Maten al mensajero
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Abascal fía la campaña a una llamada de Feijóo
Vox ha optado por un perfil bajo, sin escándalos, para no asustar a los votantes prestados del PP. Su victoria está en ser decisivo tras el 28-M. Han aprendido del desastre de Andalucía
Un gurú de la política me explicaba que percibía en Feijóo un cambio. Desde su experiencia en líderes había descifrado en los mensajes, que el gallego es ya consciente de que el único camino es pactar con Vox. Se le quitó la venda con la que llegó. Su reflexión dista mucho de lo que se cuece en Génova, donde aún se confía en una mayoría que permita al PP gobernar en solitario. El 28-M dirá quién tiene razón.
Del análisis me parece interesante qué es lo que pasa por la cabeza de los ideólogos de Vox. Quizás hayan llegado a la misma conclusión y por eso su perfil en esta precampaña es bajo tirando a inexistente. Los de Abascal han optado por volver a sus orígenes. El mitin cuerpo a cuerpo con los convencidos. El experimento andaluz con Macarena Olona y Giorgia Meloni de telonera fue un fiasco. La primera gran crisis de una formación donde no puede haber disidencia. Los que militan lo hacen desde la fe ciega.
Los candidatos de la ultraderecha son desconocidos. Lo que de ellos llega a los medios lejos de sumar resta. Pasado falangista, condena por vejaciones a su mujer, ataques a los homosexuales... Esas cosas que "inventan" los medios, que diría Abascal desde la tribuna del Congreso sin despeinarse. A Sánchez también le pasa. Los informadores están conmigo o contra mí.
El anonimato para el público en general es una virtud en el caso de los cabezas de lista de Vox. No hacer ruido. Su votante acude a los actos en los pueblos a los que van, los más jóvenes son un ejército en las redes. Viven en su metaverso y les funciona. La sobreexposición penaliza porque asusta a los votantes prestados del PP. Esos que ven a Feijóo blando, que creen que Abascal defenderá mejor sus cultivos, su ganadería o su pequeño comercio. Los que marcan la diferencia el 28-M entre ser irrelevantes o decisivos para formar gobiernos.
Al vicepresidente de Castilla y León ya no se le escucha. Sigue habiendo charcos que pisar, pero la orden es retirarse de la primera línea. En la campaña de las andaluzas penalizó no el hecho de haber entrado en un gobierno, sino boicotearlo. Los ciudadanos quieren certezas y ante un Vox antisistema el voto útil retorna al PP.
Vox ha llegado para quedarse. La moción de censura le colocó en el foco y pese al tono circense han sabido rentabilizarla
El candidato para las municipales y autonómicas es Abascal. Es el mejor reclamo que tienen. Identificable. El hecho de venir del PP vasco le da un aura de legitimidad. Él aglutina al votante de ultraderecha y al que ha migrado de las siglas de la gaviota o el vencejo. Al fin y al cabo, son unas alas que, como explican los fundadores, tienen que abarcar a toda la centroderecha. Difícil, casi imposible salvo para Aznar. Al menos así lo cree él.
Vox ha llegado para quedarse. La moción de censura le colocó en el foco y pese al tono circense han sabido rentabilizarla. Estallaron una bomba de notoriedad para luego replegarse. La misión se había cumplido: quién quiera derrotar a Sánchez debe votar a Vox, a Feijóo le falta valentía. Abascal versus Sánchez. Un filme solo para abonados.
Con un 14 por ciento de intención de voto en las generales serán decisivos. La cifra impide al PP romper el techo de los 140 escaños. Con 137 diputados, Rajoy pudo gobernar con Ciudadanos de socio parlamentario. El experimento acabó en moción de censura. Feijóo también podría llegar a Moncloa, pero la última palabra sería de Abascal. Él decidiría si es su vicepresidente o, como defiende el ala más dura, mejor teledirigir desde fuera.
Por el momento no hay que levantar la voz hasta la noche electoral. Nada de fanfarronear con entrar en gobiernos. Sólo tender la mano al PP. Hacer ver que Feijóo y sus candidatos se avergüenzan de defender los principios de la derecha. Correr por esa banda de indignados que les queda libre. Salvo en Madrid, donde Ayuso lo puede todo en el resto de España esperan una llamada del PP. Feijóo marcará primero el número del PSOE. Lo previsible es que le cuelguen. Abascal siempre llevará el móvil en la mano. Otra forma de hacer campaña.
Un gurú de la política me explicaba que percibía en Feijóo un cambio. Desde su experiencia en líderes había descifrado en los mensajes, que el gallego es ya consciente de que el único camino es pactar con Vox. Se le quitó la venda con la que llegó. Su reflexión dista mucho de lo que se cuece en Génova, donde aún se confía en una mayoría que permita al PP gobernar en solitario. El 28-M dirá quién tiene razón.
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