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La hora del patriotismo

Los políticos deben olvidarse de intereses partidistas o de objetivos cortoplacistas, y deben armarse de todo su sentido patriótico. Como hicieron los políticos de la Transición

Foto: Izado de bandera con motivo de la celebración del Aniversario de la Constitución Española en 2012. (EFE)
Izado de bandera con motivo de la celebración del Aniversario de la Constitución Española en 2012. (EFE)

Dentro de dos meses y un día van a celebrarse las elecciones generales. Siempre, antes de unas elecciones generales, los políticos declaran que van a ser muy importantes. A veces llegan a decir que van a ser las más importantes de la Historia.

Pues bien, esta vez no hace falta que lo declaren los políticos, esta vez se palpa en el ambiente que lo que nos jugamos en estas elecciones tiene una trascendencia especial. Porque llegan en un momento en el que empieza a ser un clamor que nuestro sistema democrático, el sistema que nos dimos en la Transición, está muy necesitado de cambios y de reformas.

Algunos hablan hasta de reformas constitucionales o, incluso, de abrir un periodo constituyente. Tocar la Carta Magna es asunto de muy profundo calado y sería irresponsable abordarlo sin tener asegurado antes un sólido y amplio consenso.

Pero sí es posible cambiar y rectificar algunas de las causas de esas disfunciones de nuestro sistema político que han provocado el descontento radical de amplios sectores de la sociedad. Y que hacen que muchos ciudadanos tengan la sensación de que este sistema político no funciona o no funciona todo lo bien que quisiéramos.

Por eso, en estas elecciones, no se va a dilucidar únicamente quién va a formar gobierno.

Todos sabemos que el sistema político que nos dimos en la Transición ha acumulado disfunciones. El resultado es que los ciudadanos ahora están descontentos con el funcionamiento del sistema

La primera obligación de los que salgan elegidos tiene que ser abordar esos cambios y esas reformas que los ciudadanos están demandando de una u otra forma, pero con insistencia.

Cuanto más tiempo tardemos en rectificar esos errores que nuestro sistema político ha ido acumulando, en corregir sus defectos y en recuperar la confianza de los ciudadanos en el sistema político que nos dimos en la Transición, más crecerá el desapego ciudadano hacia la política.

A la hora de abordar la corrección de esos errores y defectos, tenemos que tener siempre presente que, aun con ellos, el sistema político que nos dimos en la Transición con la Constitución de 1978 es el mejor que hemos tenido nunca en la Historia. Y, además, contiene en sí mismo la posibilidad de reforma y de corrección.

Sin embargo, todos sabemos que el sistema político que nos dimos en la Transición ha acumulado una serie de disfunciones. El resultado es que los ciudadanos, que recibieron con un entusiasmo inenarrable el régimen democrático, ahora están descontentos con el funcionamiento del sistema.

Por eso, creo que los diputados elegidos el 20-D, y los de los dos grandes partidos en primer lugar, deben ir al Parlamento llenos de espíritu reformista. Aunque también deben cuidar los límites de esas reformas. Como nos enseña el dicho anglosajón, tendrán que vaciar el agua sucia de la bañera pero con cuidado para que no se nos vaya también el niño por el desagüe.

Sin embargo, hay dos reformas que sí pueden abordar y que, sin duda, traerían aire fresco a la política y suscitarían el apoyo de los ciudadanos.

Los ciudadanos tienen que estar seguros de que, por encima de los gobiernos y los gobernantes, están la Ley y la Justicia. Y ahora lo dudan, sobre todo, cuando aparecen casos de corrupción es decir, continuamente

La primera, resucitar a Montesquieu, es decir, restaurar una radical separación de poderes. Es imprescindible.

Sin separación radical de poderes, no hay democracia de calidad. Los ciudadanos tienen que estar completamente seguros de que, por encima de los gobiernos y de los gobernantes, están la Ley y la Justicia. Y ahora lo dudan, sobre todo, cuando aparecen casos de corrupción, es decir, continuamente.

Si la separación de poderes es de verdad profunda, resulta mucho más fácil la actuación de todos esos contrapoderes que mejoran la calidad de la democracia, en especial, los medios de comunicación.

La segunda propuesta que me atrevo a hacer a todos los que, a partir del 20-D, van a encarnar la soberanía nacional es cambiar la Ley Electoral. De la actual proviene el exceso de poder de las cúpulas de los partidos y la inmensa distancia que separa a los ciudadanos de los políticos. Necesitamos una nueva para acercar de verdad a representados y representantes. Necesitamos que, como pasa en Inglaterra, cada ciudadano sepa quién es su representante y cada representante sepa quiénes son los que le han elegido y a los que tiene que rendir cuentas.

Solo son dos propuestas muy concretas, pero creo que concitan el interés de muy amplias capas de ciudadanos.

Los partidos que se presentan a estas elecciones, tanto los que hasta ahora han sido los dos grandes como los emergentes, deberían pronunciarse sobre estos asuntos, y no solo sobre las propuestas de gobierno.

Hoy es más importante y más urgente que los ciudadanos recuperen la confianza en nuestro sistema político que, incluso, los actos del Gobierno.

Si los parlamentarios elegidos el 20-D, en las listas de los partidos viejos y en las listas de los partidos nuevos, promueven las iniciativas necesarias para lograr estos dos objetivos, rendirán un inapreciable servicio a la Nación.

Claro que, para eso, deben olvidarse de intereses partidistas o de objetivos cortoplacistas, y deben armarse de todo su sentido patriótico. Como hicieron los políticos de la Transición, que supieron colocar los intereses generales por encima de los suyos particulares.

Es la hora del patriotismo.

Dentro de dos meses y un día van a celebrarse las elecciones generales. Siempre, antes de unas elecciones generales, los políticos declaran que van a ser muy importantes. A veces llegan a decir que van a ser las más importantes de la Historia.

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