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No sólo PP y PSOE tienen que reflexionar

Después de conocer los resultados de las elecciones generales del 20-D, se hace evidente que a los que hay que invitar a reflexionar, y mucho, es a todos los líderes y dirigentes de todos los partidos

Foto: Reunión del Comité Ejecutivo Nacional del PP para analizar los resultados de las generales. (EFE)
Reunión del Comité Ejecutivo Nacional del PP para analizar los resultados de las generales. (EFE)

Aunque la tradición ha fijado que el sábado anterior al domingo de unas elecciones sea una jornada en la que se invita a los ciudadanos a reflexionar, después de conocer los resultados de las elecciones generales del 20-D, se hace evidente que a los que hay que invitar a reflexionar, y mucho, es a todos los líderes y dirigentes de todos los partidos políticos españoles. A todos.

De manera ineludible tienen que ponerse a la tarea de interpretar bien los datos, por supuesto, pero también, y sobre todo, el significado de esos datos. Tienen que analizar qué ha pasado, es decir, las causas y razones que han llevado a los ciudadanos españoles a votar como lo han hecho. Y, a partir de estos análisis, tienen que poner todo su empeño en acertar a la hora de cerrar las alianzas, los pactos y los acuerdos que van a ser imprescindibles para articular mayorías de forma que sean acordes con la voluntad última que los electores han expresado con sus votos.

Si no llevan a cabo esa profunda reflexión y si no identifican los fallos que les han llevado a esa significativa caída de votos, Partido Popular y PSOE seguirán defraudando a sus votantes, que acabarán por abandonarlos definitivamente.

Empezando por el Partido Popular, que, a pesar de ser la fuerza política más votada, ha perdido más de 3.600.000 votos, lo que significa un tercio de sus votantes en 2011. Se trata de una de las caídas más abultadas de nuestra historia democrática.

Si no identifican los fallos que les han llevado a esa caída de votos, PP y PSOE seguirán defraudando a sus votantes, que los abandonarán definitivamente

Y siguiendo, evidentemente, por el PSOE, que ahora ha perdido casi un millón y medio de votantes con respecto a 2011, cuando ya obtuvo su peor resultado histórico. Cuando el Partido Popular pierde todos esos tres millones y medio largos de votos y el PSOE, no sólo no recoge ni uno solo de los votos populares perdidos, sino que aún pierde más, el fracaso socialista es también indisimulable.

Pero no sólo tienen que reflexionar los dos partidos que podríamos denominar “dinásticos”, los dos partidos que se han turnado en el gobierno de la Nación en los últimos 33 años, que son los que, de manera más evidente, han sido castigados en las urnas. También tienen que reflexionar a fondo los dos partidos que han irrumpido con una fuerza inédita en el panorama político español.

Es verdad que han obtenido unos resultados espectaculares, sobre todo si se piensa que hace muy poco tiempo ni siquiera existían, y que esos buenos resultados pueden llevarles a un estado de cierta euforia. Pero también tienen que aceptar que esos resultados ni han sido tan brillantes como llegaron a imaginar, de acuerdo con algunas encuestas, ni les dan legitimidad suficiente para imponer sus propósitos y sus propuestas al conjunto de los demás. Pretender, por ejemplo, que con 69 diputados, como hace Podemos, puedes emprender nada menos que una reforma de la Constitución es un ejercicio de fatuidad.

Lo que los ciudadanos han dejado claro no es tanto su rechazo al bipartidismo como su rechazo a los defectos en los que han caído los principales partidos

Y todas estas reflexiones y análisis tienen que hacerse en el marco que las elecciones han dibujado, el de una sociedad, la española, que ha manifestado con nitidez su censura hacia los dos grandes partidos. Que no creo que sea lo mismo que su rechazo al bipartidismo, así, en abstracto. El bipartidismo, nos lo enseña la historia de las democracias más perfectas, las que mejor funcionan y las que mejor sirven a los intereses de los ciudadanos, es una eficaz fórmula para articular la alternancia democrática. Y ahí están Estados Unidos o Gran Bretaña para demostrarlo.

Lo que los ciudadanos han dejado claro en estas elecciones no es tanto su rechazo al bipartidismo como su rechazo a los defectos en los que han caído los dos principales partidos. Unos defectos que podemos resumir con la palabra partitocracia. Es decir, el exceso de poder de los partidos en la vida política. O, para ser aún más precisos, el exceso de poder de las cúpulas de esos partidos y su alejamiento de las preocupaciones y las aspiraciones de los ciudadanos.

Y una demostración de que el rechazo al bipartidismo no es tan grande como algunos apuntan la tenemos en el hecho de que, aun bajando mucho, los dos grandes partidos han, como se dice coloquialmente, “salvado los muebles”. Es decir, no se han hundido, ni muchísimo menos. Y de hecho, sólo Mariano Rajoy y, muy eventualmente, Pedro Sánchez, tienen posibilidades de formar gobierno.

Otra cosa es que, si los dos grandes partidos fallan en estas jornadas de la reflexión, el análisis y la autocrítica, si ahora no son capaces de identificar sus errores y de volver a ofrecer a sus electores unos programas y unos proyectos renovados, su situación será mucho más grave y puede pasar que recuperemos el bipartidismo, pero con otros protagonistas.

Aunque la tradición ha fijado que el sábado anterior al domingo de unas elecciones sea una jornada en la que se invita a los ciudadanos a reflexionar, después de conocer los resultados de las elecciones generales del 20-D, se hace evidente que a los que hay que invitar a reflexionar, y mucho, es a todos los líderes y dirigentes de todos los partidos políticos españoles. A todos.