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Igualdad, pero no para la Salud Mental
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Javier Caraballo

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Igualdad, pero no para la Salud Mental

¿Cuándo empezaremos a tratar la salud mental como una epidemia de nuestros tiempos, una epidemia olvidada o ignorada, premeditadamente silenciada para no tener que afrontar ese problema?

Foto: Íñigo Errejón frente a Pedro Sánchez en el Congreso. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
Íñigo Errejón frente a Pedro Sánchez en el Congreso. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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Quizá se trate tan solo de hacernos una pregunta: ¿cuándo les tocará a ellos?, a aquellos que no padecen los problemas incluidos en la agenda oficial. Que nadie vea aquí menosprecio, ni desconsideración por ningún colectivo, ninguna reivindicación, nada que ver con los derechos conseguidos ni con las polémicas que suscitan. Se trata solo de preguntarnos cuándo les llegará la hora de ser atendidos. ¿Cuándo estarán entre las prioridades, cuándo aparecerán en los debates y en los medios de comunicación, cuándo nos interesarán a todos? ¿Cuándo empezaremos a tratar la salud mental como una epidemia de nuestros tiempos, una epidemia olvidada o ignorada, acaso tan solo silenciada, premeditadamente silenciada para no tener que afrontar ese problema? Pero causa muertes a diario en España, muy por encima de otros de los problemas de nuestra sociedad que sí levantan alarma social. Por eso no se trata de desconsiderar nada, no es una competición entre necesidades, para despreciar o desechar otras realidades, pero preguntémonos si la salud mental no causa alarma social porque, a diferencia de lo que ocurre con otras noticias, estas nunca alcanzan la relevancia política y mediática de aquellas. Lo que no se conoce no se valora, no traspasa el tejido social, se queda ahí. El silencio justifica la desatención; el silencio propicia la falta de inversión y de planificación.

"No estamos hablando de un problema de este instituto, sabemos que muchísimos centros se están enfrentando a lo mismo"

Detengámonos en dos noticias de esta semana que pueden ofrecernos una imagen de la dimensión que ya tienen los problemas de salud mental en España, aunque en absoluto se trate de un problema exclusivo de este país, ni siquiera de Europa. En Mislata, que es un municipio de unos 45.000 habitantes del área metropolitana de Valencia, ha presentado su dimisión todo el equipo directivo de un instituto porque se ven desbordados por los problemas de salud mental de los escolares. Sencillamente, no tienen ni medios ni capacidad para hacerse cargo de lo que está ocurriendo. Hasta 15 alumnos están acogidos en la actualidad, solo en ese instituto, a los protocolos por conductas suicidas o autolesiones. La dimisión en bloque, que se produjo a principios de febrero, se ha conocido ahora, pero los profesores, y los sindicatos de Educación llevan mucho tiempo alertando de la situación: "No estamos hablando de un problema específico de este instituto, porque sabemos que muchísimos centros escolares se están enfrentando a lo mismo. Son problemas que vemos en muchos alumnos, depresiones, trastornos de la conducta alimentaria, ansiedad, adicciones… Y todo eso puede acabar en suicidio", han repetido estos días en todas las crónicas y reportajes que se han publicado. No exageraban nada, desde luego.

En una pequeña localidad de Barcelona, en Sallent de Llobregat, dos hermanas gemelas, Alana y Leila, de doce años, cogieron el martes pasado dos sillas y las colocaron junto a la barandilla del balcón, un tercer piso en el que vivían con su familia argentina. Dejaron dos cartas en el suelo y se arrojaron al vacío. ¡Doce años! Alana murió en el acto y su hermana está hospitalizada. Las dos gemelas formaban parte de la estadística que, ya en diciembre pasado, elevó los problemas de salud mental a uno de cada tres adolescentes que viven en Cataluña. Fue una encuesta oficial realizada en caso dos mil centros educativos de esa comunidad y el resultado fue estremecedor porque, aunque la inmensa mayoría decía sentirse bien, con energía y confianza en sí mismos, había otro grupo muy numeroso que admitía sentirse deprimido y otros muchos, fracasados.

En el Congreso, solo el partido de Íñigo Errejón, Más País, ha mostrado una mayor sensibilidad política en este tema

"Las políticas de salud mental de los gobiernos serán el espejo de la salud mental de la política", sostiene el doctor José Luis Carrasco, catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid. Si aceptamos esa vara de medir, la política actual en España solo puede caracterizarse, por un lado, por la infravaloración real del problema, y, por otro lado, por el intento de convertir la salud mental en otro conflicto ideológico, otra batalla de confrontación.

