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Cuando Sánchez hacía encuestas de popularidad sobre Margarita Robles
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Pilar Gómez

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Cuando Sánchez hacía encuestas de popularidad sobre Margarita Robles

La ministra de Defensa es la mejor valorada por los españoles y la más odiada por Podemos y los independentistas. El dato debe ser clarificador para el presidente en año electoral

Foto: La ministra de Defensa, Margarita Robles. (Reuters/Jon Nazca)
La ministra de Defensa, Margarita Robles. (Reuters/Jon Nazca)
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Hace poco más de un año, el nombre de Margarita Robles estaba, como hoy, sobre la mesa de Sánchez. Eran otros tiempos, pero también se avecinaba una crisis y no menor. Los protagonistas coinciden, el escenario de la película es diferente. Si ahora todas las miradas están puestas en Cataluña, donde se dirime si la legislatura aguanta ante la amenaza de ruptura de ERC, el mayo pasado la política se jugaba en Madrid. Isabel Díaz Ayuso adelantaba las elecciones en marzo ante la amenaza de una moción de censura de Ciudadanos. El tsunami se había originado en Murcia, donde los de Arrimadas rompían con el PP tras un pacto con el PSOE que nació muerto. Detrás de esta operación fallida se ha situado al ahora ministro de Presidencia, Félix Bolaños. Él habría negociado con los naranjas para arrebatar la comunidad a Fernando López Miras. La moción no prosperó, pero dio la coartada a Ayuso para librarse de su incómodo vicepresidente, Ignacio Aguado.

Aquí entra en escena la actriz principal. A la Moncloa le pillaron sin candidato las elecciones. Y antes de recurrir una vez más al magnánimo Gabilondo, se hicieron encuestas para testar como cabeza de lista a la ministra de Defensa. Por aquel entonces ya era de las más valoradas del Consejo de Ministros. Hoy es la más. Robles se convirtió en un referente para los españoles durante la pandemia. En algunos momentos hubo ciertos celos por parte de Sánchez. El líder solo recibía críticas por su gestión del coronavirus y, por el contrario, ella solo recibía felicitaciones. Los militares fueron héroes en las residencias, en las calles, en sus labores como rastreadores… No era descabellado pensar como cartel electoral en la ministra. La operación no cuajó y nunca sabremos si Robles hubiera sido un revulsivo para el PSOE, que anotó ese 4 de mayo el peor resultado de su historia.

Robles no es del PSOE pero representa a muchos votantes huérfanos del sanchismo

Robles no tiene carné socialista, pero en estos momentos representa a los electores clásicos del PSOE, los huérfanos del sanchismo. Los que votan con la nariz tapada o no votan. Fue secretaria de Estado de Interior con Felipe González y entiende la política como "servicio". Esto ya no se lleva. Defender la legalidad de las actuaciones del CNI es propio de la "derechona". Los detractores de Robles siempre ponen el acento en que recibe las bendiciones de la oposición en el Congreso y de la prensa "facha". Se les olvida que el PSOE se apoyó en los partidos que ellos bautizaron como el "trifachito" (PP, Cs y Vox) para frenar una comisión de investigación del espionaje a los líderes soberanistas.

El que sí acabó siendo candidato por Madrid fue Pablo Iglesias. Ya era el enemigo íntimo de Robles. La gestión de las residencias elevó la tensión entre los dos compañeros de bancada, que nunca escondieron su animadversión. Sánchez tenía este mismo sentimiento por su vicepresidente, pero utilizó la táctica de darle cuerda y él solito se ahorcó. No había ni recogido el despacho cuando en la Moncloa ya se aireaba lo poco que le gusta trabajar al de Podemos. La anécdota: no era capaz ni de gastar el presupuesto. Robles representa lo opuesto. También en la capacidad de trabajo. Entre las compañeras socialistas, Iglesias nunca encajó.

Foto: Félix Bolaños y Margarita Robles, en una imagen de archivo. (EFE/Javier Lizón)

Las deliberaciones del Consejo de ministros son secretas, pero después de que Gabriel Rufián radiara la comisión de secretos oficiales, me voy a permitir recrear el día en que las ministras del ala caoba, con Robles como ariete, se sublevaron al acabar la reunión contra las palabras que Iglesias había pronunciado en una entrevista en RNE por su tono machista. El vicepresidente había justificado la sustracción de la tarjeta del móvil de su amiga Dina Bousselham en proteger a "una mujer de veintipocos años de ciertos tipejos". Las ministras aprovecharon el corrillo post-Consejo para afear el comportamiento de Iglesias ante Sánchez. La reacción del presidente fue un gesto de esos que dicen "ya sabéis como es". Esto ya es historia. Iglesias está en su casa y la ministra de Defensa sigue en su puesto. Ahora manda a sus esbirros Ione Belarra, Irene Montero y Pablo Echenique a erosionar a Robles. Cada día que exigen su dimisión en Podemos, ella es un poco más fuerte. Y si es el independentismo el que brama, aún más. Sería una excelente candidata para cuando el PSOE vuelva.

Hace poco más de un año, el nombre de Margarita Robles estaba, como hoy, sobre la mesa de Sánchez. Eran otros tiempos, pero también se avecinaba una crisis y no menor. Los protagonistas coinciden, el escenario de la película es diferente. Si ahora todas las miradas están puestas en Cataluña, donde se dirime si la legislatura aguanta ante la amenaza de ruptura de ERC, el mayo pasado la política se jugaba en Madrid. Isabel Díaz Ayuso adelantaba las elecciones en marzo ante la amenaza de una moción de censura de Ciudadanos. El tsunami se había originado en Murcia, donde los de Arrimadas rompían con el PP tras un pacto con el PSOE que nació muerto. Detrás de esta operación fallida se ha situado al ahora ministro de Presidencia, Félix Bolaños. Él habría negociado con los naranjas para arrebatar la comunidad a Fernando López Miras. La moción no prosperó, pero dio la coartada a Ayuso para librarse de su incómodo vicepresidente, Ignacio Aguado.

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