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Se busca fontanero de Feijóo para trabajos poco agradecidos en Moncloa
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Pilar Gómez

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Se busca fontanero de Feijóo para trabajos poco agradecidos en Moncloa

La primera reunión ha constatado que los pactos de la Moncloa son imposibles, pero España necesita que PSOE y PP mantengan una línea abierta para las cuestiones de Estado

Foto: Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Cabalar)
Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Cabalar)
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Feijóo lleva apenas una semana como líder del PP y ha constatado lo que sospechaba como presidente de la Xunta: Sánchez no es de fiar, Sánchez solo piensa en Sánchez. Quizás este narcisismo del presidente sea la base de su mayor logro político: mantenerse en la Moncloa a prueba de plagas. Ningún otro inquilino acumuló tantos desastres en menos tiempo, ningún otro hubiera sido capaz de pactar con Dios y con el diablo con la misma sonrisa. Esa que en EEUU cautivó a los americanos y con la que ahora intenta deslumbrar a Biden, con perdón del pueblo saharaui. Con Feijóo se va a esforzar lo justo. Él únicamente se empeña a fondo con aquellos que le son útiles para su propósito de ser presidente vitalicio. Si a Feijóo no le dio ni agua es porque había reservado todas las viandas para Mohamed VI. ¡Qué detalle ha tenido el rey de Marruecos de romper el ayuno del ramadán con nuestro Pedro! Qué menos después de enviar a cientos de niños en estampida a Ceuta poniendo sus vidas en riesgo para demostrarnos quién manda. Pero eso es pasado. No solamente para el presidente de España, sino para el de EEUU, el de Francia, el de Alemania. Son cosas de la geopolítica que no entiende de humanidad. Han necesitado que Putin masacre a cientos de inocentes ucranianos para que deje de ser un interlocutor válido. Ni siquiera la invasión de Ucrania les parecía suficiente. El gas es un bien mayor.

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Chema Moya)

Feijóo es el alter ego de Sánchez. Es un político de gestión, no de acción. Al gallego los que le conocen cuentan que no le gustan las sorpresas. Prepara minuciosamente cada tema y no soporta la improvisación. Esto puede ser una virtud, pero también un demérito en los tiempos que corren. Iván Redondo interpretó bien al personaje al que encumbró a la Presidencia. Le enseñó que todo está en un tablero de ajedrez. Solo hay que saber mover los peones y proteger al rey. El líder del PP deberá aprender a moverse en este ecosistema. Su obsesión con que algo puede cambiar le llevará a tropezar dos veces con el mismo Sánchez, o las que haga falta. Es un convencido de que la única opción de frenar el auge de los extremos es que PP y PSOE lleguen a acuerdos. Que sean capaces de sumar mayorías para políticas económicas y sociales, que blinden las instituciones y se comprometan a que gobierne la lista más votada. Viendo los últimos sondeos de Francia y el subidón de Marie Le Pen, esta propuesta se hace cada vez más necesaria. Los grandes partidos deben ser capaces de prestar sus diputados para frenar a la ultraderecha y formar gobiernos sólidos. Si en Andalucía hay adelanto electoral es un buen laboratorio para hacer pruebas.

El auge de Le Pen hace urgente un acuerdo para que gobierne la lista más votada

Con Sánchez este escenario es imposible. Su partida es agitar el fantasma de Vox y mimetizarlo con el PP. Pierdan cualquier esperanza de que Peter Pan madure. Entre los socialistas clásicos se repite desde hace un mes el mismo sueño. Cierran los ojos. Aparecen los barones García-Page, Lambán y Fernández Vara. Están en Ferraz y tienen sentado a Sánchez en una mesa con una trampilla debajo y una luz de interrogatorio: ¿Cuánto más pueden aguantar las familias con una inflación de casi dos puntos? ¿Cómo le explicamos a las viudas de nuestros compañeros que murieron a manos de ETA que Bildu es ya un socio natural? ¿Qué hay de aquello de defender al pueblo saharaui? ¿Por qué debemos tener ministros que insulten a nuestras siglas al llamarnos partidos de guerra? Luego se despiertan y se dan cuenta de que eso solo pasa en el PP.

El baño de realidad llevará a Feijóo a sortear como pueda la relación con Sánchez. El líder del PP debe abonar los segundos niveles. Su tarea más inmediata es designar un interlocutor con Moncloa. Teodoro García Egea y Félix Bolaños lograron entablar una amistad que hoy perdura. En estos momentos de aterrizaje, la todavía portavoz en el Congreso, Cuca Gamarra, es la línea más directa. Pero para el papel de fontanería se debe apoyar en perfiles como los del vicesecretario de organización, Miguel Tellado, o el coordinador general, Elías Bendodo. Ambos están por posicionarse en Madrid, pero los móviles hacen milagros. El pacto para renovar el Constitucional se redactó en el portátil del exsecretario general. Señor Feijóo, este es el presidente que tenemos. Suerte.

Feijóo lleva apenas una semana como líder del PP y ha constatado lo que sospechaba como presidente de la Xunta: Sánchez no es de fiar, Sánchez solo piensa en Sánchez. Quizás este narcisismo del presidente sea la base de su mayor logro político: mantenerse en la Moncloa a prueba de plagas. Ningún otro inquilino acumuló tantos desastres en menos tiempo, ningún otro hubiera sido capaz de pactar con Dios y con el diablo con la misma sonrisa. Esa que en EEUU cautivó a los americanos y con la que ahora intenta deslumbrar a Biden, con perdón del pueblo saharaui. Con Feijóo se va a esforzar lo justo. Él únicamente se empeña a fondo con aquellos que le son útiles para su propósito de ser presidente vitalicio. Si a Feijóo no le dio ni agua es porque había reservado todas las viandas para Mohamed VI. ¡Qué detalle ha tenido el rey de Marruecos de romper el ayuno del ramadán con nuestro Pedro! Qué menos después de enviar a cientos de niños en estampida a Ceuta poniendo sus vidas en riesgo para demostrarnos quién manda. Pero eso es pasado. No solamente para el presidente de España, sino para el de EEUU, el de Francia, el de Alemania. Son cosas de la geopolítica que no entiende de humanidad. Han necesitado que Putin masacre a cientos de inocentes ucranianos para que deje de ser un interlocutor válido. Ni siquiera la invasión de Ucrania les parecía suficiente. El gas es un bien mayor.

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