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El coronavirus y los agujeros negros de la seguridad nacional

El coronavirus no solo provoca una crisis sanitaria o económica. También es un riesgo desde un punto de vista de la seguridad nacional. Sin embargo, queda mucho por hacer

Foto: El secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver (i), y el jefe del Gabinete de la Presidencia, Iván Redondo. (EFE)
El secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver (i), y el jefe del Gabinete de la Presidencia, Iván Redondo. (EFE)

Cinco párrafos de un total de 128 páginas. Ese es el espacio que dedica la última Estrategia de Seguridad Nacional, aprobada en 2017, a la existencia de epidemias o pandemias que puedan poner en riesgo la seguridad del Estado. Y eso que la propia estrategia, un documento que alerta sobre la llegada de fenómenos imprevistos o potencialmente devastadores, recuerda que, en las últimas décadas, el número de enfermedades emergentes identificadas y de situaciones de riesgo asociadas a ellas no ha hecho más que crecer.

En concreto, como recuerda la estrategia, en los últimos años se han identificado al menos seis alertas sanitarias globales: el síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés); la gripe por virus A/H5N1, es decir, la gripe aviar; la pandemia de gripe por virus A/H1N1, que procede de virus gripales animales; la extensión internacional del poliovirus salvaje (la poliomielitis); la enfermedad por virus ébola, en África occidental, y la infección por virus zika.

La proliferación de epidemias y pandemias, sin embargo, no ha sido suficiente para que el Consejo de Seguridad Nacional haya creado un organismo especializado en este tipo de amenazas, como sí ocurre en el caso de la ciberseguridad, la seguridad marítima, las migraciones, la seguridad energética o la proliferación de armas nucleares.

El Consejo de Seguridad Nacional, como se sabe, es el órgano que asiste al presidente del Gobierno en la dirección de la política de seguridad del Estado, que se articula a través de una estrategia que se revisa cada cinco años, y que fue aprobada en tiempos del PP; aunque.fue Iván Redondo, el jefe de gabinete de Pedro Sánchez, quien la defendió con ahínco ante el Congreso en 2018, lo que dio ocasión al exministro García-Margallo a decir en tono ciertamente irónico: "Muchas gracias, señor secretario de Estado, por su exposición y por su entusiasmo, que no habríamos podido igualar ninguno de los miembros del Grupo Parlamentario Popular [risas]".

Foto: El ministro de Sanidad, Salvador Illa. (EFE)

La parte positiva, aunque en el campo sanitario, es que España, según el Global Health Security Index (GHS), tiene el undécimo puesto del planeta (83 puntos) en lo que respecta a la temprana detección y seguimiento de las epidemias potencialmente epidémicas, pero el decimoquinto en relación al conjunto de indicadores sobre seguridad sanitaria. El sistema público de salud (año 2018) posee 158.269 camas hospitalarias para una población de más de 47 millones de habitantes, lo que da idea de las consecuencias que podría tener una avalancha de enfermos a consecuencia de una pandemia.

El brazo ejecutor desde el punto de vista de la salud pública es la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (Renave), que gestiona el Centro Nacional de Epidemiología. La red está compuesta por un total de 25 unidades hospitalarias del primer nivel y otras 24 pertenecientes a hospitales designados por las comunidades autónomas, más el Hospital Central de la Defensa Gómez Ulla.

Bajas masivas en la fuerza laboral

Esa laguna política y legislativa en términos de seguridad se produce pese a que en 2014 el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), dependiente del Ministerio de Defensa, alertara de que en los países desarrollados afectados por una pandemia una tasa alta de infectados “puede colapsar los sistemas sanitarios y provocar bajas masivas en la fuerza laboral”. Hubo que esperar hasta el año 2000 para que el libro blanco de la defensa incluyera de forma genérica, dentro de los riesgos NBQ (guerra radiológica, bacteriológica y química), la amenaza de enfermedades diseminadas intencionadamente.

La Estrategia de Seguridad Nacional no solo sugiere la vacunación, el control fronterizo y la inspección de bienes importados, la implementación de programas de promoción de la salud, sino que cita explícitamente el objetivo de “adoptar planes de preparación y respuesta ante riesgos sanitarios, tanto genéricos como específicos”.

Sin embargo, poco se ha hecho hasta ahora al margen del dispositivo sanitario. Desde el punto de vista logístico, España ni siquiera posee reservas estratégicas para suministrar algo tan básico como mascarillas, indispensables cuando la mayoría de las enfermedades son respiratorias.

placeholder Un hombre hace la compra con mascarilla en un supermercado de Madrid. (EFE)
Un hombre hace la compra con mascarilla en un supermercado de Madrid. (EFE)

No es un asunto cualquiera. Como sostiene un documento publicado por el Ministerio de Defensa, y firmado por la analista María del Mar Hidalgo, “si se limita el tráfico de personas y mercancías, las repercusiones económicas pueden ser tanto o más graves que la propia enfermedad, lo que puede conducir a una crisis política y una desestabilización del Estado”.

Es decir, las pandemias no son ajenas a la seguridad nacional y forman parte ya indeleble de las crisis geopolíticas. Como ha recordado la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año, y desde 1970, aparecen una o dos enfermedades nuevas y otras 40 presentes en la actualidad eran desconocidas hace tan solo una generación.

