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El ganso grita, pero Hacienda lo deja con plumas
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Carlos Sánchez

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El ganso grita, pero Hacienda lo deja con plumas

El mínimo del 15% en sociedades es muy ruidoso, pero sus efectos en términos de recaudación tendrán un alcance muy limitado. Existen otras fórmulas más eficaces, pero más costosas políticamente

Foto: La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (EFE)
La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (EFE)

Si el arte de recaudar impuestos consiste en desplumar el ganso de tal forma que se obtenga el mayor número de plumas sin que grite, según la definición casi canónica del ilustrado Colbert, todo indica que el Gobierno no ha tenido tacto alguno a la hora de evitar sufrimientos al animal. Seguramente, porque tampoco es lo que pretendía. En política, ya se sabe, hay veces que lo importante es hacer ruido. Precisamente, para lograr que todo el mundo se entere de que el ganso está siendo desplumado.

En otras ocasiones, por el contrario, lo que se cacarea a los cuatro vientos es que al ganso se le injertan plumas, lo cual suele provocar problemas multiorgánicos irreparables en la anatomía del animal.

El Gobierno de coalición ha optado por la primera de las dos fórmulas —la de desplumar el ganso a la vista de todos— con el establecimiento de un tipo mínimo en sociedades del 15%. Y como es natural, los gritos de algunos son estremecedores. Tampoco es nada nuevo. Hacienda, en ocasiones, ha filtrado nombres de famosos para decir que sería implacable en la lucha contra el fraude fiscal, lo que necesariamente ha generado cierto estruendo en la opinión pública. En otras ocasiones, algunas CCAA que dicen ser el espejo de España han anunciado ridículas bajadas de impuestos como si no hubiera mañana, también con la misma intención: favorecer un estruendo mediático.

Foto: La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en el Senado. (EFE)

No es que no sea necesario alcanzar ese 15%, todo lo contrario. Si algo está demostrado, es que muchas empresas utilizan todo tipo de triquiñuelas, muchas al filo de la ley, para pagar menos impuestos, y por eso la OCDE lleva años dándole vueltas al proyecto BEPS (acrónimo de erosión de la base imponible y traslado de beneficios) con el objetivo de encontrar una solución y evitar la planificación fiscal agresiva por parte de las multinacionales, principalmente las tecnológicas. El proyecto lleva empantanado desde 2013, pese al empujón reciente del G-7 y del G-20, lo que revela lo difícil que es pasar de las musas —que siempre es lo más creativo— al teatro.

Las multinacionales

Entonces, ¿cuál es el error? Probablemente, que al centrar el tiro fiscal en las grandes multinacionales se olvida que lo más importante desde el punto de vista de la recaudación no son los tipos nominales, que normalmente se desmochan mediante todo tipo de exenciones y deducciones que desnaturalizan el sistema tributario, sino las bases imponibles. Es decir, como diría Hacienda, la renta obtenida por una empresa (o un particular) durante un periodo impositivo, cualquiera que fuese su fuente u origen. Por lo tanto, todo lo que puede gravar el fisco aplicando el tipo impositivo correspondiente.

Es por eso por lo que las bases imponibles son lo realmente relevante, y aunque es verdad que eliminando desgravaciones la recaudación aumenta, porque crecen, precisamente, las bases imponibles, su impacto es relativamente pequeño. En el mejor de los casos, suprimiendo todas las deducciones en sociedades, según la última 'Memoria de beneficios fiscales', Hacienda podría recaudar 3.871 millones de euros. Eso sí, con un coste social importante. Entre las exenciones, se encuentran las que favorecen a las entidades sin fines de lucro, las actividades de investigación e innovación, las ayudas al cine, las donaciones, la prestación de servicios locales y, por supuesto, los beneficios por residencia en Canarias.

Mucho más relevante para Hacienda, por ello, son las bases imponibles, cuya evolución depende de múltiples factores. En particular, la intensidad de la actividad económica, pero también de la capacidad de generación de beneficios de las empresas, porque son más productivas o porque operan en sectores de mayor valor añadido. Y la realidad es que en España el impuesto de sociedades recauda poco, además de por su diseño, porque las empresas son demasiado pequeñas para generar beneficios u operan en sectores poco rentables.

Solo en los años del 'boom', y para eso fue necesario crear una enorme burbuja que acabó por explotar, el impuesto de sociedades sacó la cabeza. En 2006, la base imponible alcanzó los 158.332 millones de euros, mientras que en 2019, antes de la pandemia, apenas se llegaba a los 110.502 millones, lo que da idea de lo poco que se ha avanzado en este terreno. Es verdad que cualquier comparación con los años del 'boom' es injusta, pero lo cierto es que en 2016, ya fuera de la crisis, los niveles eran similares a 2002, lo que da idea de las dificultades para aumentar la recaudación.

Según Hacienda, el tipo efectivo en el caso de la estimación directa se sitúa en el 21,3%. Es decir, el triple que en módulos

Es por eso por lo que tal vez hubiera sido más eficaz —aunque menos vistoso políticamente, y desde luego todavía más ruidoso— atacar una de las causas que explican que se recaude tan poco en sociedades, y que tiene que ver con el fraude fiscal, no en el sentido genérico, sino muy concreto. Por ejemplo, atacando al sistema de módulos, que como han acreditado algunos estudios es una fuente de despropósitos. Bastan algunos ejemplos.

El tipo efectivo de las actividades económicas empresariales sujetas a módulos se sitúa en el 7,5%, mientras que en el caso de restaurantes, comercio, hospedaje y reparaciones, es del 8,4%. Pero es que en las actividades relacionadas con el transporte y las comunicaciones, el tipo efectivo (lo que realmente se paga respecto del rendimiento) es del 2,32%. En total, 422.033 actividades empresariales se benefician del sistema de módulos. Para situar el contexto de esta realidad, hay que recordar que, según Hacienda, el tipo efectivo en el caso de la estimación directa se sitúa en el 21,3%. Es decir, el triple que en módulos. Ese porcentaje desciende hasta el 17,3% si se trata de actividades empresariales. O el 23,9% para profesionales. Aquí hay madera.

Si el arte de recaudar impuestos consiste en desplumar el ganso de tal forma que se obtenga el mayor número de plumas sin que grite, según la definición casi canónica del ilustrado Colbert, todo indica que el Gobierno no ha tenido tacto alguno a la hora de evitar sufrimientos al animal. Seguramente, porque tampoco es lo que pretendía. En política, ya se sabe, hay veces que lo importante es hacer ruido. Precisamente, para lograr que todo el mundo se entere de que el ganso está siendo desplumado.

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