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La última verdad del 11-M
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José Antonio Zarzalejos

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La última verdad del 11-M

Aquel malhadado 11-M hizo que la sociedad y la clase política divergiesen y se sembrase la semilla del "no nos representan". Estamos viviendo en diferido las consecuencias de aquello

Foto: Un hombre rinde homenaje a las víctimas de los atentados del 11-M en la estación de Atocha, Madrid, el 11 de marzo de 2004. (Reuters)
Un hombre rinde homenaje a las víctimas de los atentados del 11-M en la estación de Atocha, Madrid, el 11 de marzo de 2004. (Reuters)
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A tiro de piedra del vigésimo aniversario de la tragedia del 11-M en Madrid, en este febrero de 2024, se ha producido una aportación decisiva en el conocimiento profundo de las consecuencias del atentado yihadista: la identidad plena, biográfica, de las 193 víctimas mortales, de los asesinados. Chelo Aparicio, una periodista de referencia, íntegra, decidida y competente —amenazada por ETA— y Ana Aizpiri, también periodista, traductora del árabe al español, titulada por la Escuela de Traductores de Toledo y hermana de Sebastián Azpiri, asesinado por la banda terrorista el 25 de mayo de 1988 en Éibar, han escrito, y la editorial Espasa publicado, Las víctimas de la Yihad. Españoles asesinados en atentados terroristas, prologado por Fernando Reinares, que se presentará el próximo jueves, día 22, en el salón de actos de la Biblioteca Nacional en Madrid.

Las autoras han elaborado un trabajo que les ha absorbido cuatro años, culminando una obra que es ejemplo de lo que hoy se denomina con propiedad periodismo de datos. Al margen de cualquier digresión polémica han cumplido con un propósito que la sociedad española requería se consumase: extraer del anonimato a los asesinados en aquel atentado, incluyendo al policía nacional, un geo, que pereció en Leganés, en la explosión que para suicidarse provocó el comando yihadista que causó la tragedia. Se llamaba Francisco Javier Torrenteras. Su tumba fue profanada pocos días después en el mes de abril de 2004.

Foto: Jamal Zougam, Rachid Aglif, Rafá Zouhier y Abdelilah El Fadual, durante el juicio del 11-M. (EFE)

"Fueron víctimas anónimas. Ni siquiera tenían interés para sus asesinos" escriben las autoras en las primeras líneas del capítulo octavo del libro, titulado Las víctimas de los trenes. Y esa es la clave del olvido: los terroristas no identificaron a sus víctimas, asesinaron a barullo con el ánimo doloso de causar un daño sobrecogedor. Y lo lograron. Aparicio y Aizpiri, sin embargo, las rescatan del "agujero" de la desmemoria. Para que los 97 huérfanos ("algunos de ambos progenitores" puntualizan las periodistas) puedan reconocerse en el relato, breve pero sustancial, de la trayectoria de sus padres. Son 193 biografías que sacuden como latigazos. La vida concentrada en unos párrafos redactados con delicadeza, con respeto y con consternación. 143 españoles, 16 rumanos, seis ecuatorianos, cuatro búlgaros, polacos y peruanos, dos colombianos, dominicanos, hondureños, marroquíes y ucranianos y una víctima de Brasil, Cuba, Chile, Filipinas, Francia y Senegal. O sea, la España real, el país de los nacionales y de los ciudadanos inmigrantes que madrugaban para hacer su vida en una sociedad que, con su asesinato, perdió la paz interior que todavía no había recuperado: saber, más allá de su número, quiénes fueron las víctimas. Quizá el esfuerzo documental y analítico de las autoras contribuya a calmar la desazón de haber preterido la tragedia del 11-M enfangada en otros debates de inhumana indiferencia hacia quienes padecieron la furia asesina de los yihadistas.

Aquel malhadado 11-M hizo que la sociedad y la clase política divergiesen y se sembrase la semilla del "no nos representan"

Aquel día de marzo de 2004 los paradigmas de la política y la sociedad española se alteraron. El de la seguridad: el riesgo no provenía solo de la banda terrorista ETA (aunque asesinó hasta 2011 y se disolvió en 2018); nuestra política exterior viró hacía la ausencia de cualquier compromiso español en iniciativas militares en escenarios bélicos internacionales; algunos medios de comunicación avanzaron con precocidad en la elaboración de las versiones y relatos alternativos y la derecha y la izquierda —el PP y el PSOE— se retiraron recíprocamente las credenciales de legitimidad democrática. Y no solo. Aquel malhadado 11-M hizo que la sociedad y la clase política divergiesen y se sembrase la semilla del "no nos representan". Estamos viviendo en diferido las consecuencias de aquello. Porque frente a la solidaridad extraordinaria de la ciudadanía —un ejemplo enorme de conciencia colectiva— los dirigentes se dedicaron a un intercambio de golpes dialécticos por capitalizar la tragedia en términos electorales. El día 14 de marzo, domingo, tres días después de los atentados, se celebraron en España comicios generales.

