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La mayor cacicada de Pablo Iglesias y Yolanda Díaz
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Javier Caraballo

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La mayor cacicada de Pablo Iglesias y Yolanda Díaz

Para el atropello a Teresa Rodríguez, el líder de Podemos contó con el respaldo del PSOE de Andalucía, entonces con Susana Díaz al frente, de Vox y de Ciudadanos, que ostentaba la presidencia del Parlamento. El concepto de paria parlamentario hecho

Foto: Yolanda Diaz junto a Pablo Iglesias en el Congreso. (Europa Press)
Yolanda Diaz junto a Pablo Iglesias en el Congreso. (Europa Press)
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La cacicada, que ahora se resumirá, reúne todos los elementos que la convertirían en escándalo nacional si los protagonistas fueran otros, lo cual constituye un elemento más de alarma. Esto es lo que ocurrió: el líder de Podemos, Pablo Iglesias, y su equipo de dirigentes, decidió cortar cabezas en la organización de izquierdas en Andalucía con un plan contundente, sin reparar en ilegalidades, que se debía ejecutar en el momento preciso, el que más daño podía hacerle al enemigo, aprovechando la baja por maternidad de la persona a la que había que descabezar. Si las puñaladas en política se rigieran por el Código Penal, a los autores de esta cacicada les caía cadena perpetua tras la reciente sentencia del Tribunal Constitucional. Y si la ideología se definiera por las acciones, la catalogación de los protagonistas los equipararía con lo peor de la política. La persona a la que Pablo Iglesias decidió quitarse de en medio es la gaditana Teresa Rodríguez y, junto a ella, a todos los que la apoyaban en el Parlamento de Andalucía, del que eran diputados. La operación es tan grotesca como literal: en octubre de 2020, con las instituciones a medio gas por la pandemia, decidieron expulsar del grupo parlamentario a todos los díscolos. Un tránsfuga en política es, por definición, aquel que decide abandonar las siglas por las que concurrió a las elecciones y mantener el escaño al servicio de otra fuerza política distinta. En el caso que mencionamos, se produjo un giro espectacular y perverso: Podemos expulsó del grupo parlamentario a los diputados y, además, los declaró tránsfugas.

Foto: La líder de Adelante Andalucía, Teresa Rodríguez, en su última intervención en el Parlamento andaluz. (EFE/José Manuel Vidal)

El eufemismo utilizado entonces es que estaban "en situación de transfuguismo", un concepto que, además de todo lo evidente, encerraba una traición, pues en febrero de ese mismo año, Pablo Iglesias y Teresa Rodríguez grabaron, y difundieron, un vídeo en el que ambos hablaban de la "separación amistosa" de los dirigentes de Anticapitalistas que se integraban en Podemos. "Hay separaciones que son violentas y patriarcales y otras que son civilizadas, respetuosas y empáticas", decían en aquel vídeo. Por tanto, decidieron seguir juntos en el grupo parlamentario como plataforma de izquierdas, pero militando en organizaciones distintas. La "separación amistosa" fue en febrero de 2020 y todo siguió funcionando igual en el grupo parlamentario hasta en septiembre de ese año, cuando Teresa Rodríguez se dio de baja por maternidad de su segunda hija. En cuanto lo hizo, Pablo Iglesias activó la operación que tenía planteada y la ejecutó en octubre. Hasta la ministra de Igualdad, Irene Montero, lo justificó: "La política no para mientras estamos de permiso". Así, sin más… Si un empresario despide a una trabajadora durante la baja de maternidad y dijera, para justificarlo, que "la empresa no para mientras se está de baja de maternidad"… En fin.

Foto: Diana Morant, Yolanda Díaz, Irene Montero e Ione Belarra. (EFE/Fernando Alvarado)

El porqué del cambio de opinión abrupto es sencillo de entender: el temor de Pablo Iglesias era doble, tener que soportar las críticas de los Anticapitalistas andaluces por su pacto de gobierno con el PSOE de Pedro Sánchez y, además, tener que compartir los cuantiosos ingresos parlamentarios. Sobre la primera cuestión, las críticas de Teresa Rodríguez eran conocidas, por su posición de izquierda radical, que recelaba de todo acuerdo con los socialistas que convirtiera a Podemos en "muleta del PSOE". La segunda cuestión son números: al declarar a todos esos diputados "tránsfugas", se les excluía de cualquier financiación, al margen del sueldo de diputados. Hablamos de 1.666.000 euros anuales que Podemos, junto con Izquierda Unida, podrían repartirse, sin tener que darle ni un céntimo a los Anticapitalistas. Habría que añadir, además de todo, que los diputados no adscritos ven restringidos enormemente su protagonismo parlamentario: solo pueden hacer dos preguntas orales por periodo de sesiones y tienen prohibidas las iniciativas legislativas, las preguntas al presidente del Gobierno y las enmiendas a la totalidad. El concepto de paria parlamentario hecho realidad por la izquierda radical. Para ese atropello, el líder de Podemos contó con el respaldo del PSOE de Andalucía, entonces con Susana Díaz al frente, de Vox y de Ciudadanos, que ostentaba la presidencia del Parlamento. De Vox, sí, de Vox, que en ese caso no suponía ningún desdoro el acuerdo alcanzado con la ultraderecha. El PP es el único que se abstuvo en la operación, lo cual no lo exculpa de lo sucedido porque podría haber intentado frenarla, aunque es verdad que su portavoz de entonces, José Antonio Nieto, hizo constar que se trataba de "una barbaridad" y que la Mesa del Parlamento "no tiene competencias" para tomar una decisión así, sin ni siquiera un informe de los letrados.

