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"Dolor y bajar sueldos", la receta de Bill Gates para España
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José Antonio Zarzalejos

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"Dolor y bajar sueldos", la receta de Bill Gates para España

En un brillante ensayo de reciente aparición (La comunicación transformativa. Editorial Península. Enero 2012.), el comunicólogo francés Laurent Habib explica cómo la política ha entrado en

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En un brillante ensayo de reciente aparición (La comunicación transformativa. Editorial Península. Enero 2012.), el comunicólogo francés Laurent Habib explica cómo la política ha entrado en una enorme crisis de credibilidad solo comparable a la de los medios de comunicación tradicionales. Sostiene que “desde hace 25 años, la mentira se ha convertido, más que en un instrumento, en un componente del poder”, describiendo las que perpetraron los expresidentes galos François Mitterrand y Jacques Chirac, pero también el actual, Nicolás Sarkozy. Frases como que “la crisis no costará nada al contribuyente”, o “los ahorradores no tienen que temer porque sus economías están protegidas”, o “las reformas y una nueva gobernanza permitirán salir de la crisis”, o “esta crisis no es una crisis del capitalismo”, las considera Habib “anestesiantes”, que “cloroformizan” a la sociedad y se remite a los sondeos de opinión para acreditar su “muy mediocre credibilidad”.

Afirma, además, que “todo sucede como si nuestros dirigentes hubieran perdido su capital de palabra verdadera” de tal forma que “el político, al perder progresivamente su función tutelar, hipotecó el principio mismo de credibilidad de sus mensajes”. Es difícil no suscribir este análisis del escritor francés.

Los medios de comunicación convencionales no quedan mejor parados que los políticos. Para Habib, desde la guerra de Irak se han limitado a “pasar los platos de una información que se sabía mutilada, incluso manipulada, y sobre la cual había perdido el dominio”. Y añade este párrafo cuasi judicial: “Desde el momento en que los medios de comunicación se vuelven el simple soporte de un contenido producido por otros, en el momento mismo que aceptan reducir su oficio al simple packaging de la información y renuncian a su función de certificación de los contenidos, se automutilan y ponen en duda duramente su incentivo de crear valor añadido”. Tampoco es fácil rebatir este criterio del ensayista francés por más que, por generalizador, pueda resultar en algo injusto. La diferencia entre la política y los medios de comunicación consiste en que éstos están siendo arrollados por la ciudadanía a través de la Red y aquellos, aunque condicionados por los mercados, se mantienen ante el cuadro de mandos de las sociedades más poderosas.

Entonces ¿nadie es creíble?, ¿ningún criterio es sincero?, ¿se han acabado las referencias sociales? En absoluto: la política y la comunicación han de hacer su catarsis y en ello están. Pero hay grandes figuras del mundo de la empresa, de la cultura y del deporte que transmiten valores y comportamientos admirables y admirados por la opinión pública con un altísimo grado de consenso. Uno de ellos ha estado en Madrid esta semana. Bill Gates es el creador y factótum de Microsoft, pero, después de construir su imperio tecnológico, invierte su tiempo y parte de su fortuna en una labor altruista y desinteresada volcada sobre todo a la cooperación con los países más pobres. Es, en consecuencia, un filántropo progresista y demócrata obamista con ideas próximas a los tecnócratas, a los que dice considerar muy por encima de los políticos. La visita de Gates ha tenido cierta relevancia, pero no sus palabras en las que ha entrado por derecho -desde su propia experiencia y conocimiento- a dos aspectos cruciales de la realidad española: la educación y el mercado laboral*.

