Mitologías
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Cuando ya no seas joven, vendrá un jefe nuevo, te echará y se reirán de ti
En la era del "lifelong learning", si no te reinventas y te quedas atrás, la culpa es únicamente tuya por no haber sabido poner remedio a tu situación
"Cuando llegué al Newcastle, pensé que podría aguantar todo lo que me iban a decir, pero ha sido muy, muy difícil. Que nadie te quiera, la sensación de que la gente quería que fracasase, leer constantemente a la gente diciendo que iba a fracasar, que era un inútil, que era un gordo desperdicio de espacio, un repollo tácticamente inepto o lo que fuese. Esto ocurrió desde el primer día".
Es muy probable que ya se haya enterado de que un consorcio gestionado por el, ejem, polémico príncipe saudí Bin Salman ha adquirido el Newcastle, equipo señero de la Premier League en horas bajas que aspira a competir con otros clubes-estado como el Manchester City o el Paris Saint-Germain. Lo que no es tan probable es que conozca la triste balada de Steve Bruce, entrenador del equipo de las urracas durante los últimos dos años, y que será sustituido finalmente por Eddie Howe.
Eddie Howe tiene 43 años, Steve Bruce, 60. Howe es un partidario del juego de posesión, Bruce era un central expeditivo que, según cuenta la leyenda, pasó seis meses lesionado cuando, al intentar darle una patada a un rival, se lesionó él mismo. Lo más importante es que Howe es joven, guapo y está de moda, y Bruce es viejo, tiene barriga y el rostro rubicundo de un 'hooligan'.
Si no te reinventas y te quedas atrás, la culpa es solo tuya por no ponerle remedio
He asistido a la caída de Bruce con un gesto de espanto ante la retransmisión en directo de su humillación y martirio públicos. El vídeo en el que el entrenador, con lágrimas en los ojos, pero ya consciente de su futuro, le reprocha a un periodista haberse equivocado al afirmar que iba a ser despedido ese mismo fin de semana, es la clase de material con la que están hechos los 'reality shows'. Con la diferencia de que Bruce estaba haciendo su trabajo, no vendiéndose en la televisión, y quien le estaba insultando eran los seguidores del club que había amado desde la infancia.
Es posible que Steve Bruce no lo hiciese muy bien, o que sus métodos tácticos no fuesen sofisticados. Es un tipo demasiado tosco, no cualificado, algo paleto. Pero su historia ha revelado públicamente algo que suele ocurrir en la oscura opacidad de las empresas: el desprecio hacia la experiencia mezclado con una actitud condescendiente hacia aquellos que se han quedado atrás. En la era del "lifelong learning", si no te reinventas y te quedas atrás, la culpa es solo tuya por no haber sabido poner remedio a tu situación. ¿Eres viejo? No seas viejo.
Steve Bruce press conference ahead of Aston Villa 🥬 pic.twitter.com/09P5vgx1hL
— Darren Farley (@DFImpressionist) August 21, 2021
Hace 10 años, un demoledor perfil en 'The Guardian' ya sugería que Bruce era mercancía caducada. "Un tipo de la vieja escuela sin complejos, Bruce creía que la motivación era la clave para dirigir un equipo, pero la llegada de entrenadores de otros países ha elevado el listón técnico de la Premier League, y a pesar de su juventud relativa, empieza a parecerse sospechosamente a un hombre cuya era ha pasado". En aquel momento, tenía 50 años. Pero ya se oían cantos de "bastardo gordo Geordie [término utilizado para referirse a los originarios de Tyneside], vete de nuestro equipo".
De igual manera que el supuesto listón técnico se ha ido subiendo, también ha ido bajando el de la edad. Hace años, quienes sufrían el miedo a un despido eran los mayores de 50. Ahora son los cuarentones los que cuentan que ya nadie los quiere, incluso aunque sean buenos en lo suyo, porque también han quedado obsoletos. Es una sensación que uno empieza a tener incluso aunque no haya llegado los 40, cuando se da cuenta de que ya no es el más joven del lugar. Siempre hay alguien más pequeño, con más ganas y que encaja mejor en lo que se busca hoy, listo para caducar dentro de un par de décadas.
