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'Quiero la cabeza de Pablo Casado': así se fragua un golpe de mano
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'Quiero la cabeza de Pablo Casado': así se fragua un golpe de mano

La guerra que vive el PP no es nueva. Hace 34 años, Hernández Mancha fue defenestrado por una alianza entre Aznar y los empresarios de la CEOE. Demasiadas coincidencias

Foto: Pablo Casado. (EFE/Zipi)
Pablo Casado. (EFE/Zipi)
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Algunos protagonistas han cambiado, otros siguen ahí, pero el libreto, porque verdaderamente tiene aires de opereta, es, básicamente, el mismo. De lo que se trataba entonces era de desalojar a Antonio Hernández Mancha de la presidencia de Alianza Popular; hoy el objetivo es sustituir a Pablo Casado por Isabel Díaz Ayuso.

En 1988, el argumento partía de una hipótesis: Hernández Mancha —que nunca pudo presentarse a unas elecciones generales— sería incapaz de romper el célebre techo electoral de Fraga (un 26% y poco más de cinco millones de votos). En 2022, igualmente, la trama se basa en unas expectativas que algunos considerarán reales y otros no, pero que están ahí: Ayuso es la única dirigente del PP que puede frenar a Vox, un partido poco presentable para ir de la mano del Partido Popular en Europa.

Foto: Teodoro García Egea (i) junto a Pablo Casado (d). (EFE/Kiko Huesca)

No es un asunto cualquiera. La creciente presencia de Vox preocupa, y mucho, en las élites empresariales. Al fin y al cabo, el PP forma parte de los populares en la UE, el partido mayoritario en la Eurocámara, donde el aislamiento político de la extrema derecha es un hecho cierto desde hace años. Y gobernar con Vox sería lo mismo que dar legitimidad al populismo de derechas. Ni siquiera en Castilla y León.

La operación acoso y derribo de Hernández Mancha había comenzado con un pacto que, a la postre, cambiaría la reciente historia política de España. Aznar, entonces presidente de Castilla y León (gracias al CDS de Adolfo Suárez) y figura emergente del partido, encontró un aliado excepcional en José María Cuevas, presidente de CEOE. La química personal entre ambos fue determinante. El veterano patrón de los empresarios junto a la esperanza blanca de los conservadores españoles para vencer al socialismo.

"CEOE está vendida al PSOE", dijo Hernández Mancha. "El que haya dicho eso está como una chota o como una cabra", le contestó Cuevas.

La localización del teatro de operaciones se diseñó desde Riaza, una pequeña localidad de la provincia de Segovia, donde el líder de la patronal tenía su ‘dacha’. Un documento aprobado por la Alianza Popular de Hernández Mancha había significado el comienzo de las hostilidades. Es más, supuso la ruptura total con los empresarios. En ese documento, filtrado convenientemente a la prensa por el equipo de Hernández Mancha, se afirmaba que la CEOE estaba vendida al PSOE, lo que motivó una famosa frase de Cuevas: “El que haya dicho eso está como una chota o como una cabra”. Ahí empezó Hernández Mancha a cavar su tumba política. Demasiados enemigos.

La encerrona

Dicho y hecho. Había comenzado el acoso y derribo de la gran patronal y de los nuevos cachorros del AP —Aznar, Rato, Ruiz-Gallardón…— contra un líder que previamente se había estrellado en la moción de censura presentada contra el PSOE. El frágil Hernández Mancha, es verdad, había salido casi humillado de aquella encerrona que él mismo se procuró (como ahora en Castilla y León) por Alfonso Guerra y no tenía ninguna expectativa de ganar unas elecciones al PSOE. Incluso, había pocas probabilidades de que lograra un resultado digno. ¿Les suena?