Dolor en las reformas inmediatas para lograr objetivos mejores a largo plazo: ese es el consejo de Gates, que tiene todo el sentido. Lo cual quiere decir que, siendo esa la política del Gobierno de Rajoy, nos enfrentamos a una situación a corto plazo verdaderamente extraordinaria

“Ustedes -ha declarado Gates en referencia a los españoles- tienen una tasa de paro peor que la de cualquier otro país y claramente eso es por algo. En algún punto del mercado laboral o del sector educativo hay un problema. Yo no soy un experto en España, pero en general las mejores soluciones a largo plazo siempre acarrean dolor a corto en términos de mercado (…)”. Después de manejar la ecuación dolor-resultados, Gates se pregunta: “¿Por qué no han bajado aquí lo sueldos? Si tienes una fábrica que produce carbón y nadie lo compra está claro que el precio de tu carbón es muy alto y hay que bajarlo. Tienes toda esa mano de obra disponible pero hay algo muy raro en que el precio no se ajuste para permitir a otros países instalarse aquí, porque está claro que estos trabajadores están dispuestos a trabajar. Ese nivel de desempleo nos indica que hay rigideces importantes operando en el mercado. Puedes mirar a las universidades y preguntarte si la formación es tan sólida como debería ser, pero no creo que esta sea la razón. Estoy de acuerdo en que esta es la prioridad número uno de España, incluso más que ese 1% de ayuda para los pobres.”

Quien así se expresa no es un político, ni siquiera un empresario al uso, ni un Buffet que mueve los mercados a su aparente antojo. Es un personaje -de tanto o mayor calado que el fallecido Steve Job- que aplica diagnósticos empíricos para situaciones que él conoce a lo largo y ancho del mundo. Hasta el punto de que, siendo su objetivo que los países desarrollados aporten el 1% de su PIB para el desarrollo de los más pobres, exime a España de esa obligación ética para que atienda a su problema interno. Que lo es en un grado dramático. Porque las declaraciones de Gates han coincidido con el informe sobre la pobreza elaborado por Cáritas. Hay 30.000 españoles sin techo; el 30% de los ciudadanos tiene serios problemas para llegar a fin de mes; el 42% no dispone de recursos para un imprevisto; 580.000 hogares no disponen de ingresos y las diferencias entre ricos y pobres se han disparado.

Dolor en las reformas inmediatas para lograr objetivos mejores a largo plazo: ese es el consejo de Gates, que tiene todo el sentido. Lo cual quiere decir que, siendo esa la política del Gobierno de Rajoy, nos enfrentamos a una situación a corto plazo verdaderamente extraordinaria. Ya sabemos que este año será de recesión; que se perderán más puestos de trabajo; que habrá más recortes presupuestarios, pero que hay que hacer el ajuste, asumiendo que somos más pobres y que hay que adecuarse a la realidad. Si el diagnóstico nos lo plantea un político, un financiero o un periodista, seguramente lo consideraríamos “anestesiante” como supone -y supone bien- Laurent Habib, pero si es Gates quien lo ofrece, seguramente, dispone de credibilidad porque es criterio desinteresado en un hombre que ha sabido crear riqueza y ahora se dedica a repartirla. Por lo menos la reflexión del americano suena más sincera y desprendida que las que suele ofrecer Olli Rehn y el directorio Merkozy.

*Entrevistas de Bill Gates en El País y El Mundo el 23 de febrero pasado

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En un brillante ensayo de reciente aparición (La comunicación transformativa. Editorial Península. Enero 2012.), el comunicólogo francés Laurent Habib explica cómo la política ha entrado en una enorme crisis de credibilidad solo comparable a la de los medios de comunicación tradicionales. Sostiene que “desde hace 25 años, la mentira se ha convertido, más que en un instrumento, en un componente del poder”, describiendo las que perpetraron los expresidentes galos François Mitterrand y Jacques Chirac, pero también el actual, Nicolás Sarkozy. Frases como que “la crisis no costará nada al contribuyente”, o “los ahorradores no tienen que temer porque sus economías están protegidas”, o “las reformas y una nueva gobernanza permitirán salir de la crisis”, o “esta crisis no es una crisis del capitalismo”, las considera Habib “anestesiantes”, que “cloroformizan” a la sociedad y se remite a los sondeos de opinión para acreditar su “muy mediocre credibilidad”.

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