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De ángeles y demonios en la política económica
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Carlos Sánchez

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De ángeles y demonios en la política económica

“Si los hombres fueran ángeles, no haría falta ningún gobierno. Si los ángeles gobernasen a los hombres, no sería necesario imponer controles externos o internos al

“Si los hombres fueran ángeles, no haría falta ningún gobierno. Si los ángeles gobernasen a los hombres, no sería necesario imponer controles externos o internos al Gobierno. Pero cuando se crea un gobierno que ha de ser administrado por los hombres sobre los hombres, la gran dificultad consiste primero en que tienen que estar en condiciones de controlar a los gobernados; pero, en segundo lugar, en que también se hace necesario forzarlo a autocontrolarse”. James Madison*, cuarto presidente de EEUU.

 

La influencia de Maquiavelo puede explicar el prestigio que históricamente han tenido en España expresiones procedentes de la política italiana. Todo el mundo sabe el significado de Piove? Porco Governo!; y es de sobra conocida una frase atribuida a Giulio Andreotti en la que recomendaba finura a la política española. Manca finezza, decía el viejo dinosaurio de la democracia cristina italiana; como se sabe autor de la no menos célebre: Lo que desgasta es estar en la oposición, no en el Gobierno. Pero probablemente su frase más lúcida y sincera es aquella que sostiene que el arte de gobernar no es resolver los problemas, sino silenciar a quienes los plantean.

Andreotti no logró ese objetivo del todo, aunque se acercó. El sistema político italiano se derrumbó asfixiado por la corrupción, pero es verdad que la derecha italiana estuvo en el poder medio siglo gracias a que fue capaz de articular un complejo y eficaz sistema de clientelismo político que le permitía compartir el poder con el rico y sagaz empresariado del norte, con la curia vaticana y hasta con la Mafia, guardián celoso de los votos de la Democracia Cristiana desde Nápoles hacia abajo.

Así nació un sistema político basado en la hegemonía del poder ejecutivo frente al legislativo y el judicial, lo que explica el silencio de la judicatura frente a los casos de corrupción, más allá de jueces heroicos como Falcone y Borsellino o de fenómenos como Manos Limpias. La inexistencia de una sociedad civil bien articulada y ajena a los meandros del poder, coadyuvó en esa dirección, e Italia -país clave en la construcción europea en los tiempos de Alcide De Gasperi- se fuera alejando progresivamente de las grandes economías del mundo en términos de influencia política y económica. A lo que contribuyó la existencia de una clase política desacreditada e insolvente. Sólo la gran capacidad innovadora de sus empresas (volcadas al comercio exterior) ha permitido que Italia no se haya despeñado por el abismo, como ha sucedido, por ejemplo, con Argentina.

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El profesor Juan Velarde** ha recordado que el PIB por habitante de Italia en 1992 en términos de poder de compra se situaba en el 132,33% respecto de España (igual a 100). Pero en 2008, y como anunció el presidente Zapatero a los cuatro vientos, el PIB per cápita italiano ya se situaba por detrás del español.

Sin embargo, ya se sabe que Italia tiene el arte de saber ganar las guerras que pierde, y eso explica que desde 1945 se situara a la cabeza del crecimiento económico mundial. La historiadora Vera Zamagni*** ha calculado que el PIB per cápita de Italia creció entre 1950 y 1996 un 3,4% como media anual, por encima incluso de Alemania o Francia, lo que da idea de la robustez de su economía a lo largo de casi medio siglo. Con toda seguridad los más fértiles de su historia reciente.

Auge y caída de las naciones

"Los problemas de España son de tal envergadura que ningún Gobierno está en condiciones de afrontar el reto en solitario, básicamente porque no son de naturaleza exclusivamente económica, sino también política"

¿Qué quiere decir esto? Pues simplemente que a menudo se olvida que las naciones suben y bajan si no leen correctamente los renglones de la historia que les ha tocado vivir, como le sucedió a Italia, y por eso hacer fotografías con escasa profundidad de campo es el camino más directo hacia el desastre. Sorprende la insistencia en evaluar el comportamiento de la economía española sólo a la luz de los indicadores de coyuntura, como si detrás de ellos sólo hubiera una mera crisis económica. Sin más. Se ha llegado al absurdo de alardear por el hecho de que el PIB haya caído en 2009 menos que en la UE, lo cual es ridículo cuando la tasa de desempleo -el verdadero objetivo de la política económica- ha crecido en nada menos que doce puntos en poco más de 24 meses. Cinco veces más que en la Unión Europea. Un lectura atenta del gráfico que acompaña a este artículo, presentado ayer por la Fundación BBVA, ilustra realmente lo que está en juego.

Detrás de la crisis del crédito y del estallido del mercado inmobiliario -en el caso español- hay problemas que no se solucionan con una simple reforma laboral o con retoques en el sistema productivo. Ni siquiera con un brutal recorte del gasto público. Hay que repensar el país que nació con la Constitución de 1978, y que no da más que sí. Y eso pasa por poner en cuarentena para su análisis una arquitectura política-institucional formulada hace tres décadas, cuando conceptos como globalización o unión monetaria no estaban ni siquiera en la agenda. Ni siquiera la Constitución recoge el nombre de las 17 comunidades autónomas, lo cual es digno de tenerse en cuenta.

Lo que tiene por delante España en los próximos años es de tal envergadura que ningún Gobierno está en condiciones de afrontar el reto en solitario, básicamente porque no se trata de un problema de naturaleza exclusivamente económica, sino también política. Aznar pudo enderezar la economía española en 1996 gracias a que contaba con instrumentos de política económica suficientemente contundentes: el tipo de cambio, la política monetaria o la política fiscal, pero ningún inquilino de la Moncloa cuenta ya con ese margen de maniobra. Por eso suena verdaderamente conmovedor cuando se oye decir que con sólo cambiar al presidente del Gobierno se van a resolver todos los problemas. No es fácil hacerlo peor que Zapatero, eso es cierto, y aunque su sucesor lo hiciera de cine, lo cierto es que se necesita un nuevo contrato político que va mucho más allá que una simple fotografía de urgencia para dar sensación de que todo está bajo control.

Decía Maquiavelo que cuando el príncipe está al frente de sus ejércitos y tiene que gobernar a miles de soldados era necesario que el monarca no se preocupara sobre si tenía fama de cruel entre sus huestes, ya que sin esa fama nunca podría disponer de un ejército unido y dispuesto a la lucha. En eso estamos.

* República y Libertad. Edición y prólogo de Jaime Nicolás Muñiz CEPC.

** Cien años de economía española. Ediciones Encuentro 2009.

*** Historia Económica de la Europa Contemporánea Editorial Crítica 2001

“Si los hombres fueran ángeles, no haría falta ningún gobierno. Si los ángeles gobernasen a los hombres, no sería necesario imponer controles externos o internos al Gobierno. Pero cuando se crea un gobierno que ha de ser administrado por los hombres sobre los hombres, la gran dificultad consiste primero en que tienen que estar en condiciones de controlar a los gobernados; pero, en segundo lugar, en que también se hace necesario forzarlo a autocontrolarse”. James Madison*, cuarto presidente de EEUU.

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