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Indultos de los ERE y corrupción estructural
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Javier Caraballo

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Indultos de los ERE y corrupción estructural

En cada juicio, cuando los ciudadanos oyen el testimonio descarnado de cómo se dilapidaron millones de euros de dinero público, se produce una arcada de indignación por la burla

Foto: Los expresidentes andaluces Manuel Chaves (i) y José Antonio Griñán (d), en el banquillo. (EFE/Raúl Caro)
Los expresidentes andaluces Manuel Chaves (i) y José Antonio Griñán (d), en el banquillo. (EFE/Raúl Caro)
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La corrupción, cuando es institucional, estructural, es una realidad persistente, un presente que no se extingue porque siempre vuelve. Eso es lo que le ocurre a la corrupción del PSOE en Andalucía, que pasarán los años y los escándalos seguirán apareciendo, renovándose en la memoria de la gente, porque lo que está pendiente de juicio en los tribunales de Justicia son decenas y decenas de casos de la última etapa de gobiernos socialistas en Andalucía, acaso una década. Gobernaban henchidos de soberbia y prepotencia, por la hegemonía inalterable que les mantenía en el poder sin que nada les influyera, y fue ahí donde se gestó esa corrupción que fue estructural.

En uno de los primeros casos de corrupción, un empresario grabó la conversación en la que le pedían una mordida y, en ese diálogo, el tipo dejó una frase que bien podría servir para explicar todo lo sucedido, el descaro con el que se manejaba esta gente: "La Junta de Andalucía colabora con quien colabora con la Junta de Andalucía". La Junta de Andalucía, las Diputaciones que gobernaban en su mayoría, así como la mayor parte de los ayuntamientos; todo ese entramado institucional y el PSOE eran la misma cosa, conceptos indistinguibles, y todo estaba tan claro como eso, solo podría beneficiarse del favor de la administración socialista aquellos que formasen parte del proyecto y contribuyesen a su mantenimiento. 'Quid pro quo'.

Foto: José Antonio Griñán y Javier Arenas, en el Parlamento de Andalucía, en una imagen de archivo. (EFE/José Manuel Vidal)

Cada proceso judicial que se inicia refresca en la memoria los años de la vergüenza en la Junta de Andalucía. En cada juicio, cuando los ciudadanos oyen el testimonio descarnado de cómo se dilapidaron millones de euros de dinero público, se produce una arcada de indignación por la burla, la estafa, el escarnio. Estos días, por ejemplo, se está celebrando en la Audiencia Nacional la vista oral de un escándalo en el que, quizá por primera vez, alguno de los acusados ha admitido abiertamente que cobraban comisiones para financiar al Partido Socialista y que sobornaban a funcionarios para que aquello funcionase.

El caso afecta exclusivamente al Ayuntamiento de Sevilla pero, como decimos, la estructura corrupta es la misma y hasta los detalles más grotescos se parecen a otros más conocidos, como el de algunas piezas de los ERE. En este proceso, el caso Fitonovo, los acusados que han confesado, gracias a su pacto con la Fiscalía Anticorrupción, han desvelado que 'compraron' la voluntad de un jefe de servicio con todo tipo de regalos. En el listado se incluye la arcada de indignación de la que se hablaba antes: un coche, un viaje a Budapest, un caballo y una yegua, un tractor carriola, varios teléfonos móviles de última generación, las entradas para grandes cotillones de fin de año… Todo eso, además de cantidades mensuales de dinero en efectivo y otros favores personales, como un trabajo para algunos familiares.

El Ayuntamiento de Sevilla, en esa etapa, finales de la primera década de este siglo, estaba gobernado por el PSOE e Izquierda Unida, una coalición habitual, también en la Junta de Andalucía. Un asesor de esta última formación ha admitido en el juicio que recibió una comisión de 70.000 euros en una caja de zapatos; era el procedimiento habitual para las 'mordidas', igual que cuando iban a parar a las arcas socialistas. Tan habitual era el tráfico de cajas de zapatos, y tan descomunal era el descaro, que en la contabilidad lo consignaban como 'Langostinos Maera', en homenaje al sitio al que acudían periódicamente para disfrutar de unas mariscadas.

Foto: Antonio Rodrigo Torrijos, en el centro, en el inicio del juicio de Fitonovo en la Audiencia Nacional (EFE/ Javier Lizón)

El PSOE, por cierto, está inmerso en este procedimiento como partícipe a título lucrativo, que, precisamente, la causa por la que fue condenado el Partido Popular al lucrarse del dinero de la trama de corrupción de la Gürtel. Si los socialistas son condenados en este procedimiento, ya no podrán seguir diciendo, como repiten, que, como partido político, nunca han sido condenados, que todo lo que les ha salpicado se debía a la actuación irregular de algunas personas. De hecho, la defensa del PSOE en este caso la lleva el exministro Antonio Camacho.

Como queda dicho, nada tiene que ver este escándalo con el de la trama de los ERE, pero cualquiera puede detectar en seguida el paralelismo milimétrico que existe hasta en las zafiedades. Y eso es, precisamente, lo que nos conecta con el otro gran debate que existe sobre la corrupción socialista en Andalucía, tras la condena de los altos cargos de la Junta de Andalucía, entre ellos dos expresidentes, Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Cuando se ha activado la solicitud de indulto de este último, condenado a seis años de cárcel, en lo que se insiste permanentemente es que este hombre no se ha metido ni un céntimo robado en el bolsillo, y tienen toda la razón. De hecho, no está condenado por apropiación indebida, sino por prevaricación y por malversación, que también son delitos.

En todo caso, lo fundamental no es eso, por mucho empeño que exista en contemplar lo ocurrido simplemente como un debate jurídico y técnico sobre la malversación. La cuestión, ante ese debate sobre el indulto a los políticos de los ERE de Andalucía, es que lo que no podemos perder nunca de vista es que la corrupción en Andalucía era una. Por muchos procesos judiciales que sean, por muchos años que pasen, por muchas administraciones y empresas que se ven salpicadas, incluso por muchas lagunas que encontremos en las instrucciones judiciales; por encima de todo eso, lo que debe destacarse siempre es que durante esa etapa de gobierno socialista en Andalucía lo que existió fue una corrupción estructural, una forma de gobernar.

La corrupción, cuando es institucional, estructural, es una realidad persistente, un presente que no se extingue porque siempre vuelve. Eso es lo que le ocurre a la corrupción del PSOE en Andalucía, que pasarán los años y los escándalos seguirán apareciendo, renovándose en la memoria de la gente, porque lo que está pendiente de juicio en los tribunales de Justicia son decenas y decenas de casos de la última etapa de gobiernos socialistas en Andalucía, acaso una década. Gobernaban henchidos de soberbia y prepotencia, por la hegemonía inalterable que les mantenía en el poder sin que nada les influyera, y fue ahí donde se gestó esa corrupción que fue estructural.

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