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La Baviera del PP se tambalea
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José Antonio Zarzalejos

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La Baviera del PP se tambalea

La hipótesis de que Tomás Gómez, con el apoyo de IU y, quién sabe si también de Unión, Progreso y Democracia, pudiese llegar a la presidencia

Foto: Ignacio González y Ana Botella (EFE)
Ignacio González y Ana Botella (EFE)

La hipótesis de que Tomás Gómez, con el apoyo de IU y, quién sabe si también de Unión, Progreso y Democracia, pudiese llegar a la presidencia de la Comunidad de Madrid, o de que el faltón y prepotente (¡qué espectáculo verle insultar a Ana Botella con ademanes verduleros!) de Jaime Lissavetzky alcanzase la alcaldía de la capital, tendría que ser de por sí argumento disuasorio para cualquiera. Y sin embargo, sería posible ese escenario bipartito o tripartito si el PP, como parece, pierde la mayoría absoluta y no llega en una relativa para seguir en el poder con el apoyo de un partido-bisagra que podría ser igualmente el de Rosa Díez.

Madrid es para el Partido Popular como para, salvando las distancias, la Unión Social Cristiana (CSU) es Baviera, Estado libre alemán en el que gana las elecciones desde el final de la II Guerra Mundial. En 2015, cuando se celebren las autonómicas y municipales, el PP cumplirá dos décadas en el poder autonómico (Alberto Ruiz-Gallardón; Esperanza Aguirre e Ignacio González) y veinticuatro años en el municipal (José María Álvarez del Manzano, Gallardón y Ana Botella). Madrid es el estandarte del PP antes aún de que con Aznar el partido ganase las generales de 1996 y obtuviese su primera mayoría absoluta en el 2000. Perder el poder en Madrid tendría no sólo un valor efectivo, sino también un colosal significado simbólico, que habría que combinar con la casi segura derrota en Valencia.

Todos estos acontecimientos están poniendo en serio riesgo la capacidad electoral popular en Madrid y en su comunidad. Y estamos a las puertas de una enorme lucha de poder

Pero puede ocurrir. Madrid y comunidad vienen sufriendo erosiones y reveses desde hace tiempo. El primero ha consistido en las suplencias. Los titulares elegidos para la Comunidad y el Ayuntamiento -Aguirre y Ruiz-Gallardón- han migrado a la actividad cuasi privada y a un ministerio respectivamente, lo que ofrece una escasa sensación de compromiso con el electorado. Sus sustitutos han tenido que soportar lo peor de la crisis económica y serias decepciones además de algunos hechos lamentables sobrevenidos y no bien gestionados.

Madrid no será olímpica en 2020 cuando creíamos que sucedería todo lo contrario; Eurovegas no vendrá finalmente a los aledaños de la capital de España porque las contrapartidas al financiero Sheldon Adelson eran leoninas y, en todo caso, exorbitantes. El turismo se resiente en Madrid y baja tanto el número de visitantes como el gasto por turista. Barajas pierde un mes sí y otro no el liderazgo a favor del Prat de Barcelona. Padecimos la tragedia del Madrid Arena (que conllevó consecuencias gravísimas en el equipo de Gobierno del Ayuntamiento, del que se descolgaron concejales y delegados experimentados); la huelga de limpieza en Madrid tuvo esa rara repercusión que los malos avatares españoles tienen en la prensa internacional y es en Madrid en donde se sitúa el epicentro de la trama Gürtel y muchos de sus cargos institucionales aparecen aquí o allá, por esto o por aquello, en el maremágnum de los ocho mil correos de Miguel Blesa, después de que la capital se haya quedado sin instituciones financieras propias tras de la quiebra de Bankia en cuyo seno latía lo que quedaba de Cajamadrid.

Por si fuera poco, emerge con inusitada fuerza el pulso descarnado entre el ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro, y el Presidente de la Comunidad, Ignacio González, enfrentados por la financiación de la comunidad, hasta el punto de que el titular de Hacienda le ha espetado al presidente autonómico: “Piensa que en este ministerio está la ventanilla para que le hagamos candidato” (Expansión de 26 de diciembre pasado), expresión desafortunada donde las haya entre compañeros de partido (aunque no necesariamente amigos). Ignacio González, cuya consorte está imputada por delitos de blanqueo y contra la Hacienda Pública y él también investigado, ha tenido que enfrentarse con la marea blanca que le ha ganado por la mano en el espinoso y sensible asunto de la gestión privada de algunos de los hospitales y centros de salud, además de tener que soportar la marea verde con la que Lucía Figar, su consejera de Educación, no ha encontrado los mejores cauces de interlocución.

Madrid es el rompehielos del PP y, de la misma manera que en 1991 y en 1995 adelantó el ciclo alcista de los populares, quizás en 2015 adelante su ciclo bajista

Todos estos acontecimientos -cuando no se podía suponer que pasaban cosas como las de las de Cajamadrid o no se hacían negocios como los de Gerardo Díaz Ferrán, que fue el jefe de los empresarios madrileños y luego de los españoles, o no existían chanchullos laborales como los de Arturo Fernández, presidente ahora de CEIM- con la colaboración de la (mala) gestión gubernamental, están poniendo en serio riesgo la capacidad electoral popular en Madrid y en su comunidad. Y estamos a las puertas, seguramente, de una enorme lucha de poder. ¿Cristina Cifuentes para la Real Casa de Correos y Esperanza Aguirre para el Ayuntamiento?, ¿quién le dice a Ana Botella -salvo que ella se retire voluntariamente- que si se presenta, pierde las elecciones?, ¿y quién le pone el cascabel al gato de un González que, pese a sus tiranteces, sigue en conexión con Aguirre?, ¿es Lucía Figar un valor en alza?, ¿acaso hay que manejar la hipótesis de que la vicepresidenta de Gobierno se aviniera a las listas autonómicas o municipales matritenses como se oye en algunos mentideros de la Villa y Corte?

Demasiada confusión; demasiados conflictos; demasiados espectáculos turbios; excesivos vaivenes; poca solvencia; errores; malos cálculos. Todo eso y algo más converge sobre Madrid, que es el rompehielos del PP y que, de la misma manera que en 1991 y en 1995 -con la mayoría absoluta en el Ayuntamiento y luego en la Comunidad- adelantó el ciclo alcista de los populares, quizás en 2015 adelante su ciclo bajista. Sería como si Baviera dejase de ser social cristiana. Un vuelco que quizás el PP no podría digerir en las generales posteriores a las autonómicas y municipales de 2015 que deberían estar preparándose desde ya. Porque prevenir es curar.  

La hipótesis de que Tomás Gómez, con el apoyo de IU y, quién sabe si también de Unión, Progreso y Democracia, pudiese llegar a la presidencia de la Comunidad de Madrid, o de que el faltón y prepotente (¡qué espectáculo verle insultar a Ana Botella con ademanes verduleros!) de Jaime Lissavetzky alcanzase la alcaldía de la capital, tendría que ser de por sí argumento disuasorio para cualquiera. Y sin embargo, sería posible ese escenario bipartito o tripartito si el PP, como parece, pierde la mayoría absoluta y no llega en una relativa para seguir en el poder con el apoyo de un partido-bisagra que podría ser igualmente el de Rosa Díez.

Ignacio González Madrid