Algunos de sus portavoces, como el propio Rato, conspiraban contra Hernández Mancha en los cenáculos próximos al Congreso de los Diputados reuniendo a periodistas para que hablaran mal de su jefe de filas, mientras que, en paralelo, Ruiz-Gallardón se enfrentaba directamente con el secretario general del partido, Arturo García-Tizón, el delfín de Hernández Mancha, una especie de García Egea de la época. Todo el mundo pedía su cabeza por no haber integrado a la dirección —un caso parecido al de Cayetana Álvarez de Toledo— y por haber marginado a pesos pesados del PP. En definitiva, se le atizaba por ser una máquina de fabricar enemigos dentro del partido. ¿Les suena?

La pelea fue a la vista de todos, aunque entonces no había televisiones privadas, y no es ningún secreto que Felipe González, en 1989, viera el campo despejado y decidiera aprovechar la debilidad de AP (y de paso así se tapaba el éxito de la huelga general del 14-D) para adelantar las elecciones. Triunfo asegurado. El PSOE se dejó un puñado de escaños, pero, aun así, logró 175 diputados (40% de los votos) después de llevar gobernando siete años. Una vez más, quien se había desgastado era la oposición. Andreotti tenía razón. Alianza Popular, ya con un Aznar recién llegado tras la vuelta provisional de Fraga, volvió a quedarse en su histórico 26%. ¿Y quién era el jefe de prensa de Aznar? Un tal Miguel Ángel Rodríguez, joven periodista de ‘El Norte de Castilla’. Ya es casualidad.

La defenestración de Hernández Mancha no se explica sin Arriola. Las expectativas electorales de Suárez llegaron a ser mejores que las de AP

La historia, como se sabe, nunca se repite y, si lo hace, como decía Marx, se presenta unas veces como tragedia y otras como farsa, pero sin duda que a veces rima. Cambian, por razones biológicas, algunos nombres, pero la operativa, la forma de actuar, es la misma. Realmente, lo único nuevo son las acusaciones de corrupción, que pronto quedarán tapadas (el expediente ya está cerrado). La ofensiva estaba ya en marcha antes de que se descubriera el pastel. ‘Quiero la cabeza de Pablo Casado’.

El brujo Arriola

El diseño de la operación Riaza comenzó ahogando económicamente a AP, que no pudo contar con los fondos prometidos por los empresarios para concurrir a las elecciones en Cataluña. Siguieron muchos más desaires, incluidos los que procedían de la gran banca, por entonces implicada de hoz y coz en la financiación de los partidos. Y, en particular, el Banco Popular del florentino y aristocrático Luis Valls-Taberner, una de las cabezas mejor amuebladas que ha dado este país, siempre acompañado del sagaz Rafael Termes. Y, en medio, Pedro Arriola, consultor áulico de José María Cuevas en CEOE y, posteriormente, con el mismo cargo, en el propio Partido Popular, pero ya bajo la presidencia de Aznar.

El brujo Arriola siempre vio lo que otros no veían y, aunque a Cuevas le dolió su marcha al PP de Aznar, siempre pensó que era por una buena causa. Aquella historia de la defenestración de Hernández Mancha, de hecho, no se explica sin las aportaciones demoscópicas de Arriola, recientemente fallecido. Las expectativas electorales del CDS de Suárez, es más, llegaron a ser mejores que las de AP. ¿Les suena?

La verdad verdadera es que a José María Cuevas, el gran patrón de los empresarios, no le gustaban especialmente los socialistas, ni siquiera un poquito, pero aquellos contactos privados en el restaurante El Bodegón de la calle Pinar a principios de los 80 —ahí nació la ‘beautiful people’— habían dado sus resultados.

Hoy, como ayer, de lo que se trata es de ser eficaces y de ganar a los socialistas, para lo cual es imprescindible abortar el crecimiento de Vox

Pasado el tiempo, la CEOE fue un puntal fundamental para allanar el camino del PSOE hacia la moderación de la mano de Boyer, Claudio Boada, Enrique Moya (primer presidente del INI de la etapa socialista) y de otros líderes empresariales muy implicados en el devenir político.

