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La confesión de Pujol dinamita CDC y debilita el proceso independentista
“El daño que Jordi Pujol ha hecho a CDC y al proceso soberanista es incalculable”, confesaba ayer un miembro del partido liderado por Mas
“El daño que Jordi Pujol ha hecho a CDC y al proceso soberanista es incalculable”, confesaba ayer un miembro del partido liderado por Mas y que pertenece a su dirección. En Barcelona cundía una sensación de desolación y desconcierto. La reacción de los medios convencionales -duros editoriales en los periódicos de Barcelona y Madrid- y un auténtico incendio en las redes sociales, demostraban que la confesión de Pujol según la cual ha ocultado a la Hacienda Pública durante treinta y cuatro años parte de la herencia de su padre, fallecido en 1980, ha causado una convulsión política que disminuyó la visibilidad del congreso extraordinario del PSOE y que, según fuentes consultadas por este diario, “amortiza” y “absorbe” las expectativas de la entrevista que el día 30 mantendrán en la Moncloa el presidente del Gobierno y el de la Generalitat de Cataluña.
Artur Mas cometió, además, un “imperdonable” error al calificar como de “asunto personal y familiar” la defraudación fiscal de la familia Pujol. Porque desde 1980 a 2003, Pujol fue presidente de la Generalitat y en la actualidad es miembro de la ejecutiva de Convergència Democrática de Catalunya y presidente de honor del partido que él fundó en 1978. El nuevo número dos de CDC -Josep Rull- declaró ayer, enmendando a Mas, que Jordi Pujol debe comparecer ante la justicia pero también le instó a que lo haga ante la propia organización. Fuentes de CDC, aunque desconcertadas y “consternadas”, creen que la confesión de Pujol exige una rápida respuesta del partido que sólo podría concretarse en que el ex presidente de la Generalitat se desvincule “por completo” y se defienda sin “protegerse en argumentaciones patrióticas”.
En CDC -mientras escuchan el silencio de ERC, siempre distante de Pujol- hay conciencia de que en apenas ocho días Duran Lleida ha dejado la secretaría general de CiU, que Oriol Pujol ha renunciado definitivamente a la secretaría general de CDC y que, ahora, Jordi Pujol provoca una auténtica implosión interna. “Definitivamente estamos en una crisis de credibilidad”, sostienen esas fuentes. Credibilidad “política de la que se beneficia ERC” y ahora “también entra en crisis irreversible el referente del catalanismo más auténtico”.
En Barcelona las andanzas de varios de los hijos de Pujol eran de sobra conocidas, así como sus negocios y enriquecimientos. Incluso el comportamiento altivo de Marta Ferrusola era y es objeto de comentario constante. Pero, en general, se salvaba la figura de Jordi Pujol en cuanto a su probidad personal y se atribuía su “bajo estado de ánimo” y su “enfurruñamiento” a las informaciones sobre su familia que él ha negado de manera reiterada y publica. “Nos sentimos engañados”, declaraba ayer un importante empresario catalán que prefiere mantenerse en el anonimato. Próximo a las tesis más radicales considera que “el proceso está tocado tanto como la propia CDC”. En general, las personas contactadas, cercanas al partido de Mas y a la administración de la actual Generalitat, consideran que la viabilidad del independentismo “no se puede separar de la organización que lo impulsa y de las personas que lo representan”.
Lo cierto es que desde hace ya años, Jordi Pujol inició una deriva cuyo relato no ha hecho sino comenzar con su confesión. Después de cambiar por completo su discurso autonomista-nacionalista (nunca independentista), destrozando su imagen fuera de Cataluña, ahora, deja tocados a los soberanistas y aparece ante la opinión pública como un defraudador que, además, ha mentido, defendiéndose de informaciones que han resultado ciertas -al menos en parte- con coartadas de carácter político. Informar sobre sus finanzas familiares era tanto como atacar a Cataluña, a una Cataluña de la que él se ha considerado -y ha sido considerado- un referente.
Lo más grave para CDC, Mas y el proceso secesionista es que Jordi Pujol representaba el compendio de valores “del país”, los que justificaban históricamente la decisión de cambiar el rumbo después de un cuarto de siglo de colaboración del pujolismo con los sucesivos Gobiernos de España y también el crisol de las reivindicaciones catalanistas al Estado, entre ellas el “expolio fiscal” (“España nos roba”), el clientelismo de determinadas regiones del sur (Andalucía y Extremadura) y el enorme esfuerzo fiscal de los catalanes frente al de ciudadanos de otras comunidades. Todos estos argumentos pierden fuerza -la que pudieran tener- cuando el que los ha elaborado se confiesa un defraudador a la Hacienda Pública durante más de tres décadas.
En CDC y en la Generalitat se suponía ayer que la confesión de Pujol no es el final de la historia de las finanzas de su familia, sino sólo el comienzo. Ya han surgido acusaciones de comisiones cobradas (el 3%) por adjudicación de contratos no sólo, supuestamente, por el partido, sino por él o sus familiares y sospechas de que los Pujol disponen de una saneada fortuna colocada, además de en Andorra, en otros paraísos fiscales. “La situación, además de dramática, se ha convertido también en un tanto sórdida”, declaraban fuentes que pedían el anonimato porque se reprochaba a Pujol que la confesión “sea mala hasta en el estilo” y “farragosa además de opaca”. Por otra parte, se subrayaban también las omisiones de la declaración de autoinculpación tal como la opacidad sobre la cantidad depositada fuera de España, el administrador que gestionó ese dinero por mandato de Pujol, cuál de sus hijos se hizo cargo después de la gestión de ese dinero y la razón por la que el ex presidente de la Generalitat ha hecho pública su confesión ahora y no antes, “reventando” la entrevista entre Rajoy y Mas.
En Barcelona se esperaba ayer que, una vez superada la conmoción, Artur Mas y la dirección de CDC adopten medidas que contrarresten la crisis interna que han provocado Pujol y su hijo Oriol y el extraordinario debilitamiento del proceso independentista que pasa a ser conducido, ya sin remedio, por ERC y la Asamblea Nacional Catalana.
“El daño que Jordi Pujol ha hecho a CDC y al proceso soberanista es incalculable”, confesaba ayer un miembro del partido liderado por Mas y que pertenece a su dirección. En Barcelona cundía una sensación de desolación y desconcierto. La reacción de los medios convencionales -duros editoriales en los periódicos de Barcelona y Madrid- y un auténtico incendio en las redes sociales, demostraban que la confesión de Pujol según la cual ha ocultado a la Hacienda Pública durante treinta y cuatro años parte de la herencia de su padre, fallecido en 1980, ha causado una convulsión política que disminuyó la visibilidad del congreso extraordinario del PSOE y que, según fuentes consultadas por este diario, “amortiza” y “absorbe” las expectativas de la entrevista que el día 30 mantendrán en la Moncloa el presidente del Gobierno y el de la Generalitat de Cataluña.