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Pros y contras de que Solbes continúe siendo el ministro de Economía de Zapatero (si gana)
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Pros y contras de que Solbes continúe siendo el ministro de Economía de Zapatero (si gana)

La decisión del presidente Zapatero de ofrecer a Pedro Solbes la continuidad en el cargo (siempre que el Partido Socialista pueda seguir gobernando) ha sido acogida

La decisión del presidente Zapatero de ofrecer a Pedro Solbes la continuidad en el cargo (siempre que el Partido Socialista pueda seguir gobernando) ha sido acogida desde los más diversos ángulos con cierta unanimidad. Incluso quienes repudian y critican con fiereza la política económica practicada durante los últimos tres años y medio, destacan que la personalidad de Solbes es un activo para el PSOE, por lo que su elección es la apropiada.

Hasta aquí todos de acuerdo. No hace falta estar graduado en análisis demoscópico por la universidad de Harvard para darse cuenta de que la figura del ministro de Economía le da solvencia y brillo intelectual a un Gobierno escasamente valorado por los españoles a nivel individual, como acaba de poner de relieve el Centro de Investigaciones Sociológicas. El CIS ha dicho que sólo tres ministros aprueban el examen de los ciudadanos -ni siquiera lo hace Zapatero-, y entre ellos está el alicantino Solbes (tras la vicepresidenta De la Vega), lo que sin duda explica que su ‘reelección’ haya sido bien vista desde los más diversos grupos de opinión.

La elección, sin embargo, tiene sus pros y sus contras:

A favor...

El principal argumento es, precisamente, el de la continuidad en la política económica. Solbes no es ningún ‘milagrero’ y nadie espera, por lo tanto, que saque ideas geniales de su chistera, por lo que su reelección garantizaría -al menos a priori- rigor presupuestario y leyes más o menos equilibradas. Sin sacar los pies del tiesto.

Solbes, además, tiene la ventaja de que cuenta con un equipo económico cohesionado (Carlos Ocaña, David Vegara o Enrique Martínez Robles en la Sepi). Un antiguo subordinado suyo, Miguel Fernández Ordóñez, dirige el Banco de España, por lo que no parece que tuviera la necesidad de mover muchas piezas del tablero económico en caso de un hipotético gobierno socialista. Hombres suyos son también Luis Berenguer, presidente del Consejo Nacional de la Competencia o, incluso, Julio Segura en la CNMV. Controla, por lo tanto, casi todas las piezas del ajedrez económico (salvo la oficina de Moncloa).

El vicepresidente segundo cuenta, además, con una ventaja. Transmite la idea de que está por encima del bien y del mal, por lo que no aparecerá nunca en una quiniela sucesoria. Al contrario que le sucedía a Rodrigo Rato, quien nunca ocultó sus aspiraciones de convertirse en el heredero de Aznar, Solbes, por el contrario, no pertenece a ningún grupo o clan del Partido Socialista, por lo que ni siquiera sus correligionarios (ya decía Adenauer que hay adversarios, enemigos y compañeros de partido) le podrían atacar por esta vía. Su equipo lo forman empleados públicos nivel 30 (la mayoría de sus tiempos de ministro de Economía de Felipe González) que conocen la calle Ferraz por los periódicos, por lo que tampoco su política de nombramientos está fiscalizada por el aparato de la sede socialista.

Su ratificación como ministro a tres meses y medio de las elecciones tiene, igualmente, una ventaja evidente para Zapatero. Con el anuncio se corta de raíz cualquier especulación sobre el sucesor de Solbes, algo que hubiera desgastado al Gobierno y al propio Partidos Socialista de cara a las elecciones. Por eso se ha sugerido su nombramiento con tanta antelación. Con el único objetivo de evitar movimientos internos indeseados encaminados a ocupar la poltrona de la calle Alcalá. Esta política de adelantarse a los acontecimientos ya la practicó el propio Solbes cuando impuso con mucho adelanto sobre el calendario previsto el nombramiento de Fernández Ordóñez como gobernador del Banco de España. De esta manera tan sibilina esquivó la capacidad de influencia de Miguel Sebastián sobre Zapatero durante sus tiempos de la Oficina Económica de Moncloa.

El aparato de Ferraz vio desde un primer momento que uno de los puntos débiles del PSOE era, precisamente, presentarse a las elecciones generales sin despejar la incógnita sobre el sucesor de Solbes (las quinielas hubieran sido interminables hasta el nueve de marzo), y de ahí que se optara por dejar las cosas bien claras desde el principio. Veremos si al final Solbes es ministro de Economía y Hacienda, pero lo que está fuera de toda duda es que hoy por hoy la bomba de relojería está desactivada. Ya nadie hablará de la próxima jubilación del veterano político socialista.

En contra...

El hecho de que Solbes se suceda a sí mismo tiene un efecto demoledor para algunos sectores de izquierda (sobre todo del frente sindical) que reclaman al Gobierno un giro a la izquierda. Esta percepción no es un asunto baladí en términos electorales. Parece demostrado científicamente que si el PSOE quiere continuar gobernando debe movilizar a su electorado (como sucedió el 14-M), algo que no parece fácil cuando lo que se ofrece -al menos en un nombramiento tan significativo como es el de ministro de Economía- es continuidad y más de lo mismo. Aunque lo mismo sea un crecimiento ininterrumpido por encima del 3% durante cuatro años. Muchos potenciales votantes socialistas lo que quieren es, precisamente, seguir creciendo, pero con políticas más agresivas en cuestiones como la vivienda, la precariedad laboral o los salarios (los grandes problemas de los españoles, según el CIS). Y de eso dependerá en gran medida el nivel de participación electoral.

En segundo lugar, no está nada claro que Solbes pueda ser capaz de comunicar con la opinión pública en unos momentos de clara desaceleración de la actividad económica. El aumento del paro previsto para 2008 y 2009 -como señalan los institutos de coyuntura- o el repunte de la morosidad son asuntos muy sensibles a pie de calle, por lo que hay que saber conectar con la gente. Y no parece que Solbes se convierta de la noche a la mañana en un icono mediático capaz de ‘vender’ determinadas decisiones de política económica difíciles de comprender por los ciudadanos. En los económico, salvo sorpresas, la legislatura 2008-2012 no va a tener nada que ver con la que culmina en marzo. Va a ser bastante peor.

Como se ha dicho, Solbes cuenta con un equipo cohesionado que conoce muy bien la Administración por dentro. Pero en el pecado lleva la penitencia. Se trata de altos funcionarios (el propio Solbes acabaría la legislatura con 69 años) que llevan muchos trienios en la cosa pública, y tal vez por eso con escasa capacidad de iniciativa, algo que será extremadamente útil en unos momentos de cambio de ciclo económico. Solbes, además, deberá torear con maestría en el frente sindical, y no parece que este sea su fuerte. Sobre todo teniendo en cuenta que las centrales sindicales (en particular CCOO) serán más exigentes con la política económica del Gobierno en unos momentos de clara desaceleración de la actividad productiva.

La decisión del presidente Zapatero de ofrecer a Pedro Solbes la continuidad en el cargo (siempre que el Partido Socialista pueda seguir gobernando) ha sido acogida desde los más diversos ángulos con cierta unanimidad. Incluso quienes repudian y critican con fiereza la política económica practicada durante los últimos tres años y medio, destacan que la personalidad de Solbes es un activo para el PSOE, por lo que su elección es la apropiada.

Pedro Solbes