Aparicio y Aizpiri dejan de lado ese circuito paralelo, tan detestable, para centrarse en las víctimas. A ese impulso del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo que dirige con probidad y esforzadamente el gran periodista Florencio Domínguez deben las autoras el respaldo a su iniciativa. La luz que arrojan es nítida: el yihadismo en España estuvo presente —lo sigue estando— desde el atentado sin autores condenados de 1985 en el restaurante El Descanso (Torrejón de Ardoz) que causó 18 muertes. También las periodistas biografían a esos asesinados. Lo hacen de los 300 muertos en atentados terroristas de nacionalidad española en nuestro país o en suelo extranjero, asesinatos perpetrados entre 1984 y 2023. Muchos compatriotas murieron en Afganistán (21), en Irak (11), en El Líbano (6) y en Marruecos (6), hasta un total de 68. Y en hasta 16 comunidades autónomas: 212 en Madrid y 16 en Cataluña, en aquel ominoso atentado en Barcelona en agosto de 2017. Las víctimas fueron nacionales de 32 países. Españoles fueron 262, civiles; 32, militares, 3 guardias civiles y 3 policías nacionales.

Porque los asesinados cuya biografía ya podemos conocer son la última verdad del 11-M

Esta aportación de datos contribuye decisivamente a que se pueda entender la envergadura del peligro yihadista, por una parte, y por otra, para valorar la necesidad perentoria de atender a sus víctimas por anónimas que resulten, por lejanas que sean las tierras en las que sucumbieron a la vesania terrorista, por mucho que haya sido el tiempo transcurrido porque ahí están los hijos, las mujeres, los hermanos… Los deudos de los que sucumbieron al terror.

Este libro está elaborado con rigor, con entereza emocional y con un propósito plenamente integrador porque nos reclama centrar la atención del vigésimo aniversario de la tragedia sobre aquellos que la protagonizaron. Contribuye a este objetivo, el libro de Víctor Sampedro Blanco (Voces del 11-M. Víctimas de la mentira. Editorial Planeta), catedrático de comunicación política en la Universidad Rey Juan Carlos, al dar espacio y altavoz a Pilar Manjón, presidenta de la Asociación 11-M hasta 2016, madre de Daniel Paz Manjón, víctima del atentado en los trenes. Su amargura, tan comprensible, se corresponde con la confusión ética que, protagonizada por determinados estamentos en aquellas fechas, se ha prolongado hasta el presente. Eulogio Paz, actual presidente de la asociación, padre de Daniel, se duele: "Suelen contactarnos solo en los aniversarios, y en este, que es el vigésimo, no parece que vaya a haber ninguna diferencia". Acaso se confunda porque el texto de Aparicio y Azpiri y el del propio Sampedro, son un aldabonazo en la conciencia colectiva veinte años después. En la razón de las víctimas y en su memoria se cuajarían la unidad y compostura cívica que entonces se perdieron. Porque los asesinados cuya biografía ya podemos conocer son la última verdad del 11-M.

A tiro de piedra del vigésimo aniversario de la tragedia del 11-M en Madrid, en este febrero de 2024, se ha producido una aportación decisiva en el conocimiento profundo de las consecuencias del atentado yihadista: la identidad plena, biográfica, de las 193 víctimas mortales, de los asesinados. Chelo Aparicio, una periodista de referencia, íntegra, decidida y competente —amenazada por ETA— y Ana Aizpiri, también periodista, traductora del árabe al español, titulada por la Escuela de Traductores de Toledo y hermana de Sebastián Azpiri, asesinado por la banda terrorista el 25 de mayo de 1988 en Éibar, han escrito, y la editorial Espasa publicado, Las víctimas de la Yihad. Españoles asesinados en atentados terroristas, prologado por Fernando Reinares, que se presentará el próximo jueves, día 22, en el salón de actos de la Biblioteca Nacional en Madrid.

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