato sale a la superficie en forma de desconfianza, recelos o, peor aún, racismo activo.

La última 'Encuesta sobre intolerancia y discriminación hacia personas musulmanas en España' del Observatorio Español de Racismo y Xenofobia señalaba que los musulmanes, junto con los gitanos, son los colectivos que sienten más rechazos. Casi nueve de cada diez musulmanes lo expresan así, afirman que se sienten así, rechazados, cuando acuden a alquilar un piso o a buscar un trabajo. Igual que consideran que a los españoles no les gusta ver una mujer con velo ni que haya familias musulmanas que se vayan a vivir a su barrio.

La realidad es que los españoles, en comparación con otros países de nuestro entorno, no constituimos una sociedad racista

¿Tan racistas somos los españoles? A pesar de todo lo anterior, la realidad es que los españoles, en comparación con otros países de nuestro entorno, no constituimos una sociedad racista. Ni siquiera los discursos de Vox se pueden comparar con los de la extrema derecha europea, que llega a decir, como en Eslovaquia, que "la islamización comienza con un kebab". Eslovaquia, a pesar de pertenecer a la Unión Europea que defiende la libertad religiosa, ha prohibido las mezquitas en todo el país y ha aprobado una ley para evitar la propagación del islam.

"Dejad de tratarnos como inmigrantes"

Estamos, en efecto, muy lejos de eso, pero, precisamente por ello, no debemos considerar una anécdota noticias como la comentada de Sevilla, la resistencia enquistada a la construcción de una mezquita, que es idéntica a la de otras muchas ciudades. Es la exclusión y la marginalidad de la comunidad musulmana la que debe preocuparnos, no lo contrario, como expresan algunos imanes y representantes de la comunidad islámica cuando reclaman la "españolización de su identidad", al ser ciudadanos de pleno derecho que trabajan y cotizan en España, que nacen y se educan en España. "Dejad de tratarnos como inmigrantes", dicen. Y tienen razón, aunque todos sabemos que la 'españolización' de los musulmanes es un camino de doble sentido y también la comunidad islámica tiene que acoplarse a la sociedad española para que sea posible.

La sorpresa surgió por un titular de la prensa sevillana: "Sexto intento de la comunidad musulmana para disponer de una gran mezquita central". Resulta que los musulmanes de la capital andaluza llevan veinte años (¡veinte años!) intentando construir una gran mezquita en Sevilla y siempre que lo intentan, incluso después de llegar a acuerdos con las autoridades locales, acaban dando marcha atrás a consecuencia de la oposición vecinal. Comunicados, plataformas, protestas y manifestaciones hasta que consiguen tumbar el proyecto o alejarlo, que es de lo que se trata: nadie quiere una mezquita en su barrio, esa es la realidad subyacente que se pone de manifiesto no solo en Sevilla, claro, sino en otras muchas ciudades de España, sobre todo en ciudades de la mitad sureste de la península en la que se concentran más musulmanes.

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