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Cataluña, La Caixa, Isidro Fainé y el rey
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José Antonio Zarzalejos

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Cataluña, La Caixa, Isidro Fainé y el rey

"¿Quebrará el hijo de 'Don Juan Carlos el Breve' también los pronósticos y no será 'Felipe el Demasiado solo'?"

Foto: Fainé saluda a doña Letizia y don Felipe. (Efe)
Fainé saluda a doña Letizia y don Felipe. (Efe)

El que fuera director –buen director– de El Periódico de Catalunya, el periodista Antonio Franco, terminaba así el jueves su artículo en ese diario catalán: “¿Quebrará el hijo de Don Juan Carlos el Breve también los pronósticos y no será Felipe el Demasiado solo? Pero hubo algo subliminal en las Cortes: pareció más un jefe de Estado democrático tomando posesión que un rey poniéndose la corona. Eso está bien. Aquí una corona tradicional difícilmente no acabaría siendo de espinas”.

Pocos comentarios al discurso y el comportamiento del rey me han parecido más atinados que el de Antonio Franco que demuestra así su veteranía periodística. Su apunte sobre la soledad del rey Felipe procede, además, de Cataluña, lo que tiene especial valor, teniendo en cuenta que desde allí grandes empresarios pertenecen a la bolsa de ciudadanos que “no saben, no contestan” aunque con el proceso independentista se estén jugando buena parte de su negocio.

Llama poderosamente la atención que el primer ejecutivo de la tercera entidad financiera de España –el grupo La Caixa–, Isidro Fainé, persista (lo ha hecho muy recientemente ante un auditorio muy cualificado) en el escapismo en el que incurren también otros representantes empresariales, como el presidente de Fomento del Trabajo, Gay de Montellà. Aquél y este –y otros muchos– han echado estos días pasados sobre la espalda de Felipe VI nada menos que la cuestión catalana, proclamando a los cuatro vientos que el rey “puede ayudar mucho a que Catalunya y España negocien y lleguen a buen acuerdo”.

No sé si Fainé –hombre inteligente, buen gestor, discreto, pero que se reserva y preserva en exceso– es consciente de que con declaraciones de esas características, lejos de ayudar al jefe del Estado, le comprometen y dificultan su papel, abocándole a la soledad glosada por Antonio Franco. Tampoco se atienen a las inteligentes reflexiones del catedrático de Historia de la Complutense, Javier Moreno Luzón, en El País de ayer jueves sobre el rol del jefe del Estado: “…el accidentalismo democrático tiene todavía un camino que recorrer en España. Siempre que mantenga una actitud vigilante, que exija a la Corona el estricto cumplimiento de sus funciones constitucionales y que desconfíe de las voces que piden al nuevo rey una intervención activa en los asuntos políticos. Un monarca regeneracionista, enredado en los rifirrafes partidistas, se convertiría en un auténtico estorbo para el buen funcionamiento del sistema democrático”.

¿Qué parte de este razonamiento, reiterado estas semanas hasta el hastío, es el que no comprende el presidente del Grupo La Caixa y otros gestores y empresarios catalanes? Porque es muy claro: el rey ya dijo lo que podía hacer, pero sin embargo, ni Fainé ni otros han explicitado cuál es su papel en la crisis de Cataluña. Lo cual es especialmente grave porque el mercado español es relevante para sus negocios y, en el caso de la entidad financiera más importante de Cataluña, esencial porque, al estar mínimamente internacionalizada, su espacio natural de actividad –así lo recogen los nuevos estatutos de la Fundación La Caixa– es el denominado Estado español, esto es, España.

Personalizo en Fainé este texto –a fuer de no gustarme hacerlo, aunque en ocasiones es la manera más pedagógica de elaborar un análisis– porque el Grupo La Caixa más que una entidad catalana es una entidad plenamente española. No sólo por la cuota de negocio fuera de Cataluña, sino por determinadas operaciones que le hacen especialmente andaluza y especialmente castellana, especialmente navarra y especialmente canaria al haber adquirido Banca Cívica –que incluía a la andaluza Cajasol, la Caja de Burgos, la de Navarra y la de Canarias–. Basta acudir a Sevilla, subir a la Giralda por las treinta y cincorampas que conducen a su cumbre y observar que el edificio más alto de la ciudad –más, por lo tanto, que la propia Giralda– y de Andalucía es la torre de César Pelli en Puerto Triana que ha pasado a ser propiedad de La Caixa.

Así las cosas,el silencioo es connivente con los planes de Mas y el independentismo o es temeroso de sus poderes, de manera tal que o salen de él Isidro Faine y otros –dejando al margen los rituales llamamientos al diálogo, sin definir sobre qué hay que dialogar, cómo hacerlo y para alcanzar qué resultado- o momento es que dejen de pedir al rey lo que el rey no puede ni dar ni hacer.

Es cierto que el Gobierno está aplicando una estrategia discutible en Cataluña –lo son mucho más los hechos consumados de un proceso de secesión al margen de cualquier legalidad–, pero más discutible aún es la mudez del gran empresariado catalán que, por grande, es español e internacional. Son Fainé –no sus pares de más allá del Ebro, que sí se han pronunciado– y otros en Cataluña los que sin ambigüedad deben salir a la palestra y dejar ya de utilizar el recurso a la Corona para que haga lo que ellos no hacen y el rey ni puede ni debe hacer.

Porque, señor Fainé –el primero y más importante gestor financiero de Cataluña y el tercero de España–, cuando Cataluña se quema en una convulsión independentista, algo suyo –de La Caixa– se quema también, y el incendio amenaza con ser de dimensiones históricas. Consta que ya recibió muchas sugerencias en la recepción del Palacio Real con motivo de la proclamación de Felipe VI. Dé el paso. No todos los puede dar la tan zurrada La Vanguardia. Lo necesita Cataluña, el resto de España, La Caixa y usted. O sea, todos. Forme, en definitiva, parte de la solución y no del problema.

El que fuera director –buen director– de El Periódico de Catalunya, el periodista Antonio Franco, terminaba así el jueves su artículo en ese diario catalán: “¿Quebrará el hijo de Don Juan Carlos el Breve también los pronósticos y no será Felipe el Demasiado solo? Pero hubo algo subliminal en las Cortes: pareció más un jefe de Estado democrático tomando posesión que un rey poniéndose la corona. Eso está bien. Aquí una corona tradicional difícilmente no acabaría siendo de espinas”.

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