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El inmovilismo como bandera: Zapatero y el espíritu de Zea Bermúdez
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Carlos Sánchez

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El inmovilismo como bandera: Zapatero y el espíritu de Zea Bermúdez

“Yo mantendré religiosamente la forma y las leyes fundamentales de la monarquía, sin admitir innovaciones peligrosas, aunque halagüeñas en su principio, probadas ya sobradamente para nuestra

“Yo mantendré religiosamente la forma y las leyes fundamentales de la monarquía, sin admitir innovaciones peligrosas, aunque halagüeñas en su principio, probadas ya sobradamente para nuestra desgracia. La mejor forma de gobierno de un país es aquella a la que está acostumbrado”. Francisco Zea Bermúdez, jefe de Gobierno de la Reina Regente María Cristina.

 

Está escrito que cada país tiene los líderes políticos que se merece. No se trata de una descalificación general de los ciudadanos -lo cual sería absurdo-, ni tampoco una velada alusión a la España actual. Es simplemente una constatación. La historia ha demostrado hasta la saciedad la existencia de líderes políticos que han salido por la puerta grande precisamente por no hacer nada. Por limitarse a intentar contentar a la ciudadanía con medidas cortoplacistas incapaces de entender los vientos de la historia.

Por el contrario, otros gobernantes con una visión estratégica del futuro han salido por la puerta de atrás por propiciar cambios no entendidos en su día por los ciudadanos. Pero que con el tiempo se demostraron imprescindibles.

Los panteones patrióticos y los parques municipales están llenos de estatuas y monolitos de los primeros, mientras que los segundos han sido quemados en la pira de la memoria. Por supuesto que en ocasiones algunos gobernantes han sabido leer correctamente los renglones de la historia, lo que les ha permitido dejar el poder con amplio respaldo ciudadano. Pero no parece que ese comportamiento haya sido el más habitual. Todo lo contrario.

En el caso español, hay infinidad de episodios en los que los gobernantes han sido incapaces de entender el momento histórico, y probablemente uno de los primeros fue el del malagueño Francisco Zea Bermúdez, quien tras la muerte del rey Fernando VII tuvo la oportunidad de cambiar el devenir de los españoles. Pero Zea apostó por el inmovilismo en lugar de sumarse a las corrientes liberales que emergían en Europa, lo que frenó el desarrollo económico y político del país hasta límites insoportables. Siglo y medio después, algo parecido le sucedió a Carlos Arias Navarro tras la muerte de Franco. La llegada de Adolfo Suárez puso las cosas en su sitio y eso permitió que España se hiciera un hueco en la historia. Felipe González y el Aznar de la primera legislatura aceleraron las políticas reformadoras y eso puso las bases de lo que han sido los últimos 30 años de la historia de este país, con toda seguridad los más prósperos de los dos últimos siglos.

Todavía hay tiempo de cambiar las cosas

¿Corre el peligro Zapatero de convertirse en el Zea Bermúdez de nuestra época? No necesariamente. El Gobierno tiene todavía la oportunidad de cambiar las cosas:

No es fácil, sin embargo, identificar las razones que explican el inmovilismo del presidente del Gobierno en política económica y territorial. La causa de este comportamiento probablemente tenga que ver con un error inicial en el diagnóstico de la crisis verdaderamente incomprensible. Era evidente que el racionamiento del crédito derivado de la crisis del sistema financiero -el célebre credit crunch- iba a tener efectos devastadores sobre la economía española.

“¿Brotes verdes?: Ni una golondrina hace verano ni ningún indicador adelantado sostiene que la recuperación está a la vuelta de la esquina”

El segundo error -una vez que se admitió la crisis económica a trancas y barrancas- fue considerar que sólo con medidas de estímulo fiscal (Sebastián no se ha cansado de repetir que estamos ante una crisis sólo de demanda) se podría frenar la recesión. Y eso explica el rápido deterioro de las cuentas públicas, que en apenas dos años pasarán de lucir un 2,23% de superávit en 2007 a un déficit que muy probablemente se sitúe cerca del 10% del Producto Interior Bruto al finalizar 2009.

Ambos errores son, sin embargo, agua pasada y probablemente no tenga mucho sentido llorar por el vino derramado. Pero lo que resulta verdaderamente incomprensible es que el Gobierno, erre que erre, se empecine en enviar a los ciudadanos la señal de que estamos ante una crisis intensa pero de corta duración. Este error es el más grave por varios motivos. Primero, porque simplemente no es verdad.

Como han puesto de manifiesto todos los organismos económicos internacionales y los servicios de estudios españoles, estamos ante una recesión formidable que, si nada lo remedia, enlazará diez trimestres consecutivos en las tinieblas (y hemos pasado ya solamente tres). Por eso, sorprenden mensajes un tanto ñoños como el que estos días repite la vicepresidenta Salgado, que ve ‘brotes verdes’ en la economía. Ojalá los hubiera, pero lo cierto es que ni una golondrina hace verano ni ningún indicador adelantado sostiene que la recuperación está a la vuelta de la esquina. ¿Cómo se puede decir eso cuando el comercio mundial caerá cerca del 13% este año?Se trata de una estrategia económica verdaderamente nefasta. Básicamente porque confunde a los agentes económicos -que en definitiva son quienes toman las decisiones de inversión- mostrándoles señales equivocadas.

Pero también porque da a entender que las herramientas con las que España creció por encima del 3% durante 15 años son válidas para afrontar el futuro. Sin embargo, sólo hay que leer la letra pequeña de los informes de coyuntura para darse cuenta de que España sólo volverá a bajar el desempleo si es capaz de ensanchar su potencial de crecimiento. Y para eso son necesarias reformas económicas, y no solamente en el mercado laboral.

No estaría de más que algún asesor de Zapatero le recordara que aunque EEUU o Alemania se recuperen, el sector exterior sólo da para crecer -como máximo- un 1%, fundamentalmente por el enorme peso que tienen las importaciones en nuestra economía. Y que, por lo tanto, para llegar al 3% con el que se crea empleo de forma robusta es necesario que la luz, el teléfono y el gas sean más baratos. O que el sistema judicial sea más eficiente. O que las administraciones funcionen mejor. Sin esos mimbres no es fácil salir del atolladero, y mucho menos construir un país solvente. Claro está, salvo que Zapatero quiera reencarnarse en Francisco Zea Bermúdez.

* El apellido Zea es gallego y no se corresponde con la célebre calle de Madrid, Cea Bermúdez.

“Yo mantendré religiosamente la forma y las leyes fundamentales de la monarquía, sin admitir innovaciones peligrosas, aunque halagüeñas en su principio, probadas ya sobradamente para nuestra desgracia. La mejor forma de gobierno de un país es aquella a la que está acostumbrado”. Francisco Zea Bermúdez, jefe de Gobierno de la Reina Regente María Cristina.