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La gran oportunidad

Los demócratas tenemos que estar unidos. Sin miedo a utilizar la ley: dos millones de catalanes secesionistas no pueden llevarse por delante el marco de convivencia de 46 millones de españoles

Foto: Ilustración: Raúl Arias.
Ilustración: Raúl Arias.

Estamos viviendo una crisis política de enorme calado y que no tiene precedentes en la historia ya no tan corta de nuestra democracia. En Cataluña, se han coaligado los nacionalistas burgueses de Convergència Democràtica, los republicanos de ERC y los anticapitalistas y antisistema de la CUP para dar los pasos necesarios para declarar la independencia de esa región. En las últimas elecciones, esa coalición ha conseguido mayoría de escaños, pero no de votos, porque solo obtuvieron el 36,9% del censo total de ciudadanos de Cataluña.

¿Qué ha unido a esos nacionalistas, en su mayoría personas de clase media y propietarios de empresas o explotaciones agrícolas, con los ultraizquierdistas, anarquistas, anticapitalistas, antioccidentales y antisemitas de la CUP? Solo una cosa: su odio a España. Esto es, su odio a los españoles. Un odio cultivado durante estos años de democracia en las escuelas y en los medios de comunicación, ante los errores, la pasividad, la complicidad y hasta la complacencia de muchos que no compartían para nada ese odio a España, pero que no quisieron o no supieron plantar cara a ese canon nacionalista que se adueñaba de la opinión pública y de las aulas.

Partidos políticos (PP y PSOE también, cuando les ha convenido), empresarios, sindicatos, periodistas, intelectuales, etc. han sido, por acción y, sobre todo, por omisión, responsables de que el virus secesionista se expandiera en una región de España que en 1978 votó la Constitución española con más entusiasmo que ninguna otra.

Hoy, con todos los Pujol imputados ya es imposible ocultar que CiU está anegada de corrupción. Y, quizás por eso, los nacionalistas han dado la última vuelta a la tuerca y se han ido al monte de la secesión

Mientras, en Cataluña se ha instalado un régimen que ahora sabemos que era profundamente corrupto. Como demuestra el impúdico espectáculo de los Pujol, una familia robando a manos llenas con una sensación de impunidad que da miedo imaginar.

Ahora sabemos con claridad meridiana que, desde la llegada en 1980 de Jordi Pujol a la Presidencia de la Generalidad, ha existido una especie de pacto tácito entre los nacionalistas y los grandes partidos nacionales por el que en Madrid se miraba para otro lado cuando los Pujol y CiU robaban, a cambio de que los nacionalistas no dieran la última vuelta de tuerca al independentismo.

En realidad se supo desde el primer momento. Boadella lo llevó a las tablas ya en 'Operación Ubu', que es de enero de 1981. Y ahí está el “3%” de Maragall a Mas.

Hoy, con todos los Pujol imputados (y, por cierto, sin que ninguno esté en prisión preventiva), ya es imposible ocultar que CiU está anegada de corrupción. Y, quizá por eso, los nacionalistas han dado la última vuelta a la tuerca y se han ido al monte de la secesión.

Cataluña es la región más desarrollada de España en muchos aspectos, tiene 7,5 millones de habitantes, es un foco cultural de primera magnitud, tiene una indiscutible potencia económica y es un foco turístico impresionante. Que tenga un 36,9% de ciudadanos que quieren romper España es algo muy serio. Aunque no, por supuesto, decisorio.

España no son solo 46 millones de ciudadanos, que ya sería bastante, España son 3.000 años de Historia compartida, es una cultura común, es una economía profundamente entrelazada, son infinitos lazos familiares y afectivos, y, además, es un Estado de derecho, basado en la Constitución de 1978, que, por cierto, se ha logrado después de muchos esfuerzos y de muchas y terribles guerras civiles.

Los intereses de una clase política profundamente corrupta, unidos a las aspiraciones anticapitalistas de los antisistema de la CUP, no pueden llevarse por delante ese Estado de derecho, esa Historia compartida, esos lazos familiares, esa economía común.

Las crisis son siempre oportunidades. Para llegar a donde hemos llegado muchos han -hemos- tenido que cometer muchos errores. Pero alguna vez había que parar. Y este es el momento de parar.

Probablemente, si escrutamos la historia reciente de Cataluña, encontraríamos muchos ejemplos de esos errores. Por ejemplo, cada vez que en Cataluña se han transgredido las leyes o las resoluciones judiciales. Ahora podemos decir que, si la primera vez que se transgredió una ley, se hubiera actuado con diligencia, ahora no estaríamos donde estamos.

Hay que explicar a los catalanes, también a los independentistas, que quebrar el Estado de Derecho es un golpe de Estado y que nadie, ni, por supuesto, ellos en su hipotética República, lo consentirían

Pero ya no se puede permitir un paso más en dirección al abismo que supondría para todos los españoles, y, por supuesto, para todos los catalanes, la quiebra del Estado de derecho, la quiebra de la democracia.

La profundidad de esta crisis tiene que llevarnos a todos a la profundidad de la respuesta que se le dé. Por eso creo que estamos ante la gran oportunidad que tiene nuestro Estado de derecho, que tenemos todos los españoles, de rectificar los errores que nos han llevado a esta situación.

Ahora todos los demócratas tenemos que estar unidos en defensa del Estado de derecho. Sin fisuras y sin buscar ventajas electoralistas a corto plazo. Sin miedo a utilizar la ley: dos millones de catalanes secesionistas no pueden llevarse por delante el marco de convivencia de 46 millones de españoles.

Hay que explicar a los catalanes, también a los independentistas, que quebrar el Estado de derecho es un golpe de Estado y que nadie, ni, por supuesto, ellos en su hipotética República, lo consentiría.

Los españoles, que somos demócratas porque tenemos un Estado de derecho gracias a nuestra Constitución, estamos ante la gran oportunidad para, con la ley en la mano, reconducir una situación a la que hemos llegado por los errores de muchos.

Estamos viviendo una crisis política de enorme calado y que no tiene precedentes en la historia ya no tan corta de nuestra democracia. En Cataluña, se han coaligado los nacionalistas burgueses de Convergència Democràtica, los republicanos de ERC y los anticapitalistas y antisistema de la CUP para dar los pasos necesarios para declarar la independencia de esa región. En las últimas elecciones, esa coalición ha conseguido mayoría de escaños, pero no de votos, porque solo obtuvieron el 36,9% del censo total de ciudadanos de Cataluña.

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