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Churchill y Franco (Memoria histórica)
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José Antonio Zarzalejos

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Churchill y Franco (Memoria histórica)

Para Churchill la guerra civil fue "la úlcera española", propugnó la neutralidad y la no intervención y a Franco le aconsejó en 1939 una monarquía parlamentaria

Foto: Winston Churchill en 1940.
Winston Churchill en 1940.
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El catedrático de historia contemporánea de la Universidad de Extremadura, Enrique Moradiellos (Oviedo 1961), nos ha regalado un texto titulado 'Quo vadis, Hispania? Winston Churchill y la Guerra Civil Española (1936-1939)' que resulta, además de un relato vivo, documentado y escrito con una precisión extraordinaria, como toda su ingente labor historiográfica, también un potente foco de luz sobre el debate que nos concierne sobre nuestra memoria histórica. Esta obra, editada por la Real Academia de la Historia, es el desarrollo total del discurso de entrada en la entidad del profesor Moradiellos leído el pasado 28 de noviembre con una brillante contestación del también historiador y académico Juan Pablo Fusi Aizpurua. El ensayo trata en 171 páginas la actitud de Winston Churchill ante nuestra desgraciada guerra civil que él calificó como "la úlcera española".

Para el Reino Unido el conflicto bélico español tenía una relevancia singular por los tres factores que destaca Moradiellos: la base naval de Gibraltar; la relación comercial con nuestro país, muy intensa, y las inversiones británicas en España que, por aquellas fechas, representaban el 40% de todas las extranjeras, concentrándose en la minería del hierro y de piritas.

Churchill fue un hombre clarividente, no solo ante la emergencia del nazismo, sino también del comunismo, y muy pronto estableció un firme criterio sobre la guerra española que se dilucidó, según sus palabras, entre "republicanos" e "insurgentes". Ante el conflicto bélico, el luego Premio Nobel de Literatura, propugnó activamente la neutralidad y la no intervención de los países aliados. Lo hizo a través de hasta diez artículos en prensa en 'The Evening Estándar', un "mínimo de seis discursos en el Parlamento o en tribunas públicas" y en "decenas de cartas y notas personales dirigidas a ministros, diputados, líderes políticos, periodistas y diplomáticos" que Moradiellos trata con detalle en su relato.

Con el transcurso del tiempo, Churchill fue más crítico con los "insurgentes" y más dubitativo sobre el papel de la España franquista

Para Churchill —un anticomunista convencido— la culpabilidad de lo que ocurrió en España fue inicialmente de "la conspiración comunista" repelida por la "contraconjura militar". Textualmente, escribió que sería un "desastre" una España fascista, pero otra, comunista, "sería otro tipo de desastre y muchos pensarán que peor" ("La Tragedia española" de 10 de agosto de 1936). De ahí que propugnase la "absoluta neutralidad" pero también la no intervención. Para Churchill, Francisco Largo Caballero era el "Lenin español" y eludió los calificativos gruesos contra Franco, con el que se carteó, tanto porque consideraba sus antecedentes monárquicos como porque lo observó como un militar conservador con potencialidades dictatoriales, pero más benigno que Hitler o Mussolini. Llegó a afirmar años después: "No estoy más de acuerdo con el gobierno interno de Rusia de lo que lo estoy con el de España, pero estoy seguro de que preferiría vivir en España más que en Rusia".

Explica Moradiellos que, con el transcurso del tiempo, Churchill fue más crítico con los "insurgentes" y más dubitativo sobre el papel de la España franquista en el contexto de la agresión nazi y fascista. Pero en todo momento pronosticó la victoria del llamado bando nacional hasta el punto de que un año antes de que se produjese escribió en su habitual vespertino londinense un artículo que tituló "Ocaso rojo en España" (5 de abril de 1938) en el que aconsejaba a las autoridades republicanas buscar "los mejores términos" para su rendición, hacerlo "sin demoras" y buscando la mediación de Francia y Gran Bretaña.

Auguró para nuestro país "un largo período de dura represión y dolorosa pobreza" así como "luchas internas" para definir el régimen

Auguró para nuestro país "un largo período de dura represión y dolorosa pobreza" así como "luchas internas" para definir los perfiles del régimen y pedía a la comunidad internacional una "España para los españoles", una tesis, que como sigue relatando Enrique Moradiellos, reiteró en diciembre de ese año en otro texto periodístico titulado "La España de Franco o la España de Negrín".

Pero cuando su cualidad visionaria alcanzó la mayor agudeza en Churchill fue poco después: el 23 de febrero de 1939, a solo unos meses de terminar la guerra, suscribió un artículo bajo el título "Esperanza en España" en el que daba por descontada la victoria franquista, deseaba al Caudillo "llegar a ser un gran español" y prescribía para nuestro país lo que tantas décadas después se ha cumplido: "el restablecimiento de una monarquía limitada y constitucional". Cuando se convirtió por segunda vez en primer ministro, revocó la política hostil al franquismo de los laboristas, aunque no sin polémica "agria" en la Cámara de los Comunes.

Los hijos de la guerra civil la superaron. Lo paradójico es que algunos de sus nietos parecen renegar de lo que hicieron sus mayores

Por razón de su especialidad —Enrique Moradiellos es una de las grandes referencias de la historia contemporánea de España— como por razón de su oportunidad, este magnífico relato tiene una enorme funcionalidad crítica en la sociedad española de 2021: evitar los reduccionismos y entender que, siendo la de Franco una dictadura, fue posible por la combinación de varios factores: el fracaso de la II República; la "guerra fría" en la que la amenaza del nazismo fue sustituida por la del estalinismo, convirtiéndose el régimen de Franco en un aliado anticomunista y la transformación paulatina de su régimen con la formación de clases medias tras el plan de estabilización y mediante la tecnocracia de los años sesenta.

En 1956, el Partido Comunista de España se planteó y ofertó la "reconciliación nacional" reclamando como clave de bóveda de esa gran operación una amnistía que defendió con éxito en 1977. Los hijos de la guerra civil la superaron. Lo paradójico es que algunos de sus nietos parecen renegar de lo que hicieron sus mayores. Quizás, lecturas de las muchas obras de Enrique Moradiellos y, de esta que he citado en particular, ayuden a entender el terrible avatar de nuestro pasado común en un ejercicio de buena memoria histórica, si es que esas dos palabras no resultasen una redundancia absoluta. La memoria siempre es histórica y la historia siempre es un ejercicio de memoria.

El catedrático de historia contemporánea de la Universidad de Extremadura, Enrique Moradiellos (Oviedo 1961), nos ha regalado un texto titulado 'Quo vadis, Hispania? Winston Churchill y la Guerra Civil Española (1936-1939)' que resulta, además de un relato vivo, documentado y escrito con una precisión extraordinaria, como toda su ingente labor historiográfica, también un potente foco de luz sobre el debate que nos concierne sobre nuestra memoria histórica. Esta obra, editada por la Real Academia de la Historia, es el desarrollo total del discurso de entrada en la entidad del profesor Moradiellos leído el pasado 28 de noviembre con una brillante contestación del también historiador y académico Juan Pablo Fusi Aizpurua. El ensayo trata en 171 páginas la actitud de Winston Churchill ante nuestra desgraciada guerra civil que él calificó como "la úlcera española".

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