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El aquelarre independentista de los socios de Rajoy
El Aberri Eguna peneuvista fue un acto de adhesión al independentismo catalán
Todos los domingos de Resurrección desde los años treinta del siglo pasado, el PNV —y luego otros partidos nacionalistas— celebra el Aberri Eguna, o día de la patria (vasca, claro es). Una celebración que no ha sido nunca unitaria del nacionalismo vasco ni ha logrado la más mínima aceptación por otros sectores políticos del país.
El Aberri Eguna —no confundir con el Alderdi Eguna o día del partido— consiste en un mitin más o menos multitudinario en el que el presidente del PNV y el lendakari expresan sus más auténticos sentimientos patrióticos, normalmente victimizados y casi siempre 'contra' alguien o algo. Con frecuencia, el 'enemigo exterior' que aglutina al nacionalismo vasco es España, su Gobierno o la merma —cierta o supuesta— del autogobierno. En todo caso, los discursos son de insatisfacción. Por definición, el PNV nunca se declara conforme, o reconocido, o bien tratado. Siempre tiene cuentas pendientes y reclamaciones desatendidas.
Antes de ayer, sin embargo, fue distinto. El Aberri Eguna peneuvista fue un acto de adhesión al independentismo catalán. Y muy emotivo. Fueron invitados una 'moderada', Monserrat Candini, responsable de relaciones institucionales de la antigua Convergència, y otro 'radical', Eduard Pujol, portavoz adjunto de JxCAT, un hombre fidelísimo a Puigdemont. Los detalles de la comparecencia de ambos en la Plaza Nueva de Bilbao son importantes: fueron sentados junto a la ejecutiva nacional del PNV y de los cargos públicos del partido, el lugar más preferente. Y se les homenajeó con una versión de 'L´Estaca' dirigida por Iñaki Zarraoa, que fue director general de la televisión pública vasca. Hubo lágrimas, abrazos e imprecaciones airadas de Andoni Ortuzar pidiendo la libertad de los presos independentistas catalanes.
El presidente del EBB del PNV tuvo dos ejes en su discurso: no al 155 (mientras se mantenga, no negociará su partido los Presupuestos) y el reiterado ataque a Ciudadanos. La “mera existencia del 155” revienta las costuras del PNV que, sin embargo, aceptó de buen grado las ventajas del Presupuesto del pasado año y ahora desearía revalidarlas con el de 2018. Pero es “cuestión de principio” que decaigan las medidas de intervención del autogobierno catalán, aunque Rivera —la peor hipótesis para Ortuzar— gane posiciones e, incluso, unas posibles elecciones.
El presidente del EBB del PNV tuvo dos ejes en su discurso: no al 155 (mientras se mantenga, no negociará los PGE) y el reiterado ataque a Cs
Tras este aquelarre de patriotismo vasco-catalán (Urkullu estuvo más plano y con un aspecto de mayor preocupación) se puede ir al carajo la legislatura nacional y quizá también la vasca. Porque el PNV no solo gobierna con el PSE-PSOE, sino que necesita la ayuda del PP para lograr la mayoría absoluta. Observando esta solidaridad tan encendida con el independentismo de Cataluña por parte de los socios del Gobierno, quizá Rajoy debiera plantearse si es coherente volver a firmar un pacto presupuestario con los nacionalistas vascos. O acaso sea mejor hacer 'cuestión de principio' y no venderse por el plato de lentejas de las cuentas de 2018 e ir a elecciones generales el año que viene. Depender del nacionalismo vasco en la actual tesitura es políticamente impresentable. Y lo que procedería sería enviarle el recado de que tampoco el Gobierno, por principio, firma pactos con un partido que se muestra tan desleal con el Estado y tal leal colaborador con el separatismo catalán.
El PNV ha venido vendiendo moderación y sensatez. En el acto del Aberri Eguna de la Plaza Nueva de Bilbao, no hubo el domingo ni de la una ni de la otra. La causa del nacionalismo vasco nada tiene que ver con la del catalán, ni la de este con la de aquel. El PNV no puede seguir estando al plato de los Presupuestos y a las tajadas de su connivencia con el secesionismo catalán.
El PNV no puede seguir estando al plato de los Presupuestos y a las tajadas de su connivencia con el secesionismo catalán
Pedir la excarcelación de los preventivos y hacerlo a voz en cuello (con poca audiencia de los medios de Madrid, salvo excepciones), y reclamar que se levante el 155 de inmediato, no es compatible con beneficiarse de esos Presupuestos “irresistibles” ('sic' de Javier Maroto) que les prepara el Gobierno. Y si Rajoy decide que con este Aberri Eguna hay que transigir, que no lo haga Albert Rivera y vayamos a elecciones antes que incurrir en esta incoherencia política.
Rajoy está engordando al PNV como lo hicieron González, Aznar y Zapatero. Los peneuvistas siempre pillan cacho. Que no espere el presidente reciprocidad; que no espere lealtad; que no espere que el nacionalismo vasco se atenga al espíritu constitucional de 1978 que nunca suscribió y del que siempre se benefició. Los nacionalistas hacen del oportunismo, del tactismo, un criterio permanente de acción política. Y el domingo pasado, lo volvieron a demostrar en un acto de plena solidaridad con los independentistas catalanes. Sería un abuso político y una debilidad política del Gobierno verdaderamente agraviante hacer de este nacionalismo, con o sin 155, un socio preferente. Cuestión de dignidad.
Todos los domingos de Resurrección desde los años treinta del siglo pasado, el PNV —y luego otros partidos nacionalistas— celebra el Aberri Eguna, o día de la patria (vasca, claro es). Una celebración que no ha sido nunca unitaria del nacionalismo vasco ni ha logrado la más mínima aceptación por otros sectores políticos del país.