Es imposible restituir los derechos políticos que le fueron arrebatados a unos diputados que ya no están en el Parlamento

El Tribunal Constitucional, evidentemente, ha dictado sentencia condenatoria, por unanimidad, contra el Parlamento de Andalucía por vulneración de derechos fundamentales de los diputados que fueron apartados, algo que todo sistema democrático considera intocable por el carácter de representante de la soberanía popular que ostentan todos los cargos electos. El Constitucional tiene claro que el acuerdo que Podemos logró sacar adelante vulneró "el derecho de representación política", porque al reducir el grupo de Teresa Rodríguez a diputados no adscritos, ello "implica, objetivamente, unas posibilidades de actuación parlamentaria desventajosas respecto de cuando se forma parte de un grupo parlamentario". El único problema de esa sentencia es que no se le puede dar cumplimiento. Tres años después, es del todo imposible restituir los derechos políticos que le fueron arrebatados a unos diputados que ya no están en el Parlamento, porque la legislatura se acabó. Ni siquiera recibirán el dinero que les birlaron, como todavía recuerdan, ni los empleados que se quedaron sin trabajo volverán a sus puestos. "Despidieron a 20 trabajadores saltándose a la normativa, se nos llamó tránsfugas y corruptos, nos llamaron ladrones (...) mientras se apropiaban de dos millones que no le correspondían", han denunciado estos días los de Teresa Rodríguez. Conviene repasar esas palabras por lo que se decía antes de la catalogación de las ideologías según los actos.

Cuando le han preguntado a Inmaculada Nieto qué pensaba de la condena, la respuesta ha sido de un cinismo colosal

Todo fue tan capcioso y sibilino que cuando la enviada de Pablo Iglesias presentó en el Parlamento andaluz la propuesta para expulsar a sus compañeros lo hizo con un texto encriptado, con el sello de confidencial, de forma que no pudieron conocer su contenido hasta el mismo momento de la votación. Esa enviada era, y es, Inmaculada Nieto que, paradójicamente, con el paso de los años abandonó también a Pablo Iglesias y se convirtió en la líder de Sumar en Andalucía, una de las primeras dirigentes de Izquierda Unida que se incorporó a la plataforma de Yolanda Díaz, con la que exhibe continuos guiños de complicidad política y cercanía personal en cada acto público al que acuden juntas. Por supuesto, que esta condena no ha merecido el más mínimo reproche de Yolanda Díaz, con lo que los condenados ni siquiera han pedido disculpas. Cuando le han preguntado a Inmaculada Nieto que qué pensaba de la condena del Tribunal Constitucional, la respuesta ha sido de un cinismo colosal. No es que ni siquiera se dé por aludida, es que acusa a sus excompañeros de estar buscando enfrentamientos. "No voy a alimentar la crispación. No juego a eso", ha dicho la mujer. Pero aún más. Tampoco le concede gran importancia a la condena porque su concepto de la legalidad es peculiar: "Hicimos lo que entendimos entonces correcto. Los tiempos políticos van más deprisa que los jurídicos". Igual se ha visto inspirada para decir esto último en su compañera y líder, Yolanda Díaz, cuando ha ido a visitar a un fugado de Justicia para defender que sea amnistiado. Lo único importante, dirán, es el resultado. Que ya lo dijo Deng Xiaoping, en 1962, ante el comité central del Partido Comunista Chino. "Gato negro o gato blanco, lo importante es que cace ratones". Pues eso.

La cacicada, que ahora se resumirá, reúne todos los elementos que la convertirían en escándalo nacional si los protagonistas fueran otros, lo cual constituye un elemento más de alarma. Esto es lo que ocurrió: el líder de Podemos, Pablo Iglesias, y su equipo de dirigentes, decidió cortar cabezas en la organización de izquierdas en Andalucía con un plan contundente, sin reparar en ilegalidades, que se debía ejecutar en el momento preciso, el que más daño podía hacerle al enemigo, aprovechando la baja por maternidad de la persona a la que había que descabezar. Si las puñaladas en política se rigieran por el Código Penal, a los autores de esta cacicada les caía cadena perpetua tras la reciente sentencia del Tribunal Constitucional. Y si la ideología se definiera por las acciones, la catalogación de los protagonistas los equipararía con lo peor de la política. La persona a la que Pablo Iglesias decidió quitarse de en medio es la gaditana Teresa Rodríguez y, junto a ella, a todos los que la apoyaban en el Parlamento de Andalucía, del que eran diputados. La operación es tan grotesca como literal: en octubre de 2020, con las instituciones a medio gas por la pandemia, decidieron expulsar del grupo parlamentario a todos los díscolos. Un tránsfuga en política es, por definición, aquel que decide abandonar las siglas por las que concurrió a las elecciones y mantener el escaño al servicio de otra fuerza política distinta. En el caso que mencionamos, se produjo un giro espectacular y perverso: Podemos expulsó del grupo parlamentario a los diputados y, además, los declaró tránsfugas.

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