Pese a ello, y en el marco europeo, solo a partir de 2010, cuando entró realmente en vigor el Tratado de Lisboa, se permite a las instituciones de la UE emprender acciones directas de “salud pública” en ámbitos como tabaco, alcohol y “lucha contra las pandemias”, como han recordado los doctores Martín Moreno y Gorgojo Jiménez en un trabajo publicado por el Ministerio de Defensa.

El peligro de los animales

Algunos datos lo ilustran de forma contundente. Según un informe que acaba de presentar en el Ceseden (Consejo Superior de Estudios de la Defensa) el doctor José Luis Puerta, una autoridad en epidemias y pandemias, desde 1975 se han registrado en el planeta 2.102 brotes, producidos por 215 enfermedades infecciosas con el resultado de 44 millones de personas afectadas. Con el ébola, concretamente, se han registrado 28 brotes desde 1976.

Las causas de estas crisis sanitarias fueron 1.400 agentes patógenos, de los cuales el 58% ha sido relacionado con la zoonosis. Es decir, enfermedades transmitidas por los animales a las personas. Entre los agentes patógenos, el 48% fueron bacterias, el 45% virus, el 5% protozoos, el 4% parásitos y el 2% hongos. La salmonela ha sido el microorganismo que más brotes ha provocado (855). Si bien la gastroenteritis vírica —generalmente causada por norovirus— fue responsable del mayor número de casos registrados, más de 15 millones en todo el mundo.

El caso de la zoonosis es especialmente significativo, porque, según el doctor Puerta, casi el 75% de las enfermedades infecciosas emergentes procede de animales no domésticos, por lo que el comercio existente alrededor de la fauna salvaje “cada vez cobra más relevancia en la patología infecciosa”. El SARS (síndrome respiratorio agudo grave) surgió, de hecho, como una enfermedad respiratoria y gastrointestinal en el suroeste de China y, en unos meses, se había extendido a 29 países, donde provocó 8.098 casos y 774 muertos. El doctor Puerta recuerda que en EEUU, según algunos estudios, el 56% de los propietarios de perros comparte con sus mascotas dormitorio e incluso lecho, porcentaje que sube hasta el 75% en el caso de los gatos.

El documento del Gobierno, que tendrá que ser actualizado próximamente, se limita, sin embargo, a identificar las amenazas que pueden considerarse clásicas, como los conflictos armados, la ciberseguridad, el terrorismo o el espionaje, y vincula el incremento de las situaciones de riesgo asociadas a enfermedades infecciosas a un “cambio global rápido que está modificando la relación del ser humano con su entorno”. En particular, por razones poblacionales, por el uso y la ocupación del suelo, la movilidad y desplazamientos de la población, los conflictos, el transporte de mercancías y, por supuesto, el cambio climático.

Coronavirus y terremotos

La Estrategia Nacional de Protección Civil camina en la misma dirección, pero, como sucede en el caso de la Estrategia Nacional de Seguridad, apenas menciona como un riesgo la llegada de epidemias o pandemias. En su lugar, se centra en cuestiones como incendios, inundaciones o terremotos, pero sin una estrategia específica contra fenómenos como el coronavirus.

Lo que preocupa desde el punto de vista de las amenazas no es solo la llegada de epidemias o pandemias, sino también las condiciones objetivas que se dan en España, donde cada año llegan más de 80 millones de turistas, una población envejecida (más vulnerable a enfermedades respiratorias) o constantes flujos migratorios procedentes de poblaciones con bajos estándares de calidad sanitaria. Es por eso por lo que habla de “amenazas y desafíos asociados a enfermedades infecciosas tanto naturales como intencionadas”.

Foto: El ministro de Sanidad, Salvador Illa y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, durante la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. (EFE)

La propuesta que se hace es “desarrollar planes de preparación y respuesta ante amenazas y desafíos sanitarios, tanto genéricos como específicos, con una aproximación multisectorial que asegure una buena coordinación de todas las administraciones implicadas tanto a nivel nacional como internacional”.

¿Qué se ha hecho? Por el momento, no demasiado. Según el sindicato CSIF, trabajadores de distintos hospitales de la Comunidad de Madrid han alertado del desabastecimiento que sufren en sus centros —algo extensible a otras instalaciones de todo el país— de medios de protección básicos como guantes y mascarillas, que, según todos los protocolos, tanto del Gobierno central como del autonómico, deben utilizar al tratar a pacientes sospechosos por coronavirus. Los guantes se proporcionan de dos en dos, con lo que tras atender a dos pacientes, tienen que volver a pedir más. Y con las mascarillas, ocurre lo mismo, ya que estas las tienen bajo llave los supervisores y se facilitan bajo demanda.

Un país como Italia, una de las 10 economías más grandes del planeta, no produce mascarillas, mientras que Alemania ha tenido que prohibir su exportación porque no es capaz de atender la demanda. Hasta la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido de la escasez de equipos de protección personal para el personal sanitario. Mucho por hacer. También en España, para hacer posible la seguridad nacional. Un mandato, por cierto, constitucional.

Cinco párrafos de un total de 128 páginas. Ese es el espacio que dedica la última Estrategia de Seguridad Nacional, aprobada en 2017, a la existencia de epidemias o pandemias que puedan poner en riesgo la seguridad del Estado. Y eso que la propia estrategia, un documento que alerta sobre la llegada de fenómenos imprevistos o potencialmente devastadores, recuerda que, en las últimas décadas, el número de enfermedades emergentes identificadas y de situaciones de riesgo asociadas a ellas no ha hecho más que crecer.

Síndrome respiratorio agudo severo (SARS) Internacional OMS
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