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284.000 animalistas, muerte en la plaza, las redes y el odio
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José Antonio Zarzalejos

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284.000 animalistas, muerte en la plaza, las redes y el odio

Los comportamientos perversos se contagian mucho más que los virtuosos. Es fácil albergar la tentación de apedrear el cristal de una ventana cuando el de la de al lado ya está roto

Foto: Fallece el torero Víctor Barrio al sufrir una cogida en Teruel. (EFE)
Fallece el torero Víctor Barrio al sufrir una cogida en Teruel. (EFE)

Las vilezas que en las redes sociales se han escrito a propósito de la muerte del torero Víctor Barrio en la plaza de Teruel tienen que ver con lo que, por fin, el Tribunal Supremo ha calificado como “discurso del odio” susceptible de ser sancionado en distintos tipos penales. La acotación de la libertad de expresión se fortalece si se establecen límites, porque se crea un modelo de relación que preserva valores y principios de distinta naturaleza. La degradación de no pocos usuarios de las redes tiene que ver con el llamado 'síndrome de las ventanas rotas'. Ocurre en ellas lo que sucede en instalaciones en las que el descuido en su mantenimiento -cristales de las ventanas rotas- incita a su destrozo por muchos que alientan un cierto instinto destructor. Este síndrome está científicamente comprobado en criminología y su formulación más básica consiste en que los comportamientos perversos se contagian mucho más que los virtuosos. Es fácil albergar la tentación de apedrear el cristal de una ventana cuando el de la de al lado ya está roto.

Conviene, sin embargo, no confundir los términos de la cuestión. Los animalistas no se conducen incívicamente, sino en base a criterios y actitudes que ya están homologados democráticamente, gusten más o menos. A veces de manera muy estridente e intrusiva. Y radical. En España, la progresión del animalismo se puede comprobar en las urnas. El Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA) obtuvo en las generales de 2011, 102.00 votos; en las de diciembre de 2015, 219.000, y en las del 26-J, nada menos que 284.000, pasando a ser la primera fuerza política extraparlamentaria y sumando tantos sufragios como UPYD y Vox juntos. Se trata de un movimiento que está calando en amplios sectores sociales, que han tomado el espectáculo taurino como referencia de su pelea contra el maltrato animal, ya que así consideran la tauromaquia. Sin embargo, han sido los animalistas los más interesados en dejar muy claro que los exabruptos -¿delictivos?, ¿ilícitos civiles?- de algunos usuarios de las redes sociales celebrando la muerte de Víctor Barrio son una barbaridad sin paliativos.

Han sido los animalistas los más interesados en dejar muy claro que los exabruptos de algunos celebrando la muerte de Barrio son una barbaridad sin paliativos

Los animalistas están en un debate necesario que se plantea también como una forma de 'economía compasiva' con los animales. En el ensayo de apertura del número del mes de julio de la revista 'Letras Libres', Peter Singer, bajo el título 'Abrid las jaulas', relata de qué manera cruel e innecesaria -solo explicable por un desaforado ánimo de lucro- se estabulan animales para nuestro consumo alimentario. El autor de 'Liberación animal' se refiere a las cerdas preñadas atrapadas en jaulas que las inmovilizan, lo mismo que a las gallinas y a los contenedores en que se recluye a los terneros desde su nacimiento. Cito a este autor -hay otros- para tratar de comprender que el animalismo es un movimiento que, además de legítimo, está arraigando por las propias necesidades de la sostenibilidad del planeta y por exigencias éticas elevadas, teorizadas por universitarios solventes. El único riesgo es que se pierda una correcta jerarquía de los valores que están en juego. Pero mientras esto no suceda, el animalismo está ahí -como en su momento lo que pareció una excentricidad política: los verdes- y avanza en todos los países europeos con opciones de alcanzar las instituciones representativas.

Los toros en España no consisten solo en el estricto acto de una corrida de seis morlacos que, después de una vida plácida, mueren en la plaza -y a veces matan, como a Víctor Barrio-, sino que enlazan con la música, la pintura, la literatura -prosa y poesía- y las artes plásticas. No hace falta ser aficionado para reconocer que el mundo de la tauromaquia trasciende al toreo y establece un espacio cultural y tradicional que goza todavía de solidez en nuestro país, aunque, reconozcámoslo, tiende a ir declinando. Pero la resistencia de colectivos como la mayoría de ciudadanos de Tordesillas -que quieren alancear hasta dar muerte al Toro de la Vega todos los meses de septiembre desde hace siglos- se ha traducido ya -en paralelo a la politización del animalismo- en una respuesta electoral: en la ciudad castellana, el 13% de los votos del 26-J fueron nulos, votos de protesta por la prohibición de la Junta de Castilla y León de que el toro muera alanceado. El espectáculo, con todos los respetos por la tradición, es bárbaro y se encuadra en un contexto histórico incompatible con una normal aceptación de esa práctica.

El animalismo es un movimiento que, además de legítimo, está arraigando por las propias necesidades de la sostenibilidad y por exigencias éticas elevadas

La trágica muerte de Víctor Barrio, corneado en Teruel y muerto de manera fulminante, ha sido el detonante para un debate que, algunos, han hecho derivar al territorio del odio y la vileza. Deberían producirse estos debates de distinta manera y sin esconder algunas intencionalidades políticas -suprimir los toros es para algunos hacerlo con la 'fiesta nacional' (el TC se pronunciará en septiembre sobre la constitucionalidad de la prohibición de las corridas)-. El animalismo entraña un racional de mucha potencia y marca una tendencia en todo el mundo occidental, apela a una suerte de dignidad de los animales que refleja la nuestra y podría convertirse en una opción política con representación institucional si no introducimos la 'economía compasiva' para con los animales de consumo y los que se utilizan para el divertimento. Se trata, en fin, de un giro cultural enorme que ha puesto en la picota el circo de animales (el del Sol, un fenómeno cultural también, los ha proscrito) y hasta los mismos zoológicos. De ahí que el animalismo bien entendido -y el del PACMA parece que lo es- resulta exactamente lo contrario a lo que significa el discurso del odio que tan obscenamente se ha mostrado tras la lamentable y dolorosa muerte en la plaza de un joven torero de 29 años.

Las vilezas que en las redes sociales se han escrito a propósito de la muerte del torero Víctor Barrio en la plaza de Teruel tienen que ver con lo que, por fin, el Tribunal Supremo ha calificado como “discurso del odio” susceptible de ser sancionado en distintos tipos penales. La acotación de la libertad de expresión se fortalece si se establecen límites, porque se crea un modelo de relación que preserva valores y principios de distinta naturaleza. La degradación de no pocos usuarios de las redes tiene que ver con el llamado 'síndrome de las ventanas rotas'. Ocurre en ellas lo que sucede en instalaciones en las que el descuido en su mantenimiento -cristales de las ventanas rotas- incita a su destrozo por muchos que alientan un cierto instinto destructor. Este síndrome está científicamente comprobado en criminología y su formulación más básica consiste en que los comportamientos perversos se contagian mucho más que los virtuosos. Es fácil albergar la tentación de apedrear el cristal de una ventana cuando el de la de al lado ya está roto.

Tauromaquia PACMA