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Carlos Sánchez

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Lo que Trump no quiere ver: el ocaso del imperio americano

EEUU salió victorioso del siglo XX, pero la fuerza del comercio ha creado nuevas potencias que le hacen frente. Son los dividendos de la paz. Ahora Trump se encuentra con un país que ya no es lo que fue

Foto: Donald Trump. (Reuters)
Donald Trump. (Reuters)
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"La epopeya de Bretton Woods", sostenía Benn Steil, “se desarrolló en un momento único e irrepetible de la historia moderna. Un superpotencia anticolonial en ascenso, los Estados Unidos de América, utilizó su influencia económica sobre una potencia imperial aliada en estado de insolvencia, Gran Bretaña, para fijar los términos en los que este último país cedería su menguante dominio sobre las reglas y las normas del comercio exterior y las finanzas internacionales”.

Steil es autor de La batalla de Bretton Woods, probablemente, uno de los libros más importantes que se han escrito sobre el momento fundacional del capitalismo moderno. Bretton Woods, de hecho, certificó la hegemonía de EEUU frente al mundo pese a que fue un inglés, John Maynard Keynes, quien con su autoridad intelectual puso en aprietos a Harry Dexter White, el negociador de EEUU, posteriormente investigado por el FBI de Hoover bajo la acusación de espiar a favor de la Unión Soviética. En EEUU casi todo está inventado. A los dos les unía, sin embargo, un mismo interés: acabar con el proteccionismo rampante que vivió el mundo entre 1914 y 1945, cuyas consecuencias habían sido letales para la paz, y de ahí que el encargo de Bretton Woods (1944) fuera levantar los cimientos de una nueva arquitectura internacional. Precisamente, la que ahora Trump quiere liquidar.

Aquel EEUU vencedor de la guerra, sin embargo, ya no existe. La hegemonía de Washington se ha diluido con el paso del tiempo. Paradójicamente, por el éxito del libre comercio que auspició Bretton Woods, que a la postre ha significado la irrupción de nuevas economías emergentes. En particular, China, pero también India, Brasil o Vietnam.

Aquel EEUU vencedor de la guerra, sin embargo, ya no existe. La hegemonía de Washington se ha diluido con el paso del tiempo

Hay, sin embargo, una diferencia. Mientras que el EEUU triunfante emergió de las tinieblas de dos guerras mundiales devastadoras para Europa, ahora han sido los dividendos de la paz quienes han encumbrado a China, que, al contrario que la Alemania de entreguerras, ha optado por lo que se ha llamado el “ascenso pacífico”. Pekín no se ha beneficiado de ninguna guerra para amenazar la hegemonía de Washington, sino que ha sido el comercio —con todas sus imperfecciones y desequilibrios— quien ha llevado en volandas a China hasta convertirse en la potencia que es.

Ojo por ojo

Esto explica, sin duda, la contundencia de Pekín al órdago de la Casa Blanca, que probablemente no ha calibrado de forma correcta la respuesta de sus propios socios. Aunque Pekín ha advertido que no aplicará el ojo por ojo a Washington, es decir no subirá más del 125% el arancel aplicado ahora a EEUU porque sería absurdo desde el punto de vista económico, simplemente no habrá comercio bilateral, no está dispuesta a ceder al chantaje. Tampoco Mark Carney, el experimentado primer ministro de Canadá, un viejo conocido de los mercados desde los tiempos de gobernador del Banco de Inglaterra durante la crisis financiera de 2008, donde demostró que sabía enfrentarse a situaciones de alta volatilidad y complejidad. Carney ha dicho —y demostrado— que su país “no se quedará de brazos cruzados mientras nuestros trabajadores e industrias son atacados injustamente". Otros muchos países buscan ahora rutas comerciales alternativas a EEUU. Se impone el comercio de proximidad por razones geopolíticas y la consiguiente fragmentación, lo que es una catástrofe para el orden mundial.

Y es que lo que ha conseguido Trump es que un buen número de gobiernos revisen o fortalezcan su política de alianzas frente a Washington. Xi Jinping, el presidente chino, está a punto de comenzar una gira por Vietnam, Camboya y Malasia, los dos primeros situados entre los 20 principales socios comerciales de China y EEUU. Pekín, en la misma dirección, ya se ha puesto en contacto con los ministros de Finanzas de Arabia Saudí y Sudáfrica, uno de los socios en el grupo de los BRICS, que representa la mitad de la población y el 40% del PIB mundial.

Se impone el comercio de proximidad y la consiguiente fragmentación, lo que es una catástrofe para el orden mundial

Se puede hablar, de hecho, del nacimiento de una nueva diplomacia arancelaria alternativa que EEUU, con su potencia económica, tecnológica y militar, no va a tener fácil digerir. Hasta Europa, tradicionalmente sumisa a los planteamientos de Washington ha plantado cara pese a tener dentro, a modo de caballos de Troya, a un puñado de aliados de Trump que aseguran ser unos patriotas. Obviamente, porque no se puede estar hablando durante años de autonomía estratégica y, cuando se pone en marcha el mayor atropello a la libertad de comercio, se olvidan los principios enunciados.