Los aficionados se han identificado más con el jeque que con el viejo entrenador
Bin Salman tiene 36 años, una fortuna estimada en 18.000 millones de euros y la posibilidad de hacer y deshacer a su antojo. Bruce era un chaval pobre que estuvo a punto de dedicarse a la fontanería antes de que le ofreciesen una prueba para un club de tercera división, el Gillingham. Bruce se colaba debajo de los tornos del estadio del Newcastle para ver a su equipo, al que ha seguido desde los 60. Sin embargo, la mayoría de aficionados al equipo se han identificado mucho antes con el deseo del jeque de cargarse al viejo entrenador que con este, aunque en realidad tengan mucho más que ver con él. Es la paradoja de hacerse viejo o ponerse gordo: que cuando somos jóvenes o delgados no nos damos cuenta de que algún día nosotros también lo seremos.
Desear la muerte es gratis
En una entrevista concedida a 'The Telegraph' después de ser despedido, Bruce reconocía que tal vez este iba a ser su último trabajo. La explicación le rompe el corazón a cualquiera: "No se trata de mí; mi familia también ha pagado ciertos peajes porque todos son Geordies y no pueden ignorarlo. Todos se han preocupado por mí, especialmente mi mujer Jan. Es una mujer maravillosa, increíble, una mujer fantástica, esposa, madre y abuela. Ha tenido que lidiar con la muerte de mis padres, los suyos no han estado tampoco muy bien. Y además ha tenido que preocuparse sobre lo que he pasado durante el último par de años. Tengo 60 años y no sé si quiero que pase por esto de nuevo. Tenemos una buena vida así que, sí, probablemente este será mi final como 'manager'".
Imagínese que lleva toda la vida en la misma empresa, y que un buen día cambia de dueños, le despiden y todos los clientes se ríen de usted. Es una pesadilla del siglo XXI, algo que solo es posible en un mundo en el que todo lo que hacemos es visible para los demás, donde cualquier puede opinar sobre ello y donde, si no cumples con lo que se espera de ti, puede ser ridiculizado. De la jubilación honrosa con reloj y aplausos al escarnio público.
Por supuesto, el trabajo de entrenador de fútbol es especialmente crítico, pero los periodistas también conocemos lo que siente Bruce. Usted podría dejar en los comentarios un mensaje deseando la muerte de mi madre y tendría que aguantarme. Uno recibe insultos casi a diario por todas las posibles redes sociales y se consuela pensando que viene con el sueldo. "Si uno firma, que apechugue" es la lógica que empezó aplicándose a celebridades, más tarde a cualquiera con un poco de visibilidad pública y finalmente ha terminado afectando a todos, convirtiendo la vida en un campo de batalla donde la crítica feroz, desagradable e hiriente no solo no es tabú, sino que es deseable como un ejercicio de la libertad de expresión.
Ahora mismo, alguien puede estar insultando a su camarero de confianza
Hoy podemos dejar en Google Maps comentarios sobre cualquier negocio, acudir al Camp Nou a golpear el coche de Koeman, humillar al que no nos gusta. Entre en Tripadvisor y busque el bar de la esquina de su casa, o de su pueblo; la clase de establecimiento que quizá no ha recibido un lavado de cara desde hace años. Pero hágalo con temple. Es posible que se encuentre con un puñado de graciosos acusando de cutre, rancio o estúpido a ese buen hombre que lleva décadas aguantando idiotas detrás de la barra. Todos podemos ser Steve Bruce en un momento u otro.
"Cuando llegué al Newcastle, pensé que podría aguantar todo lo que me iban a decir, pero ha sido muy, muy difícil. Que nadie te quiera, la sensación de que la gente quería que fracasase, leer constantemente a la gente diciendo que iba a fracasar, que era un inútil, que era un gordo desperdicio de espacio, un repollo tácticamente inepto o lo que fuese. Esto ocurrió desde el primer día".