Puro pragmatismo, como ahora, cuando se quiere descabalgar a Casado para que gane Ayuso. Los empresarios madrileños, y no son los únicos, están en ello. Hasta Garamendi tiene agenda propia frente a la que quiere dictar Génova. Hoy, como ayer, piensan las patronales, de lo que se trata es de ser eficaces y de ganar a los socialistas, para lo cual es imprescindible abortar el crecimiento de Vox, cuya entrada en el Gobierno de la nación situaría a España muy cerca de Hungría y Polonia. Y, si hay que acabar políticamente con Casado, pues eso. Ya sabe que la mejor defensa es un buen ataque, y si están circulando dosieres lo mejor es llevar la iniciativa antes de que los desvelen otros. Matar o morir. Y hoy Casado, como lo fue en su día Hernández Mancha para los empresarios, es un ‘outsider’. No es un caballo ganador. Es un ‘loser’, que le gusta decir a Trump.

"No he sido, ni tengo aspiración de ser, alternativa de nadie", dijo Aznar poco antes de que Hernández Mancha fuera defenestrado

Volvamos de nuevo atrás. Para que no faltara ningún ingrediente, en la recámara estaba Manuel Fraga, el fundador de AP, un protagonista imprescindible porque era el único que podía liquidar políticamente a Hernández Mancha. El exministro de Franco había dimitido en diciembre de 1986 después de su enésima derrota electoral, pero necesitaba volver a Génova para dar paso a la refundación del partido y poder acabar con el célebre ‘ni tutelas ni tutías’. El elegido en aquella reunión celebrada en el chalé de Perbes, parcialmente derruido por una bomba puesta por el fantasmal Exército Guerrilheiro do Povo Galego, era Aznar, quien ya desde Castilla y León había pedido a Hernández Mancha que adelantara el congreso del partido. ¿Les suena?

El gallego

Hoy, está por ver, si el PP necesita un Manuel Fraga (un líder de transición hasta encontrar un nuevo presidente), pero, en todo caso, aunque lo busque, no lo tiene. Claro está, a no ser que Rajoy, menos probable, o Aznar, que está en otra historia, lo quisieran. No parece posible. Podría ser Feijóo, pero el presidente de la Xunta tiene su propia agenda. El gallego nunca está descartado. Casado, ese ha sido su error, se ha encargado de liquidar a los santos referentes del PP y hoy está aislado como nunca antes lo había estado un líder del PP (salvo Hernández Mancha). Y a menos de dos años de las próximas elecciones.

Foto: El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Xoan Rey)

Rebobinemos de nuevo. Por entonces, se habían acabado los experimentos. Un peso ligero, como era Hernández Mancha, había ganado la presidencia de AP a uno de los padres de la Constitución, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, quien en un discurso premonitorio, antes de su derrota sin paliativos (apenas la tercera parte de los votos de Hernández Mancha) había dicho en plena convención de compromisarios: “Apostando por el muy corto plazo se puede perder el corto, el medio y el largo plazo, y se puede llegar a ser presidente de la nada o secretario general del vacío”. ¿Les suena?

Herrero perdió por goleada y Hernández Mancha, rodeado de abogados del Estado, como había anunciado Herrero, fue presidente de la nada. Presidente de un partido que tuvo que esperar a 1996 para ganar las elecciones. Siete años. "Yo no he sido, ni tengo aspiración de ser, alternativa de nadie", dijo Aznar —marzo de 1988— en el club siglo XXI poco antes de que Hernández Mancha fuera defenestrado. ¿Les suena? El resto es historia. La operación Riaza, segunda parte, está en marcha. Esto no ha hecho más que empezar.

Algunos protagonistas han cambiado, otros siguen ahí, pero el libreto, porque verdaderamente tiene aires de opereta, es, básicamente, el mismo. De lo que se trataba entonces era de desalojar a Antonio Hernández Mancha de la presidencia de Alianza Popular; hoy el objetivo es sustituir a Pablo Casado por Isabel Díaz Ayuso.

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