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De cómo confundir (y engañar) con las estadísticas de paro
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Carlos Sánchez

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De cómo confundir (y engañar) con las estadísticas de paro

El paro registrado no puede medir la realidad del desempleo. Por eso, esta estadística no existe en ningún país de Europa. Se trata de un registro meramente administrativo

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Un viejo chiste de estadísticos sostiene que si la tasa de natalidad crece el doble que la de mortalidad, es probable que la mitad de la población sea inmortal. Y efectivamente, si uno observa los datos de paro registrado en las oficinas públicas de empleo, hay razones para pensar que la lucha contra el desempleo está ganada y que el cielo laboral está a la vuelta de la esquina.

Al fin y al cabo, cuatro factores influyen de forma determinante en la evolución del paro registrado: la cobertura del desempleo, la influencia de los servicios públicos de empleo en la intermediación laboral, la demografía y, lógicamente, el ritmo de creación de puestos de trabajo. Y los cuatro van actualmente en la buena dirección.

Tres de esos factores no son, desde luego, mérito o demérito de este Gobierno. Son simplemente consecuencia de circunstancias sobrevenidas en función de la legislación o de la natalidad, y de ahí que el paro registrado sea absolutamente inútil a la hora de analizar el mercado laboral. Tanto cuando sube como cuando baja. Entre otras cosas porque se trata de un registro administrativo y, lógicamente, está sujeto a todo tipo de decisiones discrecionales. Algo que explica que en ningún país de la eurozona se utilice este registro para evaluar la situación del mercado laboral. Por algo será.

Las engañosas estadísticas del paro registrado

No estará de más recordar que la actual metodología del paro registrado nació en 1985, cuando Joaquín Almunia era flamante ministro de Trabajo del primer Gobierno de Felipe González. Por aquellas fechas, el Ejecutivo aprobó una orden ministerial que dejaba meridianamente claro un par de cosas. Una, que en las estadísticas de paro registrado deben incluirse todas las demandas pendientes de empleo el último día de cada mes. Pero dicho esto, la orden ministerial desgrana un montón de exclusiones, hasta 12.

No están incluidos, por ejemplo, quienes tengan un empleo, aunque sea de una hora a la semana. Tampoco quienes quieren cambiar de puesto de trabajo porque están subempleados. Ni los trabajadores insertos en un expediente de regulación de empleo; ni los perceptores de prestaciones económicas por desempleo que participen en trabajos de colaboración social; ni los demandantes de un empleo coyuntural por periodo inferior a tres meses; ni los demandantes de un trabajo cuya jornada semanal es inferior a las 20 horas; ni los demandantes asistentes a cursos de formación profesional ocupacional ni los trabajadores del subsidio agrario que cobran una prestación por trabajar pocas peonadas al año.

Criterios administrativos… y políticos

¿Cuál es el resultado? Pues ni más ni menos que 1,24 millones de demandantes de empleo no se reflejan en las estadísticas mensuales de paro registrado (de los 5,13 millones de demandas, solo aparecen 3,89 millones). No es que se oculten, el Ministerio de Empleo da mensualmente cumplida cuenta de la cifra de demandantes, sino que su evolución está fuertemente influida por decisiones de carácter administrativo y/o político, de ahí que en todos los países de la UE (también es el dato que tiene en cuenta la Organización Internacional del Trabajo) se evalúe la tasa de paro o empleo mediante la Encuesta de Población Activa (EPA).

El paro registrado es tan poco fiable para medir el desempleo que, a finales de los años noventa, se puso en marcha el acrónimo DENOS (demandantes no ocupados) para reflejar mejor la realidad del mercado laboral. Para calcular los DENOS, se parte de la cifra de paro registrado y se suman los cinco colectivos que, según los criterios internacionales de la Organización Internacional del Trabajo, deberían ser considerados parados: los estudiantes, los que han rechazado una acción de inserción laboral, los demandantes de empleo coyuntural, los demandantes de empleo de jornada reducida (inferior a 20 horas) y los trabajadores eventuales agrarios subsidiados (el viejo PER). De ahí que en la DENOS lo que sale es que en España, en el pasado mayo, habría todavía 4,17 millones de parados registrados. Es decir, más cerca de lo que observa la EPA.

