Matacán
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Nadie quiso hablar de Abascal
En este congreso del PP en Sevilla, nadie ha querido ni mencionar el nombre de Abascal, ni siquiera de forma indirecta: la palabra extrema derecha no se ha pronunciado tampoco
Que este era un congreso de trámite para formalizar un zarpazo era cosa sabida desde qué se consumó el derribo de la anterior dirección del Partido Popular. Un trámite para darle cobertura democrática a la eyección de Pablo Casado sin necesidad, por tanto, de reformular ninguno de los planteamientos políticos e ideológicos, porque no eran esos los motivos del cambio en la dirección.
Pero limitarlo todo a la adrenalina de los aplausos, a los nuevos y a las excelencias gallegas, es demasiada planitud para un partido que acaba con la indefinición sobre su futuro inmediato: ¿ha aceptado ya abiertamente que en el próximo ciclo electoral en España tendrá que pactar los gobiernos con la extrema derecha española? Vox, y su presidente, Santiago Abascal, llevan ya meses diciéndolo, que ha pasado la etapa de los apoyos parlamentarios al centro-derecha y que en adelante solo aceptarán gobierno de coalición. Los mismos meses que llevan los del Partido Popular eludiendo una contestación clara.
Es el silencio de los complejos; eso es lo único que podemos acreditar al respecto
El nuevo presidente del PP, Núñez Feijóo, en su primer discurso como tal, sí ha hablado de pactos con el Gobierno de Pedro Sánchez, pero hasta ahí. En este congreso del PP en Sevilla, nadie ha querido ni mencionar el nombre de Abascal, ni siquiera de forma indirecta: la palabra extrema derecha no se ha pronunciado tampoco. Ni los parlamentarios europeos que acudieron al congreso hicieron referencia alguna.
Es el silencio de los complejos; eso es lo único que podemos acreditar al respecto. Esa sombra es tan espesa como la que deja la dirección saliente, que no es precisamente la de Pablo Casado, que ya sí, es expresidente y, pronto, abogado de bufete famoso. No, la sombra del pasado que se ciñe sobre Alberto Núñez Feijóo es la de Isabel Díaz Ayuso que, como dicen algunos por este congreso, por lo bajini, es quien ha demostrado que es intocable en el Partido Popular y que, quien la reta, sea quien sea, acaba saliendo disparado.
La crispación en el Partido Popular, el vértigo al abismo, duró exactamente el mismo tiempo que tardó Díaz Ayuso en darse por satisfecha con su vendetta. Abascal y Ayuso, esas son las dos sombras, hacia dentro y hacia afuera, con las que tiene que empezar a caminar Feijóo. Ya veremos si las solventa, y cómo las solventa, porque, para su satisfacción, el efecto mágico que ya ha ejercido su llegada a la dirección nacional es la resolución de muchos de los conflictos provinciales y regionales que existían hasta ahora. Al desaparecer Casado y Teodoro García Egea, se deshacen los sectores enfrentados con la misma prodigiosa rapidez con la que en política se cambian las lealtades. Sevilla, que es donde se ha celebrado este congreso, es un buen ejemplo.
Hace nada, aquí había dos sectores enfrentados de la peor forma, con insultos y descalificaciones, un recital de odios y de bilis por el poder
Hace nada, aquí había dos sectores enfrentados de la peor forma, con insultos cruzados y descalificaciones, un recital de odios y de bilis por el poder del partido y de las listas. Ahora, de repente, como sucede en este Congreso, entre los populares reina un ambiente de hermandad, de unidad, de optimismo, de buenas vibraciones. Como si todas las heridas se hubieran cerrado de golpe por el milagro de la canción de moda en el Partido Popular, la que le coreaban a Feijóo los delegados del congreso como si le extendieran una alfombra de pétalos: "A virxen de Guadalupe, cando vai pola ribeira, descalziña pola area parece unha Rianxeira".
Que este era un congreso de trámite para formalizar un zarpazo era cosa sabida desde qué se consumó el derribo de la anterior dirección del Partido Popular. Un trámite para darle cobertura democrática a la eyección de Pablo Casado sin necesidad, por tanto, de reformular ninguno de los planteamientos políticos e ideológicos, porque no eran esos los motivos del cambio en la dirección.