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Begoña Villacís

Mirada Ciudadana

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Ayer tuve un sueño

Ayer tuve un sueño que mostraba un país convulso con el partido del Gobierno en desbandada, un sueño del que espero que todos los españoles despertemos el próximo 21 de diciembre

Foto: El presidente del Gobierno y del Partido Popular, Mariano Rajoy. (EFE)
El presidente del Gobierno y del Partido Popular, Mariano Rajoy. (EFE)

Ayer tuve un sueño. Un sueño que dibujaba una España convulsa, inquieta bajo la zozobra de un Gobierno en descomposición. Soñé con un PP en desbandada tocando a rebato para escapar de una realidad tozuda. Un PP donde empezaban a desertar del barco mujeres que en otro tiempo eran el DNI renovado de una formación decadente. Mujeres como Cayetana Álvarez de Toledo o Arantza Quiroga que hasta ayer representaban la savia de una nueva forma de hacer política y que ahora escenifican un ¡sálvese quien pueda! de corneta y tambores, metáfora de un funeral sin más director de orquesta que aquel cuya batuta hace tiempo olvidó manejar.

Ayer tuve un sueño. El sueño de ver a un presidente sin plasma ni cartón. Un partido a la deriva sin rumbo ni norte. Que trata a un líder como Albert Rivera, de momento oposición, en clave de jefe de Gobierno. Que ve al que parecía probable aliado como seguro rival. Que teme perder por las costuras de su inacción el poco crédito que aún le queda. Soñé ver al ministro de Hacienda reconociendo en una entrevista a un medio que en su partido hay problemas, que no son leyendas urbanas las afirmaciones que sostenían la desunión existente ahí dentro, que muchos se avergüenzan de ser del PP, que las filas ya no están tan prietas como antes, quizá porque nunca lo han estado.

Ahora les entra a todos en Génova un ataque de sinceridad. Ahora, cuando las encuestas ahogan y el apoyo disminuye, cuando el frío entra por donde la razón sale. Cuando ni una verdad a destiempo te puede salvar de una legislatura impostada, ni tampoco una campaña de vídeos de dudoso gusto y consideración te exime de quedar retratado ante millones de españoles acostumbrados a la orfandad de liderazgo y acción de tu Gobierno.

Ahora les entra a todos en Génova un ataque de sinceridad. Ahora, cuando las encuestas ahogan y el apoyo cae, cuando el frío entra por donde la razón sale

Hacen bien algunos próceres del partido en asumir lo que ya no se puede esconder. Que hay militantes de carné avergonzados de ser del PP. Que hay personas que denuncian la falta de escucha activa dentro de la organización, que critican la falta de vigor y energía para afrontar problemas decisivos de nuestra nación, cuestiones que impiden a muchos con principios en ese colectivo seguir remando en la misma dirección. A eso debemos sumar la falta de herramientas para permitir la permeabilidad a sus propias bases, caballo de batalla de quien presume transparencia cuando se ha pasado una legislatura escondido.

La realidad es que no creen en la democracia interna. Nunca han creído. Por eso no pestañean ante las nuevas salidas. Por eso no mueven un dedo ante quienes se van porque ya no confían en su capitán. Por eso permanecen quietos ante la desafección ciudadana evidente. Porque no están preparados para gobernar ni su propio partido. Decía Tocqueville que no puede gobernar una nación quien no sabe gobernar su propia casa. Al final, todos parecen tener la misma piel y empatía que la que Montoro reconoce poseer en un alarde de honestidad. Un ejército sin general es un ejército al que se le pide combatir en la antesala del suicidio. Alegoría de una batalla que empezaron a perder en Moncloa cuando hicieron de la verdad en política su primera víctima, una pesada mochila en su cometido cotidiano.

Ayer tuve el sueño de que España se despertará el próximo 21 de diciembre de la pesadilla de cuatro años de ausencia de diálogo, de cerrazón partidista, de incomunicación permanente, de retroceso en materia laboral. Una España que dejará de preguntarse por qué nadie ha sabido qué hacer con ella para empezar a latir por los poros de un cambio que muchos vieron como una ilusión y ahora, más que nunca, se puede convertir en realidad.

Ayer tuve un sueño. Un sueño que dibujaba una España convulsa, inquieta bajo la zozobra de un Gobierno en descomposición. Soñé con un PP en desbandada tocando a rebato para escapar de una realidad tozuda. Un PP donde empezaban a desertar del barco mujeres que en otro tiempo eran el DNI renovado de una formación decadente. Mujeres como Cayetana Álvarez de Toledo o Arantza Quiroga que hasta ayer representaban la savia de una nueva forma de hacer política y que ahora escenifican un ¡sálvese quien pueda! de corneta y tambores, metáfora de un funeral sin más director de orquesta que aquel cuya batuta hace tiempo olvidó manejar.