El paro registrado es tan poco fiable, que se puso en marcha el acrónimo DENOS (demandantes no ocupados) para reflejar la realidad laboral

La última Encuesta de Población Activa, de hecho, estima que el número de parados (primer trimestre) se sitúa en 4,79 millones. Es decir, casi un millón de desempleados más de lo que dice el paro registrado. Sin duda, debido a que en el segundo caso se trata de un registro administrativo que necesariamente no puede recoger la realidad laboral. Sí lo hace, por el contrario, el dato mensual de afiliación a la Seguridad Social que ofrece también el Ministerio de Empleo, y que es el mejor indicador para observar la evolución del empleo. Obviamente, nunca del paro.

El hecho de que haya un millón de parados más en la EPA que en el paro registrado no tiene que ver con una manipulación del Gobierno. En absoluto. Simplemente, está relacionado con algo mucho más cruel. En la medida en que los demandantes de empleo dejan de cobrar una prestación, no tienen apenas incentivos para seguir inscritos en las oficinas de empleo. Entre otras cosas, porque los servicios públicos apenas intermedian el 3-4% de las nuevas colocaciones.

Y lo que ha sucedido en los últimos años es una intensísima caída de la cobertura de desempleo a medida que se han ido agotando las prestaciones (dos años como máximo más los subsidios). Si en los peores años de la crisis, nueve de cada 10 desempleados cobraban alguna prestación, hoy solo la mitad la perciben.

El caso Zapatero

En todo caso, la capacidad de decisión de los gobiernos sobre cómo calcular el paro registrado (no así el de la EPA, que depende de Eurostat) es muy elevada. No hace mucho tiempo, cuando el PP estaba en la oposición, criticó con dureza la nueva metodología, introducida en tiempos de Rodríguez Zapatero, toda vez que excluía a la hora de su contabilización a miles de parados. Las tertulias se llenaron de críticas al nuevo sistema, que, como se recordará, incorporaba la medición del paro registrado según el SISPE (Sistema de Información de los Servicios Públicos de Empleo), en lugar del SILE (Sistema de Información Laboral de Empleo).

placeholder El expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. (EFE)
El expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. (EFE)

No siempre ha sido más numerosa la lista de desempleados en la EPA que en el paro registrado en las oficinas del antiguo Inem. A veces se olvida -aunque los dos sistemas de medición no pueden compararse porque utilizan metodologías distintas- que en los años anteriores a la crisis -entre 2004 y 2007- había más parados inscritos que no inscritos, lo que sin duda tuvo que ver con el pago de prestaciones.

España estaba cerca del pleno empleo y los dos millones de parados registrados realmente no tenían un puesto de trabajo (por las razones que fueran). Pero la EPA -que es una encuesta con largas series históricas- sí lo detectó. Un número significativo de trabajadores cobraba el desempleo, pero en realidad había menos paro del que decían las oficinas de empleo porque se trabajaba 'en negro' ante la abundancia de oferta laboral.

La confusión entre empleo y paro es tal que Luis Toharia, uno de los mayores expertos del país en economía laboral, lo llamaba la “cuadratura del círculo”, que se producía cuando en el análisis de las cifras oficiales se suele pensar que toda variación del paro (hacia arriba o hacia abajo) significa una variación de la misma cuantía pero de distinto sentido del empleo y viceversa.

Esto supone no tener en cuenta la variación de la población activa, un flujo fundamental en el mercado laboral, y que explica que el paro vaya a reducirse en los próximos años hagan lo que hagan los próximos gobiernos, simplemente por razones demográficas. Como la natalidad ha caído con fuerza durante la crisis, lógicamente dentro de dos o tres décadas habrá menos población activa, y entonces volveremos a tocar el cielo. Aunque sea sin asaltarlo.

Un viejo chiste de estadísticos sostiene que si la tasa de natalidad crece el doble que la de mortalidad, es probable que la mitad de la población sea inmortal. Y efectivamente, si uno observa los datos de paro registrado en las oficinas públicas de empleo, hay razones para pensar que la lucha contra el desempleo está ganada y que el cielo laboral está a la vuelta de la esquina.

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