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“Esto a Rato no se lo hacían": el gran despropósito
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Carlos Sánchez

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“Esto a Rato no se lo hacían": el gran despropósito

Un día antes de que se conociera la propuesta de nombramiento de Roldán, alguien del Banco de España le dijo a Linde que se armaría la marimorena

Un día antes de que la opinión pública conociera la propuesta de nombramiento de José María Roldán como presidente de la patronal bancaria, alguien con mando en plaza en el Banco de España le dijo en privado al gobernador Luis Linde que se iba a armar la marimorena. "Pelillos a la mar", le vino a decir el jefe del banco central. "Son 48 horas de polémica en los medios de comunicación y luego agua pasada", insistió con cierta dejadez para no seguir hablando del asunto.

Nada más lejos de la realidad. El error de cálculo político del gobernador ha llevado de nuevo el descrédito al Banco de España, incapaz de frenar en tiempo y forma un nombramiento que en otro tiempo se hubiera parado en seco con un par de llamadas de teléfono del ministro de Economía o del propio regulador a Botín o al FG de turno. Como sostiene alguien que conoce bien los entresijos del poder: “Esto a Rato no se lo hacían”. Pero el daño está hecho aunque Roldán ya no vaya a a ser presidente de los banqueros españoles por una renuncia inevitable.

Ese error de cálculo político es lo que está detrás del escándalo, pero en realidad eso no es lo más importante. Lo que realmente es “de vergüenza”, como dice una fuente autorizada, es que el gobernador del Banco de España vea con naturalidad (dio su aprobación como relató en su nota la AEBque alguien que ha sido durante años el director general de Regulación se pase con armas y bagajes al otro lado de la mesa con seis meses de ‘sacristía’ y no diga nada.

Como se ve, el buen gobierno corporativo sigue sin ser el fuerte del Banco de España, algo que, por otra parte, no es nuevo. Pedro Pablo Villasante, antiguo director general de Supervisión, continúa siendo secretario general de la patronal bancaria gracias al visto bueno de Miguel Ángel Fernández Ordóñez, lo que da idea de la alta consideración que tiene el regulador de la ética corporativa.

Captura del regulador

Lo que se ha ventilado en este descomunal  despropósito que está a punto de acabar tras la previsible renuncia de Roldán es la credibilidad del zarandeado Banco de España como órgano independiente, tanto de la Administración como del propio sector. Cuando parecía que se había olvidado la ‘etapa Mafo’. La cadena de errores ha reabierto el clásico debate de la captura del regulador por parte del regulado. Un viejo problema que la Ley de Autonomía del Banco de España no ha sido capaz de resolver mediante un reglamento interno que exige una puesta al día inmediata.

El error de Guindos ha sido plantear una batalla que en ningún caso podía ganar, y por eso debería haber sido el gobernador Linde quien tendría que haber reaccionado a tiempo y con contundencia para frenar el atropello al espíritu de la ley de incompatibilidades

En este caso por la torpe gestión del ‘caso Roldán’ por parte del ministro de Economía, que en lugar de enfrentarse al asunto desde el minuto uno acudiendo directamente a quienes mandan en la AEB, ha optado por utilizar a la prensa, lo cual dice muy poco de su autoridad. Los ministros hacen el juego sucio en la clandestinidad y no desvelan su estrategia a los periódicos.

Como sostiene alguien con bastante sentido de Estado, “ya da igual quien gane”. Tanto si Roldán (que ha vuelto temporalmente a su puesto de trabajo como empleado del Banco de España) hubiese sido nombrado presidente de la AEB como si hubiera sucedido lo contrario, la credibilidad del regulador está tocada. Y la del propio ministro de Economía también. No parece muy liberal interferir en el nombramiento del responsable de una institución privada. .

El error de De Guindos ha sido plantear con luz y taquígrafos una batalla que en ningún caso podía ganar (aunque Roldán no vaya a ser presidente de la AEB), y por eso debería haber sido el gobernador Linde (tan perspicaz para pedir que bajen los salarios) quien tendría que haber reaccionado a tiempo y con contundencia para frenar el atropello al espíritu de la ley de incompatibilidades.Habría que decir que al espíritu y también a la letra, porque como bien decía ayer un lector de este diario, la ley de incompatibilidades (los famosos dos años en barbecho) se aplica a todos y cada uno de los empleados públicos, y con más razón a los altos cargos con competencia en sectores regulados. Y un Reglamento, aunque sea del Banco de España, no puede ir contra una Ley que data de 1984, y que lo deja meridianamente claro en el artículo 12, letra a.

Lo curioso del caso (ahora que el Ejecutivo pretende legislar en caliente) es que haya sido el propio Guindos quien anunciara que la ley de incompatibilidades (los dos años de ‘sacristía’ en lugar de seis meses como establece  el artículo 74 del Reglamento Interno del Banco de España) se aplicará también a los altos cargos del banco central, cuando fue su jefe político en aquel tiempo, Rodrigo Rato, quien aprobó esa norma en el año 2000, en los tiempos en que el hoy ministro era director general de política económica. El embrollo es aún mayor si se tiene en cuenta que Roldán es cuñado de Manuel Pizarro, y que su jefe de tesis en el Cemfi –el centro de estudios del Banco de España– fue José Manuel González-Páramo, enviado a Fráncfort por el propio Rato (de quien fue director de gabinete) como consejero del BCE.

Como se ve, esto de la política económica es un partido en el que juegan muy pocos jugadores, lo que puede explicar las continuas vulneraciones al espíritu de la norma. Como, por cierto, ponen de relieve los casos de Elena Salgado (Endesa) o David Taguas (Seopan), que hicieron caja nada más salir de sus respectivos departamentos. Así que el ‘caso Roldán’ no es nada nuevo bajo el sol. 

Un día antes de que la opinión pública conociera la propuesta de nombramiento de José María Roldán como presidente de la patronal bancaria, alguien con mando en plaza en el Banco de España le dijo en privado al gobernador Luis Linde que se iba a armar la marimorena. "Pelillos a la mar", le vino a decir el jefe del banco central. "Son 48 horas de polémica en los medios de comunicación y luego agua pasada", insistió con cierta dejadez para no seguir hablando del asunto.

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