La desconexión de EEUU, sin embargo, no es algo nuevo. Como recordaba hace algún tiempo Christine Lagarde, la presidenta del BCE, China, en las últimas décadas, ha incrementado más de 130 veces su comercio bilateral de bienes con los mercados emergentes y las economías en desarrollo y se ha convertido en el principal exportador del planeta. El mundo, de hecho, cada vez se aleja más de EEUU, lo que puede explicar la impaciencia de los estrategas del Pentágono por extenderse hacia el Este. Entre otras razones porque incluso la hegemonía del dólar como moneda de reserva, todavía indiscutible, está bajo presión.

Alianzas militares

Algunos estudios han acreditado que existe una correlación significativa entre el comercio de un país con China y sus tenencias de renminbi como activo de reserva, lo que da lugar a nuevos pactos estratégicos. Un estudio ha revelado que las alianzas militares pueden aumentar la participación de una moneda en las reservas del socio en aproximadamente 30 puntos porcentuales. Es decir, se están creando las condiciones objetivas para que muchas naciones tengan incentivos para dejar de depender de EEUU y de los marcos monetarios occidentales, incluida la plataforma de pagos SWIFT, que es la auténtica joya de la corona porque Washington tiene la llave. Entre otras razones, porque tras la expulsión de Rusia del sistema muchos gobiernos creen que la red se ha convertido en un arma política y algún día le puede pasar lo mismo (las sanciones) a sus países.

Se puede hablar, de hecho, del nacimiento de una nueva diplomacia arancelaria alternativa a la hegemonía de EEUU

No es una rebelión cualquiera. Las infraestructuras de pago occidentales juegan un papel esencial en el poder global tras la caída del Muro. En 2020, más del 90% de las transmisiones transfronterizas se hacían a través de SWIFT.

Se trata de un proceso de desconexión de Washington inimaginable hace pocas décadas. Es más, como ha señalado el propio BCE, los bancos centrales no occidentales tienen cada vez más interés en acumular reservas de oro, lo que explica en parte su meteórica subida en los últimos tiempos como activo de reserva alternativo. Posiblemente, y aquí está lo relevante, por países con vínculos geopolíticos más estrechos con China y Rusia.

El futuro del dólar

A modo de ejemplo, basta recordar que Rusia, desde 2014, ha desarrollado un sistema similar a SWIFT para uso nacional e internacional y más de 50 bancos en una docena de países lo utilizan. También China, desde 2015, ha establecido su propio sistema para compensar pagos en renminbi. La conclusión de Lagarde no tiene desperdicio “Estos acontecimientos no indican una pérdida inminente de dominio del dólar, sin embargo, sí sugieren", aclaraba, "que su estatus como moneda internacional ya no debe darse por sentado”.

El mundo ha cambiado y Trump, en lugar de querer entenderlo, ha optado por ignorarlo y cerrarse en su propia mediocridad

¿Qué quiere decir esto? Ni más ni menos que el mundo ha cambiado y la Administración Trump, en lugar de entender e intentar adaptarse al nuevo escenario, ha optado por ignorarlo y cerrarse en su propia mediocridad: retirada del Acuerdo de París sobre cambio climático, abandono de la OMS, cierre de USAID, la agencia para el desarrollo de EEUU, o el fin de la OMC como órgano multilateral en el que se dirimen los litigios en el comercio mundial. ¿La consecuencia? Una posible retirada de EEUU de los asuntos geopolíticos globales a través de su aislamiento, también en el ámbito comercial, sólo provocará un nuevo orden mundial distinto al que surgió después de 1945. No sólo en el ámbito geopolítico con nuevas políticas de alianzas, sino también económico.

Está acreditado que el entorno geopolítico favorable inmediatamente después de la Guerra Fría hizo posible que la oferta mundial de bienes y servicios se hiciera más elástica a la demanda, lo que favoreció una inflación estable que ahora está en cuestión. La hegemonía de EEUU, de hecho, se consolidó cuando al resto del mundo le iba mejor y los propios consumidores estadounidenses se podían aprovechar del crecimiento global.

Lo decía Larry Summers, anterior secretario del Tesoro, con cierta indignación: ¿Alguien duda de que estamos presenciando un nivel sin precedentes de incompetencia flagrante y descarada que está teniendo consecuencias catastróficas? No es fácil encontrar un periodo tan oscuro en EEUU.

"La epopeya de Bretton Woods", sostenía Benn Steil, “se desarrolló en un momento único e irrepetible de la historia moderna. Un superpotencia anticolonial en ascenso, los Estados Unidos de América, utilizó su influencia económica sobre una potencia imperial aliada en estado de insolvencia, Gran Bretaña, para fijar los términos en los que este último país cedería su menguante dominio sobre las reglas y las normas del comercio exterior y las finanzas internacionales”.

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