Es noticia
Romney, el amigo americano de Rajoy
  1. España
  2. Mientras Tanto
Carlos Sánchez

Mientras Tanto

Por

Romney, el amigo americano de Rajoy

 Probablemente, el mayor acierto de la estrategia de política económica del presidente Rajoy -y, en particular, del ministro De Guindos- tenga que ver con su oposición

placeholder

Probablemente, el mayor acierto de la estrategia de política económica del presidente Rajoy -y, en particular, del ministro De Guindos- tenga que ver con su oposición a pedir el rescate financiero de España de forma inmediata. No ha debido ser fácil aguantar las presiones del gran empresariado patrio, más preocupado por poner a salvo su cuenta de resultados que el interés nacional.

La causa de esta decisión, sin embargo, no tiene nada que ver con una pretendida posición irredenta o incluso heroica de Moncloa, sino con un algo mucho más prosaico. Aunque Rajoy es un consabido partidario de la célebre frase de Cela –‘en España, quien resiste gana’-, lo cierto es que en el Ministerio de Economía están convencidos de que una victoria de Romney sería una bendición para el país. Al menos en el corto plazo. Si gana Obama, siempre habrá tiempo para pedir la asistencia financiera.

La diferente percepción del rescate en relación a la victoria de uno u otro candidato hay que vincularla a un hecho incuestionable. En enero de 2013 el nuevo presidente de EEUU -que tomará posesión en la tercera semana del primer mes del año- debe enfrentarse a una negociación con el Congreso de suma importancia: elevar el techo de endeudamiento o, por el contrario, asumir un drástico recorte del gasto público. Y que asciende a nada menos que cuatro puntos del PIB, lo que inexorablemente llevaría a EEUU a su segunda recesión en apenas cuatro años.

El Gobierno suspira por una victoria de Rommey: está convencido su victoria impulsaría las bolsas, toda vez que el llamado 'precipicio fiscal' se podría salvar con un acuerdo rápido con el Congreso estadounidense, donde los republicanos seguirán teniendo una holgada mayoría

El Gobierno español está convencido de que una victoria de Romney impulsaría las bolsas y eliminaría incertidumbres, al menos de forma inmediata, toda vez que el llamado precipicio fiscal (fiscal cliff) se podría salvar con un acuerdo rápido con el Congreso estadounidense, donde los republicanos seguirán teniendo una holgada mayoría gane quien gane este martes.  En caso contrario, puede abrirse la caja de los truenos. Entre otras cosas porque la facción más radical -la vinculada al Tea Party-  no estará dispuesta a facilitarle el camino al nuevo presidente de EEUU en caso de que sea demócrata. Y de ahí que el Gobierno suspire por una victoria de Romney. No por razones ideológicas, sino puramente pragmáticas.

Si algo está claro es que la sintonía política del Partido Popular con lo que representa Romney es nula. O casi nula. Al contrario que ocurría en la época de Aznar, EEUU no es ya la prioridad de la política exterior española, volcada en las cancillerías de Berlín, París y Roma no sólo por razones tácticas, sino estratégicas. Entre otras cosas debido a que Europa es cada vez menos relevante para EEUU, tanto para Romney como para Obama, que sólo han mencionado el viejo continente en sus mítines -y en particular a países como España- para destacar sus problemas. Lo que preocupa en Washington es Oriente Medio y el eje Asia-Pacífico. Y, por supuesto, que la crisis del euro no contagie al resto del planeta.

Un brutal recorte

Se impone, por lo tanto, el pragmatismo. Y para  hacerse una idea de lo que está en juego para España sólo hay que tener en cuenta que un fracaso a la hora de saltar el precipicio fiscal supone retirar de la circulación de forma casi inmediata los estímulos fiscales aprobados tanto por Bush Jr. como por Obama. Y que afectan a partidas como las prestaciones por desempleo, la reducción de impuestos para los asalariados, el recorte automático del gasto en algunas partidas clave o, incluso, los recortes impositivos aprobados durante el primer Gobierno Bush.

En total, más de medio billón de euros (el 50% del PIB de España) se iría por el desagüe de una economía tocada, pero no hundida, que conserva todavía cierto dinamismo gracias a las medidas no convencionales de la Reserva Federal y los estímulos fiscales. Si no fuera por ello, la economía estaría muerta.

El riesgo de contagio a escala mundial es real, y de ahí que Moncloa prefiera esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos antes de pedir el rescate. No vaya a ser, como dice un miembro del Gobierno, que España se quede sin munición (el rescate) antes de que estallen las hostilidades. ¿Qué se hace si después del rescate todo -o casi todo- sigue igual? O expresado con otras palabras, después del primer rescate no cabe otro, y nadie está en condiciones de garantizar que la prima se pueda situarse en el entorno de los 200 puntos básicos. Y menos cuando está por conocerse qué va a pasar con el nuevo techo de endeudamiento de EEUU.

En el horizonte económico más inmediato, incluso, se teme que un pulso entre el nuevo presidente demócrata de EEUU con el Congreso, provoque un repunte de la prima de riesgo de los bonos estadounidense, situados en estos momentos ligeramente por encima de los alemanes. O dicho en otros términos, un triunfo de Romney facilitaría la prioridad de la política económica de EEUU, que no es otra que evitar una contracción fiscal excesiva a corto plazo, algo que le será complicado realizar a Obama, atado de pies y manos por la mayoría republicana en el Congreso. Se trata del mismo Congreso que tiene la llave de elevar el techo presupuestario de EEUU.

Como se ve, el Gobierno español no tiene en este asunto un planteamiento ideológico, sino que simplemente espera ganar tiempo para evitar el rescate, consciente de que si se activa el programa de asistencia financiera, Rajoy sería ya un presidente claramente deslegitimado a expensas de lo que diga la ‘troika’. Un golpe mortal desde el punto de vista político. Y fatal desde el ángulo de la estabilidad política.

Salarios y dólar

Hay, además, otros factores que aconsejan ganar tiempo a cualquier costa (salvo ‘cataclismos’, que diría Rajoy). Por un lado, la previsible apreciación del dólar al calor de una recuperación robusta de la economía de EEUU, lo que favorecería un equilibrio de la balanza de pagos española. Igualmente, hay un dato económico esperanzador que, sin embargo, ha pasado desapercibido. El hecho de que los salarios en Alemania estén creciendo ya un 3,2%, el mayor avance en cuatro años. Y en todo caso muy por encima de la inflación. 

Hasta la comparecencia de Blanchard se calculaba que por cada dólar que se recortara el gasto público, el PIB se contrajera en 50 centavos, pero los últimos estudios sitúan el multiplicador entre 0,90 dólares y 1,70 dólares. Es decir, que los recortes son muchos más contractivos en el corto plazo, lo que puede animar a Alemania a ser más condescendiente con los países que tienen que recortar el déficit en medio de una brutal recesión. Como es el caso de España.

La orden es, por lo tanto, aguantar y resistir. Como sea. Y en eso está Moncloa.

placeholder

Probablemente, el mayor acierto de la estrategia de política económica del presidente Rajoy -y, en particular, del ministro De Guindos- tenga que ver con su oposición a pedir el rescate financiero de España de forma inmediata. No ha debido ser fácil aguantar las presiones del gran empresariado patrio, más preocupado por poner a salvo su cuenta de resultados que el interés nacional.

Mariano Rajoy