Lo primero, que es la tónica general de todas las administraciones y partidos políticos, lo que provoca es una absoluta falta de inversión pública decidida para afrontar el problema. Es verdad que hay varios Gobiernos autonómicos, que son los que tienen competencias directas en Sanidad y en Educación, que han comenzado a incluir en las estructuras sanitarias los problemas de salud mental, pero están aún en una fase muy incipiente; se mantienen sin desarrollar plenamente, más testimoniales que efectivas. Ocurre lo mismo en la política nacional; en el Congreso, solo el partido de Íñigo Errejón, Más País, ha mostrado una mayor sensibilidad política en este tema, incluyendo la última iniciativa, una proposición no de ley para subvencionar permisos laborales de hasta dos semanas a los acompañantes de personas en riesgo inminente de suicidio. Ha sido más noticia por la unanimidad que ha encontrado en el Congreso de los Diputados, ni un solo voto en contra, que por lo que, en realidad, supondrá para luchar contra esta plaga de salud mental. Ningún reproche a Más País, sino todo lo contrario, pero, en cuanto a la inversión que se requiere, se trata solo de una gota de agua.

Foto: El diputado de Más País Íñigo Errejón. (EFE/Rodrigo Jiménez)

La segunda característica que vemos en el espejo sobre el comportamiento de la clase política ante la pandemia de salud mental, el intento de utilizarlo para el debate ideológico, es más preocupante. La prueba fehaciente está en el proyecto de Ley de Salud Mental que ha elaborado el Gobierno de Pedro Sánchez. El proyecto, que lleva la marca de Podemos, ha escandalizado a algunos profesionales, como explicó en El Confidencial el propio José Luis Carrasco: "Es un proyecto de ley anticientífico, porque lo que viene a decir es que los trastornos son una creación de la sociedad occidental y burguesa; sostiene que el problema está en la estructura socioeconómica y que, si no hubiera sufrimiento social, ni opresión de ningún tipo, no habría enfermedades mentales. Toda la sociedad científica lo considera un disparate, porque es pura ideología sin ninguna evidencia que lo sostenga". En fin… En el espejo global de la política, lo que tienen en común todas las posiciones actuales es que, ya sea por ignorancia, por insuficiencia o por disparates, la única realidad es que la salud mental no recibe la atención política ni los recursos económicos que merece el problema monumental en el que se está convirtiendo en España. Por eso todo partía de una pregunta, sin entrar en conflicto entre prioridades, sin desechar ni minusvalorar otros problemas ni otras reivindicaciones. Contemplemos de nuevo la Igualdad, con mayúsculas, en el sentido amplio de este ideal. La sociedad necesita esa revolución, la que aleje a la Igualdad de fetiches y la devuelva a su significado global, a su alcance general. Igualdad que, hasta ahora, no hay para la salud mental.

Quizá se trate tan solo de hacernos una pregunta: ¿cuándo les tocará a ellos?, a aquellos que no padecen los problemas incluidos en la agenda oficial. Que nadie vea aquí menosprecio, ni desconsideración por ningún colectivo, ninguna reivindicación, nada que ver con los derechos conseguidos ni con las polémicas que suscitan. Se trata solo de preguntarnos cuándo les llegará la hora de ser atendidos. ¿Cuándo estarán entre las prioridades, cuándo aparecerán en los debates y en los medios de comunicación, cuándo nos interesarán a todos? ¿Cuándo empezaremos a tratar la salud mental como una epidemia de nuestros tiempos, una epidemia olvidada o ignorada, acaso tan solo silenciada, premeditadamente silenciada para no tener que afrontar ese problema? Pero causa muertes a diario en España, muy por encima de otros de los problemas de nuestra sociedad que sí levantan alarma social. Por eso no se trata de desconsiderar nada, no es una competición entre necesidades, para despreciar o desechar otras realidades, pero preguntémonos si la salud mental no causa alarma social porque, a diferencia de lo que ocurre con otras noticias, estas nunca alcanzan la relevancia política y mediática de aquellas. Lo que no se conoce no se valora, no traspasa el tejido social, se queda ahí. El silencio justifica la desatención; el silencio propicia la falta de inversión y de planificación.

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